Etapa 39 (396) 22 de
julio de 2013, lunes.
Oostende-(Tram)-Bredene-Naakstrand-De
Haan-Wenduine-Blankenberge-Zeebrugge-Heist-Dunbergen-Alberstrand-Knokke-Het
Zoute.
Despertar en el
albergue.
Tras dormir muy
bien, me despierto a las 7:30, me levanto a cagar y cojo la máquina
eléctrica y aprovechar para afeitarme, pero no hay enchufe. Voy a
los servicios de abajo, y tampoco lo hay. Así que me quedo sin
afeitar. Dejando las sabanas en el depósito, antes de las ocho bajo
a desayunar. Desayuno junto a un adulto y su hijo que, durante el
sábado y el domingo han hecho un recorrido de 200 kilómetros desde
su casa en la frontera con Holanda y por el interior de Bélgica. Se
interesa en lo que le cuento de mi viaje y se lo traduce al chaval
que algo de francés ha estudiado. Resulta un desayuno ameno. Bebo
dos zumos de cereza y café con leche. Junto a dos rebanadas de pan
con mantequilla y mermelada, un yogur y una banana, hacen un completo
desayuno. Bien alimentado, empiezo a caminar un nuevo día.
De nuevo hacia
Naakstrand.
Me despido de los
dos belgas y del recepcionista, que sigue igual de amable que los dos
días anteriores y, ahora, me dice que el billete para el Tram lo
puedo adquirir en la propia estación, donde lo voy a coger.
No
necesito repetir que ese trayecto hasta la tercera parada de Bredene
ya lo recorrí ayer a pie. Inicio de nuevo por camino conocido, pero
al llegar a la altura de la iglesia, veo que una de las puertas está
abierta, así que lo que no pude hacer ayer, siendo domingo, lo hago
hoy y la visito en su interior.
Iglesia de los
santos Pedro y Pablo.
Vuelvo a sacar una
foto lejana con la fachada de la iglesia que complementa las que
saqué los días anteriores. Es en ese momento cuando me doy cuenta
de que la puerta se encuentra abierta y me acerco.
Entro en ella. La
nave central se eleva a gran altura, es algo que ocurre en la mayoría
de iglesias de estilo gótico, aunque no sé si esta lo es, o se
trata de un neogótico. Las dos naves laterales son algo más bajas.
Su altar mayor es muy luminoso con sus coloristas vidrieras, en su
también alto ábside. El púlpito se ofrece como una copa, más
bien, un copón.
En la parte trasera de la nave de la derecha,
mirando hacia el altar, se presenta como en una urna, una maqueta que
es reproducción a escala del mismo edificio. Una vez cumplida la
visita a la iglesia de estos dos santos, que se la reparten a partes
iguales y, con su bendición y perdonados todos mis pecados, hasta
los que no he cometido, ya puedo marchar tranquilo a hacer nudismo.
En Tram a
Bredene.
Tal como estaba
previsto, no tengo ningún problema para sacar el billete en la
estación. Pago por él 1,30 € y la señorita, al entrar, me dice
que no hace falta que lo cancele. Hoy, al contrario que ayer, voy
tranquilo con todo el derecho por el deber cumplido. Ocupo el último
asiento. Como voy atento a las paradas, bajo en la tercera de
Bredene. También baja otro chico que va en la misma dirección que
yo. Me limito a seguirle. Aunque ayer dudé, hoy entro por el
pasadizo subterráneo.
Naakstrand. 2º
día.
Hago el recorrido
hasta el final y donde ayer estaba a tope de chicos, hoy
prácticamente está vacía. En el primer tramo encuentro a algunas
parejas, que parecen matrimonios, y alguno que anda suelto. Uno que
tiene el aspecto de ser árabe, se la manosea con poco resultado.
Para conseguir que se le ponga contenta, se coloca en lugar
estratégico, cerca de una pareja que ya vi ayer; ella una mujerona y
él algo escuchimizado. Cuando voy al agua, él le tira a ella una
camiseta arrebujada, como si fuera un balón de fútbol. Ella lo
recoge y le da una patada con tal fuerza que lo lanza a más de diez
metros de distancia, muy alejado de donde está su hombre. Se ríen
del desorientado y fuerte lanzamiento, y yo con ellos también me
río. El árabe sigue igual en su fallido intento. Cuando salgo del
agua, me voy secando de paseo por las dunas.
Otro chico se presenta
con el rabo tieso y no se corta, colocándose entre las parejas.
Después se acerca a los cortavientos que ha llevado alguna gente y
acaba entre los espacios de mimbres verticales que cumplen la misma
función, aunque en este caso sólo filtrando el viento. Toda la
parte del fondo de la playa, antes de las dunas, está lleno de estas
pajas que parecen aflorar de la arena, como si de organismos vivos se
tratara. Hoy la marea está baja y no hace viento. Me acerco a la
orilla con la cámara y saco dos fotos desde el dique separador
central y hacia los dos tramos de la playa nudista. Primero el del
Este y, después el del Oeste, que irá quedando atrás.
En ambas
fotos se pueden apreciar los espacios que quedan entre los mimbres,
muy a propósito para tomar el sol, algo más protegidos. El muchacho
objeto de mi observación, se coloca parejo a una chica que se va a
desnudar en la parcela aledaña. Ella lo hace y él no para hasta que
se acerca para hablar con ella. Si no va, el no ya lo tiene asegurado
y, al menos, lo intenta. No parece que a la chica le apetezca, así
que él retorna enseguida a su sitio, se embadurna de protector solar
y se tumba para captar los rayos solares. No le veo ninguna intención
de acercarse a la orilla y bañarse. Otro lee varios periódicos con
los cascos puestos. Intento en vano pedirle uno para ver cómo va el
Tour de France, pero ni se entera de que se lo pido. O tiene los
auriculares a gran potencia o, al estar haciendo dos cosas a la vez,
algo para lo que los hombres estamos descalificados, bastante tiene
con el esfuerzo que está haciendo. Finalmente, después de tanto
traqueteo, al árabe se le empina y así, como antes la estaba
ocultando, ahora la exhibe como si fuera el mejor trofeo. Creo que le
parece un triunfo merecido y, tras tanto esfuerzo, seguro que lo es.
Está de enhorabuena. Cosas de la naturaleza humana.
Después de otro
baño y de estar en esta playa casi dos horas, poco después de las
once, me visto y voy por la orilla hacia De Haan. El primer tramo, en
terreno de Vosseslag, es terreno propicio para que la zona nudista se
pueda ampliar. Sigue teniendo dunas al fondo y hoy, quizá por ser
lunes, está totalmente deshabitada.
De Haan.
La marea sigue baja,
pero ya ha comenzado a subir. Se camina muy bien por la orilla.
Enseguida empiezo a ver los mamotretos costeros de la siguiente
ciudad, De Haan. Antes de llegar, ya se ofrece un cuadrado a pie de
dunas que es una especie de zona protegida del viento pero mejor
estructurada.
Ya en la zona, se ve otra gente que también disfruta
de playa. Tenemos bandera verde, aunque a mí me parece azul, y la
vigilante de la playa, encaramada al puesto de vigía, es una joven.
Como está en lo alto y al principio, ni me molesto en preguntarle
pero, cuando está finalizando la zona de casas en el paseo marítimo,
pregunto a otro socorrista y me informa que las siguientes
construcciones que veo al fondo ya son de Wenduine.
Estos socorristas
tenían el puesto de vigilancia en la orilla pero, como la playa es
muy lisa, enseguida les ha pillado el toro y tienen que retroceder
mucho terreno haciendo rodar el tinglado hacia el interior. Con la
arena reblandecida y el freno del agua, les está resultando muy
costoso acarrear con el muerto. Todo el esfuerzo corre a cargo de la
chica, mientras su compañero no acelera para ayudarla, sino que va
parsimonioso a recoger la silla de plástico que ha quedado
abandonada en el espacio en que estaban vigilando anteriormente.
De De Haan a
Wenduine.
Me voy alejando de
De Haan y haciendo el plan de comer en Wenduine. En el primer tramo
se puede apreciar en la duna espacios cuadrados equidistantes,
preparados para tomar el sol y algo mejor protegidos del viento.
Pero
no se ve a nadie dentro de ellos. ¿Por ser lunes, por estar lejos de
la población? Si estamos en julio y ya llevamos un mes de verano,
¿cuándo viene aquí la gente belga a veranear? Mirando hacia
Wenduine, al fondo, la imagen que me ofrece la estructura urbana de
dicha ciudad es similar a la que ofrece, desde Sotogrande y la costa
de Málaga, el Peñón de Gibraltar. Al menos, la imagen me lo
recuerda.
Cuando estoy llegando, se ve que esta zona tiene menos
población, así que la playa también está más vacía. Hay que
tener en cuenta la hora, puesto que ya nos estamos acercando a la
una. Algunas sombrillas, más que quitar el sol, cumplen las veces de
paravientos.
Ya en la parte correspondiente a la zona urbana y muy
próxima a la arena seca, un padre y un hijo muy laboriosos, han
construido un enorme castillo de arena. Supongo que el trabajo duro,
el de palear arena para construir la montaña, habrá recaído sobre
el progenitor, y el niño habrá contribuido a poner los cubos de
arena colocados más bajos. En cualquier caso, la estrategia del
lugar ha sido la idónea puesto que en breve, cuando suba un poco más
la marea, será terreno propicio para disfrutar viendo cómo todo el
esfuerzo humano constructor será destruido por la naturaleza marina
y su potencia arrolladora. No seré yo quien me quede a esperar que
tal cosa ocurra ante mis ojos. Pero no puedo negar que no me hubiera
gustado.
Pronto subo de la orilla al paseo marítimo y, una vez
calzado, me dispongo a buscar un sitio para comer. Me meto entre las
calles de la ciudad y empiezo a buscar un lugar que me parezca grato
y, a la vez su menú ofertado, sea accesible a mi bolsillo.
Wenduine. Bistro
De Loft.
Creo que el camarero
es sudamericano, pero estoy equivocado. La razón es que habla un
castellano aprendido en Tenerife. Pido potaje y me sacan una especie
de sopa de verduras, y pescado gratinado que está rico y, además,
tiene mucho pescado. Acompaño la comida con dos cervezas y de postre
un helado. Como bien pero lo peor es que no me cogen la tarjeta Visa
y pago en metálico 31 €. El menú costaba 26 y la bebida ha
supuesto cinco euros. Ya me estoy quedando sin euros y no me puedo
descuidar. Mañana o pasado en Holanda, deberé sacar dinero de algún
cajero. Después de pagar, salgo de nuevo al paseo marítimo.
De Wenduine a
Blankenberge.
Por el paseo
marítimo voy caminando hasta el final. Bajo de nuevo a la orilla. La
marea ha empezado a bajar después de haber logrado llegar a la
pleamar. Sigo por la orilla hasta llegar a Blankenberge.
Al final de
la playa se puede ver la estructura que da salida al mar al canal que
lleva a los barcos del puerto interior hacia la bocana. Cuando llego
al canal, veo un velero que está entrando al puerto y a otras
embarcaciones menores que se disponen a partir hacia el mar. Por la
estructura del puerto, se podría decir que han metido
artificialmente al mar dentro de la ciudad, para lo cual han tenido
que abrir la playa y la duna en canal.
A mí me supone tener que dar
un rodeo, sin ningún aliciente compensatorio. De no haberlo
construido, habría seguido por la playa y habría pasado de
Harendijke a Blankenberge por la arena. El inconveniente habría sido
que me habría quedado sin ver su magnífico puerto deportivo... y un bello voladizo.
Blankenberge.
Puerto y Le Paravang.
Avanzo por el canal
y llego al puerto deportivo.
La primera parte está repleta de
pequeños yates y catamaranes, al fondo, hay barcos veleros. En el
otro extremo, y ya fuera del agua, veo la torre del agua. Es así
como voy llegando a Le Paravang, una especie de quita-vientos
construido en 1908.
De estructura metálica y recia, dispone de un
tejadillo colorista que, además de proteger del viento, defiende de
la lluvia.
Saco foto incompleta desde uno de los laterales y otra
frontal, desde uno de los extremos hasta el otro que, por su larga
longitud, queda lejano y apenas se aprecia, aunque sí lo suficiente
como para hacernos una idea de su gran tamaño. Después de haber
recorrido Le Paravang, vuelvo por el paseo marítimo a ver la playa
de Blankenberge, donde un chiringuito está urbanizado como si de la
terraza de un hotel de muchas estrellas se tratara.
Para mi forma de
ver las cosas, esta estructura desentona con los servicios que debe
tener una playa funcional para gente corriente. Se ven también
muchas casetas y lo que fuera duna ha sido muy reforzado por bloques
de piedra y roca, convirtiendo la duna en un bloque infranqueable.
No
pueden correr el riesgo de que el mar se lleve las casas y un puerto
tan sólidamente construido. Antes de llegar al embarcadero, la playa
se estructura con cuatro filas de casetas blancas. Sólo algunas, con
colores diversos en su tejado, dan una nota colorista a esta
monotonía de blancos.
Al final del embarcadero se nos ofrece un
edificio con cúpula circular. No sé si los horarios de embarque se
verán afectados por las mareas, pero me da la impresión de que así
ocurre. Llego a la zona de acceso al embarcadero. Un arco da paso a
los usuarios como si fuera una guirnalda que parte de dos torres
colocadas en los extremos, haciendo un semicírculo, o media rotonda,
como si de una pérgola amplia se tratara.
Así llego a la otra parte
de la playa, donde el Beach-club tiene su Zodiak de rescate. No sé
si el nombre de Piraña es muy acorde con su función. Más bien
pienso que no. Al fondo, entre la niebla, se pueden apreciar todo el
conjunto de tinglados portuarios que corresponden a la salida del
canal que viene de Brujas: grúas, torres con tres aspas de molinos
de viento para captación de energía eólica, etcétera.
La marea
continúa en su vertiginoso descenso, aunque el nuevo terreno ganado
al mar por unas horas, apenas es aprovechado por los paseantes. La
gente playera continúa en la arena seca o próxima a ella. Yo será
de los pocos que van por zona intermedia, y viendo el panorama del
fondo, haciéndome cruces por lo que me espera. Finalmente será
menos complicado pasar al otro lado de lo que me estaba temiendo.
Zeebrugge.
La última parte de
la playa, antes de llegar al canal, recibe el nombre de Zeebrugge,
algún prefijo que tiene algo que ver con el canal proveniente de la
ciudad que abandoné ayer a primera hora de la mañana. Me he
escorado demasiado hacia el mar, y ahora tengo que caminar mucho
tramo descalzo sobre arena seca, que me calienta las plantas de los
pies.
Como además hace calor, me resulta algo penoso llegar de nuevo
hasta el paseo marítimo. Entre calles, llego al Tram y ahora es sólo
cuestión de continuar en paralelo a él. Llego a una iglesia de
paredes blancas y tejado de tejas, muy bonita, pero a la que no logro
acceder a su interior. Saco una foto y orino a su vera. Al menos he
descansado vaciando mi vejiga.
Después paso sobre la primera parte
del canal de Brugge. Ofrece una esclusa que permite mantener el agua
durante la marea baja. Ahora ya estoy en zona portuaria de carga y
descarga y, curiosamente, entre los dos canales con esclusa, ha
crecido una ciudad que se podría decir que casi es marítima.
Oude Vismijnsite
Seafront.
Del nombre completo
sólo me percato de la última palabra, de donde deduzco que lo que
caracteriza a esta ciudad es que está enfrente del mar…, como
todas las de la costa. ¡Vaya novedad que destacan!
Fotografío una
iglesia de este barrio portuario pero más que acercarme a ella, me
interesa ir hacia el mar. Así veo lo que desde un espacio planteado
como mirador se me ofrece. Y, salvo el mar, con su horizonte hacia
Gran Bretaña, los indicadores de dirección que hay sobre un poste,
Goteborg, Londres, Dublín y Bilbao, me interesan poco, pero los de
Miami, Capetown, Bombay, Sanghai, Abu Dahbi, Singapore y Tokio, me
interesan menos aún.
En algunos postes similares encontrados en mi
camino, las ciudades lejanas venían acompañadas de la distancia en
kilómetros, pero aquí ni siquiera aportan ese dato que, al menos
podría saciar alguna curiosidad. Vamos, que este poste apenas me
seduce. En el siguiente dique, un ferry descarga y carga mercancía.
El recorrido está resultando más sencillo que lo marcado en azul en
mi mapa.
Al menos me he evitado la parte final marcada en zig-zag.
Para salir de este islote urbano, debo pasar el siguiente canal. Una
estructura de puente de hierro, va dando paso a camiones cisterna y a
tráilers con contenedores diversos, además de otros vehículos
menores, pero el camino para bicis queda al margen y no crea
problemas para el caminante.
Al pasar junto al tinglado, fotografío
hacia la costa otro ferry, similar al que he visto anteriormente, a
la vez que estoy pasando por encima del segundo y último canal
procedente de Brujas.
Heist y
Duinbergen.
Ya estoy en la
última parte de Bélgica, el punto final del recorrido de los
Tranvías, Knokke-Heist. Aunque antes de llegar mañana a Holanda,
aún tendré que atravesar el último parque natural belga.
Lo más
interesante que me ofrece este tramo del camino es un
tinglado-pasarela elevado, que sirve tanto para peatones como para
ciclistas y que con su diseño aerodinámico, me hace recordar al
acceso de algún aeropuerto (¿el de Loiu de Calatrava?) o a algo
marino, como la estructura ósea de alguna barracuda de afilados
dientes. Es cuestión de echarle imaginación.
Enseguida entro en el
paseo marítimo de Duinbergen. Los ciclistas respetan lo marcado
circulando por su carril-bici, pero un chaval musculado que viene
montado en su skate, lo hace por el paseo peatonal. Como no sé las
normas que rigen en esta ciudad y no hay una normativa común
coincidente en todas las ciudades europeas, me abstengo de llamarle a
atención. ¡No será por falta de ganas! Si se le escapa el patín,
algún tobillo peligra.
Entre el paseo marítimo de este pueblo y el
mar, hay una buena distancia a la que habrá que añadir la producida
por la marea baja. Junto al paseo están las casetas de los bañistas
pero, entre estas y la playa, hay un espacio de dunas con vegetación
que las consolida y que completa una distancia considerable. Tanta
como para no apetecer mucho ir caminando hasta el agua. Es de suponer
que los que se quedan en estas primeras casetas se quedarán aquí
descalzos en la arena y, los que quieran bañarse, irán hasta el
otro lado calzados y allí dejarán su ropa y demás útiles
playeros. Los que vayan con niños lo tendrán crudo para llegar con
ellos hasta el otro lado.
Heist-Knokke.
Heist, Duinbergen,
Alberstrand, Knokke y Het-Zoute, forman el conjunto denominado
Heist-Knokke, que en la línea del tranvía ya vi dicho nombre el día
en que entré en Bélgica por De Panne. Al llegar a Alberstrand, veo
el casino. Junto a su fachada, un coche deportivo descapotable, con
la capota retirada, llama la atención de unos jóvenes que soñarán
con cumplir los dieciocho, sacarse el carné de conducir y comprarse
otro igual para así ser muy felices. Muchos, como ellos, piensan
equivocadamente que el dinero da la felicidad. ¡Qué ilusos!
Voy
buscando oficina de turismo y me adentro por Knokke. Quiero preguntar
si podré pasar por la zona señalada en verde en mi mapa, la que
está justo antes de la frontera con Holanda, pero como no la
encuentro, decido que dormiré en la playa más próxima a ella. Debo
aprovechar el buen tiempo. Lo del último albergue belga, ya veré si
me conviene. Busco un lugar para cenar, pero ninguno de los
restaurantes que veo me apetece. Entro en Carolus, que está fuera
del paseo marítimo, pero hace mucho calor en su comedor y en su
terraza con toldos de lona. Pido Tagliatelle y Grinberger pero, al
decirme que no cogen Visa, anulo el pedido y me quedo escribiendo.
Sólo pago 4 € por la cerveza, pues ya la había empezado. Escribo
el diario hasta las 19:20 horas y termino de beber la cerveza. Me voy
después de haber cogido agua del grifo en mi botellín. Voy con
intención de comprar un bocadillo. Sigo por el interior. Unos chicos
tratan de ayudarme para la compra del sándwich. Preguntan a la
señora de un restaurante y les dice que cierran a las 19:30 y que
después de esa hora encontraré todo cerrado. ¡No se lo cree ni
ella!, digo para mí.
Mi cena Frugal.
Avanzo dos pasos y
encuentro un supermercado lo suficientemente grande como para poder
encontrar de todo. Encuentro una ensalada apetecible con una bolsita
dentro de aderezo, que será de aceite y vinagre, similar al que
echan en los restaurantes. También compro una banana que la cajera
me dirá que pese pero, como hago como que no entiendo, lo pesa ella
misma. Pago por las dos cosas 1,87 €.
Me lo voy a comer todo al paseo marítimo. En una plaza, veo la oficina de turismo pero, ya es tarde, y está cerrada. Me quedo con las dudas y sin saber si en el albergue había sitio para dormir. La suerte de dormir en la duna está echada. Cojo un banco en una zona muy animada, con muchas bicis y motocicletas.
Allí como la ensalada y la banana. Mientras, a mi lado, en un pub de la playa, hay gente VIP repanchingada en tumbonas que ofrecen un aspecto de despedir mucho calor, tomando sus snacks escuchando música no estridente. Yo también la oigo y como una cena tan rica como la que me pudieran haber dado en cualquier restaurante en donde hubiera pedido sólo una ensalada. Con todo, echo en falta la pasta del Carolus que no he querido pagar en euros. Seguro que también habría estado bien rica. La banana está verde y cuesta separar la piel, pero me la como. Es la segunda del día. ¡Toma potasio!
Me lo voy a comer todo al paseo marítimo. En una plaza, veo la oficina de turismo pero, ya es tarde, y está cerrada. Me quedo con las dudas y sin saber si en el albergue había sitio para dormir. La suerte de dormir en la duna está echada. Cojo un banco en una zona muy animada, con muchas bicis y motocicletas.
Allí como la ensalada y la banana. Mientras, a mi lado, en un pub de la playa, hay gente VIP repanchingada en tumbonas que ofrecen un aspecto de despedir mucho calor, tomando sus snacks escuchando música no estridente. Yo también la oigo y como una cena tan rica como la que me pudieran haber dado en cualquier restaurante en donde hubiera pedido sólo una ensalada. Con todo, echo en falta la pasta del Carolus que no he querido pagar en euros. Seguro que también habría estado bien rica. La banana está verde y cuesta separar la piel, pero me la como. Es la segunda del día. ¡Toma potasio!
Buscando cama.
Fin de la tarjeta de la cámara.
Fin de la tarjeta de la cámara.
Una vez cenado sigo
por el paseo marítimo hasta que se acaban los edificios altos. En
ese momento se me termina también la tarjeta de la cámara. La debía
haber cambiado en el bar mientras tomaba la cerveza, pero no me he
dado cuenta.
Pongo la tarjeta que ya tenía prevista y comprada antes de salir de viaje y guardo la completa finalizada. Aún podré sacar unas 1300 fotos más. Por el camino, voy sacando foto de los chiringuitos y zonas aledañas de la playa. Como hay buena temperatura, las zonas de bar están muy animadas. Asi ocurre con la que está enfrente del banco en que he cenado.
Similar ambiente se respira en el lugar denominado Monroe Beach, supongo que el nombre estará puesto en honor de Marilyn. En un espacio dedicado a la práctica de cochecitos de carreras para niños todo el mundo se ha ido. Mejor para mí, pues así me evito el ruido.
Después de tanto mamotreto de apartamentos y pisos de lujo, feos por el exterior, llego a un entrante entre ellos donde, al fondo, se ofrece un edificio antiguo singular y que intuyo puede ser un hotel, que ha conseguido que no le quiten las vistas. Antes de las ocho y media, el paseo marítimo sigue ofreciendo casetas en la playa, pero las casas ya son más bajas. Es la zona final, la de Het Zoute y, al fondo, ya se empieza a ver la flora del parque natural. Ya estoy cerca del lugar donde va a finalizar mi caminada de hoy.
Cuando están acabándose las últimas casas de la última urbanización de Het Zoute, un hombre con perro me confirma el lugar y no me asegura que, siguiendo este carril-bici, pueda enlazar con el oficial en azul en mi mapa. Me olvido de ese carril. Se maravilla del camino que estoy haciendo y con que tenga la intención de dormir en las dunas siguientes.
Se acaban los edificios de la playa. El último es la escuela de surf. Se acaban también las casas y entro en el parque natural Provinciaal Natuurpark. Veo que el carril-bici continúa por él y también veo entradas a la playa por las dunas y empiezo a elegir el camino para entrar.
Es en ese momento en que veo que el carril-bici se bifurca. Uno va hacia la izquierda y temo que lleve hacia el entrante de mar que hace frontera y no me conviene. El otro camino es ascendente y veo que una pareja va caminando por él. Corro para alcanzarlos sin que se me alejen mucho y les alcanzo en la siguiente curva a la derecha. De allí también vienen más ciclistas. Hablo en francés con él. Da la impresión de que ella no lo entiende. Cuando le explico lo que hago y mi intención para esta noche y arrancar mañana, el hombre se asombra y me dice todo lo que puede y sabe. Lo principal es que este camino me llevará a enlazar con el carril-bici oficial y que podré entrar en Holanda por él. Y me desea feliz noche en la duna. Cuando me despido y retrocedo hacia la duna, veo el indicador de tres posibles recorridos y compruebo que el camino que me ha indicado el caminante es el más corto y el que más me conviene para llegar a Oosthoek, el punto en que debo enlazar.
Pongo la tarjeta que ya tenía prevista y comprada antes de salir de viaje y guardo la completa finalizada. Aún podré sacar unas 1300 fotos más. Por el camino, voy sacando foto de los chiringuitos y zonas aledañas de la playa. Como hay buena temperatura, las zonas de bar están muy animadas. Asi ocurre con la que está enfrente del banco en que he cenado.
Similar ambiente se respira en el lugar denominado Monroe Beach, supongo que el nombre estará puesto en honor de Marilyn. En un espacio dedicado a la práctica de cochecitos de carreras para niños todo el mundo se ha ido. Mejor para mí, pues así me evito el ruido.
Después de tanto mamotreto de apartamentos y pisos de lujo, feos por el exterior, llego a un entrante entre ellos donde, al fondo, se ofrece un edificio antiguo singular y que intuyo puede ser un hotel, que ha conseguido que no le quiten las vistas. Antes de las ocho y media, el paseo marítimo sigue ofreciendo casetas en la playa, pero las casas ya son más bajas. Es la zona final, la de Het Zoute y, al fondo, ya se empieza a ver la flora del parque natural. Ya estoy cerca del lugar donde va a finalizar mi caminada de hoy.
Cuando están acabándose las últimas casas de la última urbanización de Het Zoute, un hombre con perro me confirma el lugar y no me asegura que, siguiendo este carril-bici, pueda enlazar con el oficial en azul en mi mapa. Me olvido de ese carril. Se maravilla del camino que estoy haciendo y con que tenga la intención de dormir en las dunas siguientes.
Se acaban los edificios de la playa. El último es la escuela de surf. Se acaban también las casas y entro en el parque natural Provinciaal Natuurpark. Veo que el carril-bici continúa por él y también veo entradas a la playa por las dunas y empiezo a elegir el camino para entrar.
Es en ese momento en que veo que el carril-bici se bifurca. Uno va hacia la izquierda y temo que lleve hacia el entrante de mar que hace frontera y no me conviene. El otro camino es ascendente y veo que una pareja va caminando por él. Corro para alcanzarlos sin que se me alejen mucho y les alcanzo en la siguiente curva a la derecha. De allí también vienen más ciclistas. Hablo en francés con él. Da la impresión de que ella no lo entiende. Cuando le explico lo que hago y mi intención para esta noche y arrancar mañana, el hombre se asombra y me dice todo lo que puede y sabe. Lo principal es que este camino me llevará a enlazar con el carril-bici oficial y que podré entrar en Holanda por él. Y me desea feliz noche en la duna. Cuando me despido y retrocedo hacia la duna, veo el indicador de tres posibles recorridos y compruebo que el camino que me ha indicado el caminante es el más corto y el que más me conviene para llegar a Oosthoek, el punto en que debo enlazar.
Cama en la duna.
Entro por el primer
camino y arriba, un chico se abre la camisa y una chica se quita el
sujetador. No sé si la intención es quitarse o ponerse el atuendo
de playa o la de estrechar sus cuerpos amorosamente. Yo continúo
hacia la playa y caminando un trecho. En la playa hay paseantes con
perro. Cuando encuentro entre las hierbas un entrante de arena, lo
asciendo para ver qué me ofrece la duna. Encuentro un espacio
amplio, protegido del viento, que apenas corre hoy. Son las 21:15
cuando organizo mi cama.
Saco foto del sol bajando con sus reflejos en el mar, pero no esperaré al ocaso. Estoy cansado y con ganas de dormir. Me doy masaje de aloe-vera para que descansen mis pies y me tumbo apoyando mi cabeza en la mochila. Entre hierbas aún puedo ver el rojo atardecer pero al sol apenas lo vislumbro. Pierdo el sentido todavía incorporado, pero me tumbo del todo. Como aparece la luna llena, durante la noche no puedo ver la Osa Mayor ni tampoco las estrellas. Me levanto una sola vez para orinar. Mañana me daré cuenta de que esta mañana he olvidado tomarme la pastilla. En realidad me he acordado pero, al mirar el pastillero y no ver la del lunes, he pensado que me la había tomado inconscientemente, como en un momento reflejo, pero se había quedado pegada a la tapa y es lo que me ha confundido. Único día sin pastilla de las 39 etapas que llevo.
Saco foto del sol bajando con sus reflejos en el mar, pero no esperaré al ocaso. Estoy cansado y con ganas de dormir. Me doy masaje de aloe-vera para que descansen mis pies y me tumbo apoyando mi cabeza en la mochila. Entre hierbas aún puedo ver el rojo atardecer pero al sol apenas lo vislumbro. Pierdo el sentido todavía incorporado, pero me tumbo del todo. Como aparece la luna llena, durante la noche no puedo ver la Osa Mayor ni tampoco las estrellas. Me levanto una sola vez para orinar. Mañana me daré cuenta de que esta mañana he olvidado tomarme la pastilla. En realidad me he acordado pero, al mirar el pastillero y no ver la del lunes, he pensado que me la había tomado inconscientemente, como en un momento reflejo, pero se había quedado pegada a la tapa y es lo que me ha confundido. Único día sin pastilla de las 39 etapas que llevo.
Resumen del día.
Ha sido divertida mi
segunda estancia en la playa nudista, aunque los dos salidos no
benefician mucho a la aceptación de los nudistas por algunos
recalcitrantes que no lo son. La comida ha estado bien, aunque algo
cara. Ya sabemos que el pescado no se regala. Interesante la sorpresa
de los dos hombres de Het Zoute. Mañana se acaba Bélgica y a
esperar lo que me vaya a ofrecer Holanda.