lunes, 23 de octubre de 2017

Etapa 39 (396) Oostende-Het Zoute


Etapa 39 (396) 22 de julio de 2013, lunes.
Oostende-(Tram)-Bredene-Naakstrand-De Haan-Wenduine-Blankenberge-Zeebrugge-Heist-Dunbergen-Alberstrand-Knokke-Het Zoute.

Despertar en el albergue.
Tras dormir muy bien, me despierto a las 7:30, me levanto a cagar y cojo la máquina eléctrica y aprovechar para afeitarme, pero no hay enchufe. Voy a los servicios de abajo, y tampoco lo hay. Así que me quedo sin afeitar. Dejando las sabanas en el depósito, antes de las ocho bajo a desayunar. Desayuno junto a un adulto y su hijo que, durante el sábado y el domingo han hecho un recorrido de 200 kilómetros desde su casa en la frontera con Holanda y por el interior de Bélgica. Se interesa en lo que le cuento de mi viaje y se lo traduce al chaval que algo de francés ha estudiado. Resulta un desayuno ameno. Bebo dos zumos de cereza y café con leche. Junto a dos rebanadas de pan con mantequilla y mermelada, un yogur y una banana, hacen un completo desayuno. Bien alimentado, empiezo a caminar un nuevo día.

De nuevo hacia Naakstrand.
Me despido de los dos belgas y del recepcionista, que sigue igual de amable que los dos días anteriores y, ahora, me dice que el billete para el Tram lo puedo adquirir en la propia estación, donde lo voy a coger. 
 
No necesito repetir que ese trayecto hasta la tercera parada de Bredene ya lo recorrí ayer a pie. Inicio de nuevo por camino conocido, pero al llegar a la altura de la iglesia, veo que una de las puertas está abierta, así que lo que no pude hacer ayer, siendo domingo, lo hago hoy y la visito en su interior.

Iglesia de los santos Pedro y Pablo.
Vuelvo a sacar una foto lejana con la fachada de la iglesia que complementa las que saqué los días anteriores. Es en ese momento cuando me doy cuenta de que la puerta se encuentra abierta y me acerco. 
 






Entro en ella. La nave central se eleva a gran altura, es algo que ocurre en la mayoría de iglesias de estilo gótico, aunque no sé si esta lo es, o se trata de un neogótico. Las dos naves laterales son algo más bajas. 

 







Su altar mayor es muy luminoso con sus coloristas vidrieras, en su también alto ábside. El púlpito se ofrece como una copa, más bien, un copón. 
 








En la parte trasera de la nave de la derecha, mirando hacia el altar, se presenta como en una urna, una maqueta que es reproducción a escala del mismo edificio. Una vez cumplida la visita a la iglesia de estos dos santos, que se la reparten a partes iguales y, con su bendición y perdonados todos mis pecados, hasta los que no he cometido, ya puedo marchar tranquilo a hacer nudismo.

En Tram a Bredene.
Tal como estaba previsto, no tengo ningún problema para sacar el billete en la estación. Pago por él 1,30 € y la señorita, al entrar, me dice que no hace falta que lo cancele. Hoy, al contrario que ayer, voy tranquilo con todo el derecho por el deber cumplido. Ocupo el último asiento. Como voy atento a las paradas, bajo en la tercera de Bredene. También baja otro chico que va en la misma dirección que yo. Me limito a seguirle. Aunque ayer dudé, hoy entro por el pasadizo subterráneo.

Naakstrand. 2º día.
Hago el recorrido hasta el final y donde ayer estaba a tope de chicos, hoy prácticamente está vacía. En el primer tramo encuentro a algunas parejas, que parecen matrimonios, y alguno que anda suelto. Uno que tiene el aspecto de ser árabe, se la manosea con poco resultado. Para conseguir que se le ponga contenta, se coloca en lugar estratégico, cerca de una pareja que ya vi ayer; ella una mujerona y él algo escuchimizado. Cuando voy al agua, él le tira a ella una camiseta arrebujada, como si fuera un balón de fútbol. Ella lo recoge y le da una patada con tal fuerza que lo lanza a más de diez metros de distancia, muy alejado de donde está su hombre. Se ríen del desorientado y fuerte lanzamiento, y yo con ellos también me río. El árabe sigue igual en su fallido intento. Cuando salgo del agua, me voy secando de paseo por las dunas. 
 
Otro chico se presenta con el rabo tieso y no se corta, colocándose entre las parejas. Después se acerca a los cortavientos que ha llevado alguna gente y acaba entre los espacios de mimbres verticales que cumplen la misma función, aunque en este caso sólo filtrando el viento. Toda la parte del fondo de la playa, antes de las dunas, está lleno de estas pajas que parecen aflorar de la arena, como si de organismos vivos se tratara. Hoy la marea está baja y no hace viento. Me acerco a la orilla con la cámara y saco dos fotos desde el dique separador central y hacia los dos tramos de la playa nudista. Primero el del Este y, después el del Oeste, que irá quedando atrás. 
 
En ambas fotos se pueden apreciar los espacios que quedan entre los mimbres, muy a propósito para tomar el sol, algo más protegidos. El muchacho objeto de mi observación, se coloca parejo a una chica que se va a desnudar en la parcela aledaña. Ella lo hace y él no para hasta que se acerca para hablar con ella. Si no va, el no ya lo tiene asegurado y, al menos, lo intenta. No parece que a la chica le apetezca, así que él retorna enseguida a su sitio, se embadurna de protector solar y se tumba para captar los rayos solares. No le veo ninguna intención de acercarse a la orilla y bañarse. Otro lee varios periódicos con los cascos puestos. Intento en vano pedirle uno para ver cómo va el Tour de France, pero ni se entera de que se lo pido. O tiene los auriculares a gran potencia o, al estar haciendo dos cosas a la vez, algo para lo que los hombres estamos descalificados, bastante tiene con el esfuerzo que está haciendo. Finalmente, después de tanto traqueteo, al árabe se le empina y así, como antes la estaba ocultando, ahora la exhibe como si fuera el mejor trofeo. Creo que le parece un triunfo merecido y, tras tanto esfuerzo, seguro que lo es. Está de enhorabuena. Cosas de la naturaleza humana. 
 
Después de otro baño y de estar en esta playa casi dos horas, poco después de las once, me visto y voy por la orilla hacia De Haan. El primer tramo, en terreno de Vosseslag, es terreno propicio para que la zona nudista se pueda ampliar. Sigue teniendo dunas al fondo y hoy, quizá por ser lunes, está totalmente deshabitada.

De Haan.
La marea sigue baja, pero ya ha comenzado a subir. Se camina muy bien por la orilla. Enseguida empiezo a ver los mamotretos costeros de la siguiente ciudad, De Haan. Antes de llegar, ya se ofrece un cuadrado a pie de dunas que es una especie de zona protegida del viento pero mejor estructurada. 
 
Ya en la zona, se ve otra gente que también disfruta de playa. Tenemos bandera verde, aunque a mí me parece azul, y la vigilante de la playa, encaramada al puesto de vigía, es una joven. Como está en lo alto y al principio, ni me molesto en preguntarle pero, cuando está finalizando la zona de casas en el paseo marítimo, pregunto a otro socorrista y me informa que las siguientes construcciones que veo al fondo ya son de Wenduine. 

Estos socorristas tenían el puesto de vigilancia en la orilla pero, como la playa es muy lisa, enseguida les ha pillado el toro y tienen que retroceder mucho terreno haciendo rodar el tinglado hacia el interior. Con la arena reblandecida y el freno del agua, les está resultando muy costoso acarrear con el muerto. Todo el esfuerzo corre a cargo de la chica, mientras su compañero no acelera para ayudarla, sino que va parsimonioso a recoger la silla de plástico que ha quedado abandonada en el espacio en que estaban vigilando anteriormente.

De De Haan a Wenduine.
Me voy alejando de De Haan y haciendo el plan de comer en Wenduine. En el primer tramo se puede apreciar en la duna espacios cuadrados equidistantes, preparados para tomar el sol y algo mejor protegidos del viento. 
 
Pero no se ve a nadie dentro de ellos. ¿Por ser lunes, por estar lejos de la población? Si estamos en julio y ya llevamos un mes de verano, ¿cuándo viene aquí la gente belga a veranear? Mirando hacia Wenduine, al fondo, la imagen que me ofrece la estructura urbana de dicha ciudad es similar a la que ofrece, desde Sotogrande y la costa de Málaga, el Peñón de Gibraltar. Al menos, la imagen me lo recuerda. 
 
Cuando estoy llegando, se ve que esta zona tiene menos población, así que la playa también está más vacía. Hay que tener en cuenta la hora, puesto que ya nos estamos acercando a la una. Algunas sombrillas, más que quitar el sol, cumplen las veces de paravientos. 

 
Ya en la parte correspondiente a la zona urbana y muy próxima a la arena seca, un padre y un hijo muy laboriosos, han construido un enorme castillo de arena. Supongo que el trabajo duro, el de palear arena para construir la montaña, habrá recaído sobre el progenitor, y el niño habrá contribuido a poner los cubos de arena colocados más bajos. En cualquier caso, la estrategia del lugar ha sido la idónea puesto que en breve, cuando suba un poco más la marea, será terreno propicio para disfrutar viendo cómo todo el esfuerzo humano constructor será destruido por la naturaleza marina y su potencia arrolladora. No seré yo quien me quede a esperar que tal cosa ocurra ante mis ojos. Pero no puedo negar que no me hubiera gustado. 
Pronto subo de la orilla al paseo marítimo y, una vez calzado, me dispongo a buscar un sitio para comer. Me meto entre las calles de la ciudad y empiezo a buscar un lugar que me parezca grato y, a la vez su menú ofertado, sea accesible a mi bolsillo.

Wenduine. Bistro De Loft.
Creo que el camarero es sudamericano, pero estoy equivocado. La razón es que habla un castellano aprendido en Tenerife. Pido potaje y me sacan una especie de sopa de verduras, y pescado gratinado que está rico y, además, tiene mucho pescado. Acompaño la comida con dos cervezas y de postre un helado. Como bien pero lo peor es que no me cogen la tarjeta Visa y pago en metálico 31 €. El menú costaba 26 y la bebida ha supuesto cinco euros. Ya me estoy quedando sin euros y no me puedo descuidar. Mañana o pasado en Holanda, deberé sacar dinero de algún cajero. Después de pagar, salgo de nuevo al paseo marítimo.
 
De Wenduine a Blankenberge.
Por el paseo marítimo voy caminando hasta el final. Bajo de nuevo a la orilla. La marea ha empezado a bajar después de haber logrado llegar a la pleamar. Sigo por la orilla hasta llegar a Blankenberge. 

 
Al final de la playa se puede ver la estructura que da salida al mar al canal que lleva a los barcos del puerto interior hacia la bocana. Cuando llego al canal, veo un velero que está entrando al puerto y a otras embarcaciones menores que se disponen a partir hacia el mar. Por la estructura del puerto, se podría decir que han metido artificialmente al mar dentro de la ciudad, para lo cual han tenido que abrir la playa y la duna en canal. 

A mí me supone tener que dar un rodeo, sin ningún aliciente compensatorio. De no haberlo construido, habría seguido por la playa y habría pasado de Harendijke a Blankenberge por la arena. El inconveniente habría sido que me habría quedado sin ver su magnífico puerto deportivo... y un bello voladizo.


Blankenberge. Puerto y Le Paravang.
Avanzo por el canal y llego al puerto deportivo. 

 
La primera parte está repleta de pequeños yates y catamaranes, al fondo, hay barcos veleros. En el otro extremo, y ya fuera del agua, veo la torre del agua. Es así como voy llegando a Le Paravang, una especie de quita-vientos construido en 1908. 


De estructura metálica y recia, dispone de un tejadillo colorista que, además de proteger del viento, defiende de la lluvia. 
 



Saco foto incompleta desde uno de los laterales y otra frontal, desde uno de los extremos hasta el otro que, por su larga longitud, queda lejano y apenas se aprecia, aunque sí lo suficiente como para hacernos una idea de su gran tamaño. Después de haber recorrido Le Paravang, vuelvo por el paseo marítimo a ver la playa de Blankenberge, donde un chiringuito está urbanizado como si de la terraza de un hotel de muchas estrellas se tratara. 

Para mi forma de ver las cosas, esta estructura desentona con los servicios que debe tener una playa funcional para gente corriente. Se ven también muchas casetas y lo que fuera duna ha sido muy reforzado por bloques de piedra y roca, convirtiendo la duna en un bloque infranqueable. 
 
No pueden correr el riesgo de que el mar se lleve las casas y un puerto tan sólidamente construido. Antes de llegar al embarcadero, la playa se estructura con cuatro filas de casetas blancas. Sólo algunas, con colores diversos en su tejado, dan una nota colorista a esta monotonía de blancos.

Al final del embarcadero se nos ofrece un edificio con cúpula circular. No sé si los horarios de embarque se verán afectados por las mareas, pero me da la impresión de que así ocurre. Llego a la zona de acceso al embarcadero. Un arco da paso a los usuarios como si fuera una guirnalda que parte de dos torres colocadas en los extremos, haciendo un semicírculo, o media rotonda, como si de una pérgola amplia se tratara. 
 
Así llego a la otra parte de la playa, donde el Beach-club tiene su Zodiak de rescate. No sé si el nombre de Piraña es muy acorde con su función. Más bien pienso que no. Al fondo, entre la niebla, se pueden apreciar todo el conjunto de tinglados portuarios que corresponden a la salida del canal que viene de Brujas: grúas, torres con tres aspas de molinos de viento para captación de energía eólica, etcétera. 

La marea continúa en su vertiginoso descenso, aunque el nuevo terreno ganado al mar por unas horas, apenas es aprovechado por los paseantes. La gente playera continúa en la arena seca o próxima a ella. Yo será de los pocos que van por zona intermedia, y viendo el panorama del fondo, haciéndome cruces por lo que me espera. Finalmente será menos complicado pasar al otro lado de lo que me estaba temiendo.

Zeebrugge.
La última parte de la playa, antes de llegar al canal, recibe el nombre de Zeebrugge, algún prefijo que tiene algo que ver con el canal proveniente de la ciudad que abandoné ayer a primera hora de la mañana. Me he escorado demasiado hacia el mar, y ahora tengo que caminar mucho tramo descalzo sobre arena seca, que me calienta las plantas de los pies. 

Como además hace calor, me resulta algo penoso llegar de nuevo hasta el paseo marítimo. Entre calles, llego al Tram y ahora es sólo cuestión de continuar en paralelo a él. Llego a una iglesia de paredes blancas y tejado de tejas, muy bonita, pero a la que no logro acceder a su interior. Saco una foto y orino a su vera. Al menos he descansado vaciando mi vejiga. 

 
Después paso sobre la primera parte del canal de Brugge. Ofrece una esclusa que permite mantener el agua durante la marea baja. Ahora ya estoy en zona portuaria de carga y descarga y, curiosamente, entre los dos canales con esclusa, ha crecido una ciudad que se podría decir que casi es marítima.

Oude Vismijnsite Seafront.
Del nombre completo sólo me percato de la última palabra, de donde deduzco que lo que caracteriza a esta ciudad es que está enfrente del mar…, como todas las de la costa. ¡Vaya novedad que destacan! 
Fotografío una iglesia de este barrio portuario pero más que acercarme a ella, me interesa ir hacia el mar. Así veo lo que desde un espacio planteado como mirador se me ofrece. Y, salvo el mar, con su horizonte hacia Gran Bretaña, los indicadores de dirección que hay sobre un poste, Goteborg, Londres, Dublín y Bilbao, me interesan poco, pero los de Miami, Capetown, Bombay, Sanghai, Abu Dahbi, Singapore y Tokio, me interesan menos aún. 
 
En algunos postes similares encontrados en mi camino, las ciudades lejanas venían acompañadas de la distancia en kilómetros, pero aquí ni siquiera aportan ese dato que, al menos podría saciar alguna curiosidad. Vamos, que este poste apenas me seduce. En el siguiente dique, un ferry descarga y carga mercancía. El recorrido está resultando más sencillo que lo marcado en azul en mi mapa. 
 
Al menos me he evitado la parte final marcada en zig-zag. Para salir de este islote urbano, debo pasar el siguiente canal. Una estructura de puente de hierro, va dando paso a camiones cisterna y a tráilers con contenedores diversos, además de otros vehículos menores, pero el camino para bicis queda al margen y no crea problemas para el caminante. 
 
Al pasar junto al tinglado, fotografío hacia la costa otro ferry, similar al que he visto anteriormente, a la vez que estoy pasando por encima del segundo y último canal procedente de Brujas.


Heist y Duinbergen.
Ya estoy en la última parte de Bélgica, el punto final del recorrido de los Tranvías, Knokke-Heist. Aunque antes de llegar mañana a Holanda, aún tendré que atravesar el último parque natural belga. 

 
Lo más interesante que me ofrece este tramo del camino es un tinglado-pasarela elevado, que sirve tanto para peatones como para ciclistas y que con su diseño aerodinámico, me hace recordar al acceso de algún aeropuerto (¿el de Loiu de Calatrava?) o a algo marino, como la estructura ósea de alguna barracuda de afilados dientes. Es cuestión de echarle imaginación. 
 
Enseguida entro en el paseo marítimo de Duinbergen. Los ciclistas respetan lo marcado circulando por su carril-bici, pero un chaval musculado que viene montado en su skate, lo hace por el paseo peatonal. Como no sé las normas que rigen en esta ciudad y no hay una normativa común coincidente en todas las ciudades europeas, me abstengo de llamarle a atención. ¡No será por falta de ganas! Si se le escapa el patín, algún tobillo peligra. 
 
Entre el paseo marítimo de este pueblo y el mar, hay una buena distancia a la que habrá que añadir la producida por la marea baja. Junto al paseo están las casetas de los bañistas pero, entre estas y la playa, hay un espacio de dunas con vegetación que las consolida y que completa una distancia considerable. Tanta como para no apetecer mucho ir caminando hasta el agua. Es de suponer que los que se quedan en estas primeras casetas se quedarán aquí descalzos en la arena y, los que quieran bañarse, irán hasta el otro lado calzados y allí dejarán su ropa y demás útiles playeros. Los que vayan con niños lo tendrán crudo para llegar con ellos hasta el otro lado.

Heist-Knokke.
Heist, Duinbergen, Alberstrand, Knokke y Het-Zoute, forman el conjunto denominado Heist-Knokke, que en la línea del tranvía ya vi dicho nombre el día en que entré en Bélgica por De Panne. Al llegar a Alberstrand, veo el casino. Junto a su fachada, un coche deportivo descapotable, con la capota retirada, llama la atención de unos jóvenes que soñarán con cumplir los dieciocho, sacarse el carné de conducir y comprarse otro igual para así ser muy felices. Muchos, como ellos, piensan equivocadamente que el dinero da la felicidad. ¡Qué ilusos! 
Voy buscando oficina de turismo y me adentro por Knokke. Quiero preguntar si podré pasar por la zona señalada en verde en mi mapa, la que está justo antes de la frontera con Holanda, pero como no la encuentro, decido que dormiré en la playa más próxima a ella. Debo aprovechar el buen tiempo. Lo del último albergue belga, ya veré si me conviene. Busco un lugar para cenar, pero ninguno de los restaurantes que veo me apetece. Entro en Carolus, que está fuera del paseo marítimo, pero hace mucho calor en su comedor y en su terraza con toldos de lona. Pido Tagliatelle y Grinberger pero, al decirme que no cogen Visa, anulo el pedido y me quedo escribiendo. Sólo pago 4 € por la cerveza, pues ya la había empezado. Escribo el diario hasta las 19:20 horas y termino de beber la cerveza. Me voy después de haber cogido agua del grifo en mi botellín. Voy con intención de comprar un bocadillo. Sigo por el interior. Unos chicos tratan de ayudarme para la compra del sándwich. Preguntan a la señora de un restaurante y les dice que cierran a las 19:30 y que después de esa hora encontraré todo cerrado. ¡No se lo cree ni ella!, digo para mí.

Mi cena Frugal.
Avanzo dos pasos y encuentro un supermercado lo suficientemente grande como para poder encontrar de todo. Encuentro una ensalada apetecible con una bolsita dentro de aderezo, que será de aceite y vinagre, similar al que echan en los restaurantes. También compro una banana que la cajera me dirá que pese pero, como hago como que no entiendo, lo pesa ella misma. Pago por las dos cosas 1,87 €. 
 
Me lo voy a comer todo al paseo marítimo. En una plaza, veo la oficina de turismo pero, ya es tarde, y está cerrada. Me quedo con las dudas y sin saber si en el albergue había sitio para dormir. La suerte de dormir en la duna está echada. Cojo un banco en una zona muy animada, con muchas bicis y motocicletas.
 

Allí como la ensalada y la banana. Mientras, a mi lado, en un pub de la playa, hay gente VIP repanchingada en tumbonas que ofrecen un aspecto de despedir mucho calor, tomando sus snacks escuchando música no estridente. Yo también la oigo y como una cena tan rica como la que me pudieran haber dado en cualquier restaurante en donde hubiera pedido sólo una ensalada. Con todo, echo en falta la pasta del Carolus que no he querido pagar en euros. Seguro que también habría estado bien rica. La banana está verde y cuesta separar la piel, pero me la como. Es la segunda del día. ¡Toma potasio!

Buscando cama. 
Fin de la tarjeta de la cámara.
Una vez cenado sigo por el paseo marítimo hasta que se acaban los edificios altos. En ese momento se me termina también la tarjeta de la cámara. La debía haber cambiado en el bar mientras tomaba la cerveza, pero no me he dado cuenta.

 

Pongo la tarjeta que ya tenía prevista y comprada antes de salir de viaje y guardo la completa finalizada. Aún podré sacar unas 1300 fotos más. Por el camino, voy sacando foto de los chiringuitos y zonas aledañas de la playa. Como hay buena temperatura, las zonas de bar están muy animadas. Asi ocurre con la que está enfrente del banco en que he cenado.
 

Similar ambiente se respira en el lugar denominado Monroe Beach, supongo que el nombre estará puesto en honor de Marilyn. En un espacio dedicado a la práctica de cochecitos de carreras para niños todo el mundo se ha ido. Mejor para mí, pues así me evito el ruido.


 
Después de tanto mamotreto de apartamentos y pisos de lujo, feos por el exterior, llego a un entrante entre ellos donde, al fondo, se ofrece un edificio antiguo singular y que intuyo puede ser un hotel, que ha conseguido que no le quiten las vistas. Antes de las ocho y media, el paseo marítimo sigue ofreciendo casetas en la playa, pero las casas ya son más bajas. Es la zona final, la de Het Zoute y, al fondo, ya se empieza a ver la flora del parque natural. Ya estoy cerca del lugar donde va a finalizar mi caminada de hoy.
 
Cuando están acabándose las últimas casas de la última urbanización de Het Zoute, un hombre con perro me confirma el lugar y no me asegura que, siguiendo este carril-bici, pueda enlazar con el oficial en azul en mi mapa. Me olvido de ese carril. Se maravilla del camino que estoy haciendo y con que tenga la intención de dormir en las dunas siguientes.
 

Se acaban los edificios de la playa. El último es la escuela de surf. Se acaban también las casas y entro en el parque natural Provinciaal Natuurpark. Veo que el carril-bici continúa por él y también veo entradas a la playa por las dunas y empiezo a elegir el camino para entrar.
 
Es en ese momento en que veo que el carril-bici se bifurca. Uno va hacia la izquierda y temo que lleve hacia el entrante de mar que hace frontera y no me conviene. El otro camino es ascendente y veo que una pareja va caminando por él. Corro para alcanzarlos sin que se me alejen mucho y les alcanzo en la siguiente curva a la derecha. De allí también vienen más ciclistas. Hablo en francés con él. Da la impresión de que ella no lo entiende. Cuando le explico lo que hago y mi intención para esta noche y arrancar mañana, el hombre se asombra y me dice todo lo que puede y sabe. Lo principal es que este camino me llevará a enlazar con el carril-bici oficial y que podré entrar en Holanda por él. Y me desea feliz noche en la duna. Cuando me despido y retrocedo hacia la duna, veo el indicador de tres posibles recorridos y compruebo que el camino que me ha indicado el caminante es el más corto y el que más me conviene para llegar a Oosthoek, el punto en que debo enlazar.

Cama en la duna.
Entro por el primer camino y arriba, un chico se abre la camisa y una chica se quita el sujetador. No sé si la intención es quitarse o ponerse el atuendo de playa o la de estrechar sus cuerpos amorosamente. Yo continúo hacia la playa y caminando un trecho. En la playa hay paseantes con perro. Cuando encuentro entre las hierbas un entrante de arena, lo asciendo para ver qué me ofrece la duna. Encuentro un espacio amplio, protegido del viento, que apenas corre hoy. Son las 21:15 cuando organizo mi cama.
 

 Saco foto del sol bajando con sus reflejos en el mar, pero no esperaré al ocaso. Estoy cansado y con ganas de dormir. Me doy masaje de aloe-vera para que descansen mis pies y me tumbo apoyando mi cabeza en la mochila. Entre hierbas aún puedo ver el rojo atardecer pero al sol apenas lo vislumbro. Pierdo el sentido todavía incorporado, pero me tumbo del todo. Como aparece la luna llena, durante la noche no puedo ver la Osa Mayor ni tampoco las estrellas. Me levanto una sola vez para orinar. Mañana me daré cuenta de que esta mañana he olvidado tomarme la pastilla. En realidad me he acordado pero, al mirar el pastillero y no ver la del lunes, he pensado que me la había tomado inconscientemente, como en un momento reflejo, pero se había quedado pegada a la tapa y es lo que me ha confundido. Único día sin pastilla de las 39 etapas que llevo.

Resumen del día.
Ha sido divertida mi segunda estancia en la playa nudista, aunque los dos salidos no benefician mucho a la aceptación de los nudistas por algunos recalcitrantes que no lo son. La comida ha estado bien, aunque algo cara. Ya sabemos que el pescado no se regala. Interesante la sorpresa de los dos hombres de Het Zoute. Mañana se acaba Bélgica y a esperar lo que me vaya a ofrecer Holanda.

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