Etapa
43 (400) 26 de julio de 2013, viernes.
Strand
Loper-Nieuw
Haamstede-Renesse-Ellemeet-GOEREE-Stellemdam-Havenhootd-Ellecat Badstrand.
Amanecer en
Strand Loper.
Me
he levantado durante la noche dos veces a orinar. He dormido
relativamente bien. Ha sido un problema de almohada que me había
quedado algo dura e incómoda. Además, cada vez que toco con la
cabeza la caseta antepenúltima, suena a hueco. Fue una pena pasar
ayer por la playa nudista y dejar que finalizara por temor a la
lluvia. Ahora podría darme un baño en bolas, pero no lo hago. La
playa ponía Naturista y tenía más de un kilómetro. Poco después de empezar a caminar hoy
paso por otra nudista y ni me entero. Queda claro que por aquí da lo
mismo que lo ponga o que no para que cualquier playa sea considerada
apta para practicar nudismo. Pero no adelantemos acontecimientos.
Son
las seis y veinte y me estoy haciendo el remolón. Cuando me levanto
a orinar y me dispongo a vestirme, empieza a llover. Al inicio es una
llovizna fina, pero se va animando y arrecia. Empiezo a correr. Menos
mal que no estoy lejos del pabellón principal de la playa, a unos
150 metros, así que agarro todos los bártulos y corro para
refugiarme debajo. Este pabellón me ofrece la posibilidad de saber
el nombre de la playa donde he dormido.
A cubierto, bajo la rampa de
acceso, me visto y reorganizo mi mochila. Desde el pabellón saco
otra foto hacia el Norte y las casetas donde he dormido, con la duna
delimitadora. Este “paviljon” pertenece a Nieuw-Haamstede,
población que está hacia el interior y a donde, como todavía es
temprano y no voy a encontrar nada abierto, ni siquiera me acerco.
Esto lo sabré cuando obtenga el siguiente mapa, puesto que sin él
estoy “in albis”. Sigo caminando por la orilla y veo muchos
accesos. Encuentro a una chica que está esperando en una rampa de
playa y le hago mal la pregunta del pueblo hacia donde voy. Claro, si
le pregunto mal, no puedo pretender que la respuesta sea correcta.
Llega otra chica que desde un camping se acerca a la playa con
intención de correr por la misma arena. Ella me rectifica el nombre
y así me entero que voy en buena dirección hacia Renesse. Me dice
que siga playa adelante y no tengo pérdida. La playa me ofrece
algunas pequeñas embarcaciones que realizan pequeñas pescas. Veo
castillos en la arena, lo que me hace pensar en playa familiar con
niños. También a un joven que llega y se baña. Ha venido con un
perro pero el animal parece de secano y no se moja ni las patas. El
chico se cambia en zona de arena seca. Llega un matrimonio que toma
un baño con bañador. Luego ella se seca y se viste cuidadosa y con
gran pudor, mientras que él se queda desnudo y se seca con
parsimonia.
Para gustos se hacen los colores, aunque a veces no se
entiende el baño con bañador para luego estar tal cual en bolas. El
hombre mientras se viste me confirma la buena dirección hacia la que
voy y le digo “dank u wel”. Después de pasar estas playas, ya no
tendré más zonas nudistas en esta isla de Schouwen Duiveland y a
esta hora no me apetece el baño.
La playa, superado el Norte, se
escora hacia el Este. Es así como en un rato llego a la playa de
Renesse, pues en el primer pabellón leo su nombre: De Zwaluw
Renesse. Por la duna veo varias entradas y, por fin, doy con la
entrada correcta que me llevará a la ciudad. El suelo es de baldosas
y también hay bancos. Muy pronto veo las primeras casas. Un chico,
desde un balcón, me orienta hacia el pueblo. Previamente debo pasar
por un bosque y allí gentes del lugar me orientan hacia un lugar
donde poder desayunar. Pero en un cruce equivoco la dirección.
Pronto encuentro barracas coloristas para disfrute de los pequeños.
Las han situado alrededor de la iglesia. En una panadería-pastelería
será donde entre a desayunar.
Bakkerij &
Lunchroom Everaers.
Veo
a un chico que viene con una bolsa de panadería. Ya no tengo
pérdida, pienso. Pero no he hecho buen cálculo y él me dice que
vaya en la otra dirección. Retrocedo entre árboles y siguiendo a
ciclistas entro en el pueblo. Una chica ha comprado pan y lo lleva
sobre un castillete sobre la parrilla de su bici.
Me dice que lo ha
comprado en el Super C-1000. Le pregunto si allí dan café. Como no
es así, me manda hacia otro lugar muy amplio donde lo dan y también,
helados y bollería. Leo bakkerij en un lugar donde también se puede
comer algún bocadillo, pero que hoy no necesito, puesto que ayer
cené suficiente. La chica que me atiende me pregunta, pero no sé
qué responder.
Elijo un croissant y otro de manzana y alguna otra
fruta y ella me lo lleva a la mesa junto con el café con leche,
aunque hoy la leche no vendrá en jarrita adicional. Pago 5,65 € en
efectivo. Me he equivocado de pleno, ya que el primero es de jamón
de york y el otro es una salchicha fría con ketchup, ambas opciones
horrendas, muy malas, malísimas. Yo he tenido la culpa por no saber
preguntar. Por ello, hago de tripas corazón y me lo como todo a
regañadientes. Luego cago y lleno de agua mi botellín en el
servicio. Dejando sobre la mesa abierto mi diario y también la
mochila, me voy hacia la oficina de turismo.
C-1000 ran
Leeuwen. Sellos.
Pero
una chica que va con su niño en bici me dice que no abren hasta las
diez. Me dice dónde está la oficina y se maravilla del viaje que
estoy haciendo. También me informa de dónde está la oficina de
Correos, pues también quería comprar sellos. Pero parece que no hay
Correos en este pueblo y, cuando regreso al café, otra chica me dice
que para stamps puedo comprar en el supermercado. Voy al C 1000 ran
Leeuwen y compro 30 sellos a 90 céntimos el sello, por 27 €. El
precio de cada sello me parece correcto. Me ha costado hacerme
entender, pues primero me daba tres sellos y luego anula la operación
y me da los treinta. Inicialmente me admitía el pago con tarjeta
pero, al ver que es Visa, rectifica. Pago en efectivo con harto dolor
y regreso al café donde sigo escribiendo. Previamente he cagado y me
quedo como nuevo. Me dedico a poner señas a todas las postales y
escribo unas pocas y las voy a echar de nuevo al Super C-1000. Otra
chica me dice dónde está el buzón de correos. Ya solo falta
escribir las restantes. Vuelvo al café. Una de las camareras se me
acerca y me habla un poquito en castellano. Se me alegran corazón y
cabeza. ¡Que gusto poder hablar en mi idioma! Le cuento a grandes
rasgos mi viaje y los últimos acontecimientos en Holanda. Lástima
que está atareada y no me puede dedicar todo el tiempo que ella y yo
quisiéramos. Vuelvo a dejar todo empantanado en la mesa y me voy
hacia Turismo.
VVV.
En
la Oficina de Turismo, me ofrecen mapa por 3 € y yo pido uno
gratuito, como los de Cadzans y Vlissingen. Se acerca otra chica que
habla algo de castellano y me da algo similar a aquellos, en un
folleto, del que arranco la última hoja y tiro el resto. También
me da un tríptico con las playas nudistas de Schouwen-Duiveland que
ya me sirve de poco porque es de la que dentro de un rato ya me voy a
marchar.
El mapa obtenido me va a servir de poco y mañana, que
tendré que viajar por interior, ya no me quedará más opción que
comprar mapa de pago. Agradezco a la chica lo que me da y retorno a
la cafetería.
Despedida de mi
oficina del desayuno.
Retorno
a mi mochila y agradezco a la chica que me ha servido el desayuno y
que me ha hablado en castellano. Dank u wel. Me voy. El día está
amenazante de lluvia y cuando salgo hacia la iglesia el reloj indica
ya las 11:30 horas. Está cerrada y no la puedo visitar. La rodeo y
me fijo en las barracas que la circundan.
Es algo insólito. Un lugar
que invita al recogimiento, rodeada de instalaciones para el
jolgorio. Supongo que la hora de barracas no será coincidente con la
de culto. No es hora propicia y no hay ninguna barraca en
funcionamiento. Tampoco favorece la amenaza de lluvia. Empieza a
llover sin haber salido de Renesse y me cobijo bajo un tinglado a
cubierto. Las familias con niños se desesperan pues se les ha
fastidiado el día de playa. Una mañana de vacaciones perdida. Una
madre con cuatro niños se lo toma con filosofía y les saca fotos.
No sé si los cuatro son suyos. Uno de ellos, que ha perdido u
diente, se ríe estrepitosamente al ver cómo ha salido su jeta en la
foto. Los cinco invitan a la sonrisa. Primero me había refugiado
bajo un árbol, pero se me estaba mojando la espalda. Cuando remite
la lluvia, la familia se va y yo aguanto porque no está todavía
para salir ni con paraguas. Un chaval guapísimo con una belleza
exótica, como de alguna colonia holandesa, Antilla, u otra
Sudamericana, come con cara de placer una asquerosa salchicha similar
a la que antes he comido yo. Junto a él está otro chico gordito y
europeo que parece el contrapunto del primero. Cuando cae poca agua,
salgo con el paraguas ya abierto. Sacudo mi mochila para quitar el
agua depositada en la funda protectora y se seque más rápidamente.
Salgo a la altura del VVV y me oriento bien para coger la carretera
que me acerque a la rotonda. Pero no me gusta ninguna de las
direcciones que me ofrece.
Un ciclista me dice que debo coger el
indicador de dirección Rotterdam. Luego me doy cuenta de mi error y
de que debía haber retrocedido a la playa por la que había llegado
a Renesse. De esta forma doy una vuelta innecesaria enorme.
De Renesse a
Ellemeet.
El
cielo se va despejando y sólo quedan algunas nubes no amenazantes.
Así es como llego a un canal y paso por puente al otro lado. Pero el
camino me va alejando de la costa y no me conviene. Acabo llegando a
una carretera que no me gusta nada.
Por ella camino unos 3
kilómetros. Infinidad de camiones y trailers con contenedores
circulan en las dos direcciones, y tiene muy poco arcén. Al llegar
camiones me meto por la hierba. Cuando llego a un puente que pasa por
encima de dicha carretera, decido trepar a cuatro patas por el
soporte inclinado del puente y me sitúo en la parte alta, desde
donde saco foto para que se vea la circulación a la que me vengo
refiriendo.
Por esta carretera elevada es por donde voy entrando en
Ellemeet. He visto que estaba a 2 kilómetros y he tardado más de
una hora. Dos ciclistas me confirman que por allí llegaré a
Rotterdam. Como son las 13:30 horas pienso que puedo tratar de comer
aquí.
Camping Sam-Sam.
Hace
tiempo que he cerrado el paraguas y a esta hora del mediodía el sol
casca de lo lindo. Ya a salvo de que la policía me llame la atención
por ir por carretera inconveniente, pregunto a una señora que va con
perro y que sabe alguna palabrita en castellano. Ella es la que me
orienta hacia un camping. Se trata del Sam-Sam y está a 300 metros
siguiendo la misma carretera. Llego a este lugar y como un bocadillo
de jamón, queso, tomate, pepino, lechuga y huevo duro (5€), una
cerveza Heineken (2€) y un cornetto (1€), todo por 8 €. El
helado lo cogeré después. Me pongo a escribir después de comer. No
me he sentado en la terraza, porque todo estaba impregnado de las
gotas de la lluvia sobre mesas y sillas. No me queda más remedio que
escuchar una música machacona, tan mala como la de nuestros lares.
Son las 14:30 horas cuando ya voy hacia la siguiente isla. ¿Tendré
oportunidad de darme un baño? Esta vez la unión entre islas no van
a ser por esclusas.
Saliendo de
Ellemeet.
Pasado
este pequeño pueblo de Ellemeet, pronto me vuelvo a situar en la
costa Norte de Schouwen-Duiveland.
Enseguida la carretera costera me
lleva a la zona de dunas y al siguiente dique que me sacará hacia la
isla siguiente, la de Goeree. Es otro dique doble de más siete
kilómetros. En el arranque se ofrece el dique inclinado que sirve de
aparcamiento de vehículos. Me encapricho de un descapotable verde
que parece empaquetado para regalo.
Las dunas se acercan al mar y se
ve un buen ambiente playero. Siguiendo el dique inclinado, llego a
una zona que parece un camping de caravanas. No me parece un lugar
idóneo para pasar sobre el asfalto las vacaciones de verano. A este
lado está el mar abierto, pero hacia el otro lado del dique se ve el
otro mar interior, el Grevelingenmeer, y sus islotes.
Además de
Ellemeet, otra dirección que ya no me interesa en la isla que voy
dejando atrás es Scharendijke. Después veo otro espacio donde
aparcan caravanas, con tumbonas sobre el asfalto.
Kabbelaarsbank.
Es
como un islote en la parte central de la conexión entre las dos
islas de hoy y me hace pensar que puedo encontrar allí la
información, el mapa, que necesito. De lejos me parece población
importante pero, nada más coger la desviación, una pareja me dice
que allí no hay oficina de turismo. A Duddorp hay carretera por mar
interior, pero también se podía acceder por el Norte. Está a 11
kilómetros. Pero la carretera va por un lado y el camino por otro.
La isla de
Goeree-Overflakkee.
Como
ayer ya fotografié varios diques, hoy me abstengo de hacerlo durante
el recorrido y me limito a fotografiar la playa de la isla que figura
con el nombre Goeree en mi mapa, el mapa que todavía no tengo y que compraré en Helleveetluis. De lejos
parecía de arena, pero cuando me acerco veo que está plagada de
pequeñas conchas trituradas.
El lugar es familiar, con duna-dique al
fondo y que va teniendo menos bañistas en la medida en que me voy
acercando hacia el Norte. Nada más salir de la playa familiar, ya
veo a una pareja desnuda en sus hamacas. A lo mejor llevan sólo una
tira en el culo. También a lo lejos se empieza a ver un faro en zona llamada Visschershoek.
Una vez recorrido por arena el Oeste de la
isla, continúo por el Norte. Dudo si por la costa no daré más
vuelta.
Voy por encima del dique. Un cruce de carril bici con
bicicletas aparcadas.
Cuando llego a un poste indicador con el n.º
54 ya sé en qué dirección se me recomienda para seguir hacia
Rotterdam.
Ese carril bici lo mismo lo empleamos coches, ciclistas,
que peatones.
Llego a una torre que es atalaya de avistamiento y con
escalera de caracol. Alguien baja de disfrutar de la vista, pero yo
continúo adelante.
El carril continúa y en el cielo surcan las
rutas algunos aviones.
Avanzo hacia zona de marismas y, a lo lejos,
veo una población pero ando algo despistado y no sabría decir si se
trata de Goedereede o de Stelledam.
Wim, nudista de
toda una vida.
La
parte final de la playa tiene pinta de permitir nudismo. Mucho
espacio con con postes periódicos negros con cabeza roja que llevan
numeración. Está en el fondo de arena seca de la duna. Yo paro y me
desnudo cerca de la orilla, pero a su altura, aunque alejado de él.
Me doy un refrescante baño y me seco paseando por la orilla. Pasearé
aún otro rato. Wim parece que está buscando algo sobre la arena,
pero sin acercarse a donde estoy yo. Pasará un rato hasta que Wim se
acerque. Cuando alguien pasa de ciento en viento por la orilla, no
me preocupa y me meto hacia la arena seca. En todo el tramo no he
visto indicador alguno de Naakstrand, pero Wim me asegurará que él
siempre ha estado allí desnudo sin ningún problema, aunque no sea
de nudismo oficial. Somo de la misma edad, ambos separados, sin
intención de volver a repetir experiencia de matrimonio. Wim nació
el 10 de junio de 1945, un mes más joven que yo. No tenemos tripita
barrica de cerveza y pesamos unos 65 kilos. Demasiadas cosas en
común. Le cuento mi viaje de este año y el de los anteriores. El
tercer baño nos lo damos a la vez y vemos una medusa en la arena,
menos mal que en el agua no hemos visto ninguna. Wim tiene hijos
jóvenes que todavía no le han hecho abuelo. Cuando yo me doy el
cuarto baño, Wim se vuelve a su zona, me seco, me visto y al marchar
le grito ¡Wim! Y nos saludamos de lejos agitando la mano.
Goedereede-Stellendam.
Reserva Natural de Kwade Hoek. Lino.
Sigo
andando por la orilla y ya me estoy cansando de caminar por zonas más
pobladas de personal, pisando arena seca próxima a las dunas. Aquí
la playa es ya muy ancha y me meto en vereda y asciendo al
dique-duna, por donde vuelven a circular ciclistas. El suelo de la
pista hacia Rotterdam cambia de ser de asfalto a ser de piedrecillas
y tierra. Llego a una valla de madera que deja abierto el lado
derecho. Allí aparece el indicador de Rotterdam a 45 kilómetros.
Esto ya será para mañana.
Desde lo alto de la duna veo la reserva
natural de Kwade Hoek, a la que llegaría si me fuera por la playa
hacia el mar, pero ya veo nuevas poblaciones lejanas que no puedo
asegurar con certeza que sean Goedereede o Stellendam. Por tanto dudo
si el terreno por el que paso pertenece a uno u otro municipio. Es
así como llego a un espacio cultivado amarillento. Se trata de un
campo de lino. Dudaba, porque los campos de lino que vi en Francia
eran verdes cuando pasé por ellos, nunca los había visto en este
estado de maduración. Me gustan así más como contraste, aunque
también me gustaban sus florecillas azuladas.
Havenhoofd.
Canales.
Cuando
llego a este pueblo, próximo al mar y que ya está después de
pasada la reserva natural, coincido con una barca que se dirige a un
desembarcadero. En ella navega una familia con niños. Sigo adelante
sin esperar a ver cómo la amarran al sencillo puerto. Después, en
paralelo a mi camino y al canal, van madre e hijo.
Aunque en la foto
no se ve porque me lo oculta el camino, también llevan un perro
atado a su correa. Coincidiendo en la curva del canal, una motora
viene a buena velocidad, aunque el ruido de su motor no es excesivo.
Pronto encuentro otro indicador de dirección en el que veo que
Rotterdam ha pasado de 41 kilómetros a estar a 39. Lo peor del tema
es que ya voy viendo claro que para ir a dicha ciudad y a tan
importante puerto comercial, no tendré mejor opción que ir por el
interior.
Sigo por el carril bici, paralelo a la carretera, pero no
acaba de aparecer el paso que me debe llevar a la siguiente isla de
Voorne Putten, en cuya costa trataré de dormir esta noche. Llevo
cierto cansancio y voy con ganas de llegar.
Es así como llego a una
zona industrial y portuaria, donde se va a producir la confluencia de
carreteras, la que viene de Stellendam y la que traigo de Havenhoofd
y que debo seguir en paralelo después para iniciar el paso a la
siguiente isla. Un chico que acaba de meter a su perro en el coche,
antes de arrancar, me informa de la dirección exacta que debo
seguir.
Pero yo le digo que voy a tratar de cenar primero en
Stellendam. Aunque después cambio de opinión.
Llego al punto de
arranque del nuevo dique productor de energía eléctrica procedente
del movimiento de las mareas.
Ya me estoy acostumbrado a ellos y no
me sorprenden. Voy por el lado derecho, que está preparado para
ciclistas y peatones, sin delimitación pintada en la calzada, pues
el otro lado es para vehículos. Saco foto de la estructura del dique
y llego al extremo contrario, a la isla de Voorne Putten. Allí
vuelvo a ver seis nuevas hélices en sus altas torres para la
obtención de energía eólica. En el recorrido del dique, empieza a
lloviznar. Es una lluvia suave, casi agradable. Pero temo que vaya a
más.
Compruebo que el dique ofrece unas barreras azules que están
abiertas y que permitirían refugiarme en la estructura del dique.
Aquí ya, definitivamente, tomo la decisión de dejar la costa que,
aunque me ofrece una playa de dunas muy larga, reserva natural, me
obligaría a dar un gran rodeo y me llevaría a zona industrial
portuaria, hacia la bocana de salida al mar del puerto de Rotterdam.
Cuando finaliza el dique, ya veo la playa donde voy a dormir esta
noche. Ha habido un momento en que han caído gotas gruesas, pero los
goterones en el asfalto se van secando.
Voorne Putten.
Hellecat badstrand.
De
lejos veo casetas y chiringuitos propios de playa que, en caso de
lluvia nocturna, y si son como los de estas noches pasadas, me
permitirán refugio. Hay grupos de playeros, pero sólo quedan ya
tres. Uno, de chicos, cerca de la orilla, otro junto a las servicios
y, un tercero, en terraza de un bar cerrado. Anoto el nombre de la
playa: Hellecat Badstrand (Zuid) y que pertenece a la ciudad, todavía
lejana de Helleveetsluis, a la que llegaré mañana. Compruebo que el
chiringuito de la playa no me va a servir como refugio, salvo que no
retiren las sombrillas rojas de Ola, que ahora están puestas y
abiertas.
Adolescentes.
Cerca
del bar, encuentro un lugar en que guardan algunos catamaranes a
vela. También hay una mesa y es donde descargo mis mochilas. Me
siento a pensar qué hacer y como dos barritas energéticas y unos
dátiles, pues pienso que no voy a cenar a ningún sitio. Lo que
como, me sabe a gloria, pero me doy cuenta de que apenas me queda ya
agua y me acerco al grupo de jóvenes para que ayuden a conseguirla.
Cuando pido agua al grupo de adolescentes, no reaccionan demasiado
bien. Me dicen que la compre en un bar que está a unos trescientos
metros. Otra, creo que Puck (se pronuncia Pec), me dice que la puedo
coger en la toilette. También quiero saber cómo se llama el lugar
donde estoy y me voy a buscar mi mapa y así contarles mi viaje.
Rosanne dice que estoy loco, “crazzi”, dice. Luego me dice que
sabe francés y cambio de idioma, pero mezclándolo con el inglés,
al que me voy adaptando. Me dicen que desayune mañana en el bar,
pero a las seis no estará abierto. Anoto sus nombres: Abigail,
Daniëlle, Hugo, Puck y Rosanne, que es morenita y la más descarada.
Hugo me suena a “hiphop” y se ríen de mi pronunciación. Se
maravillan de que, pronunciándolos tan mal, sea capaz de escribir
bien sus nombres. Se despiden del caminante loco y se van por detrás
del seto, donde tienen sus bicis, motos o motocicletas, y se van
cantando: “Vamos a la playa, oh, oh, oh, oh.” Temo que se queden
a darme la vara, pero se van definitivamente.
Preparando la
cama.
Me
acerco a los barcos que están más cercanos y me decido por el
catamarán que permite mayor espacio para dormir debajo. Además las
gotas que han caído antes y que han resbalado de la cubierta,
delimitan muy bien el espacio en que yo me puedo tumbar a cubierto de
la lluvia probable nocturna. Además tiene una lona protectora, que
me puede favorecer. Parece que está despejando, pero estoy cansado y
no quiero cambios nocturnos y me curo en salud preparando la cama
debajo de la embarcación. Mientras hago la operación, una pareja
que pasea a su perro por la orilla, se queda mirando y permanecen un
gran rato parados y atentos a lo que hago. ¿Pensarán que me voy a
llevar el catamarán? Como no se van y siguen mirando, salgo de
debajo con todo preparado para dormir. Me siento en la mesa donde he
hecho mi frugal cena y sigo atento a la pareja. Él sigue volviendo
la cara para controlarme.
Va oscureciendo y, cuando están ya a unos
doscientos metros, me vuelvo a meter debajo a dormir en mi
improvisada cama. Ni me doy masaje de aloe-vera en los pies, aunque
hoy me habría venido mejor que nunca. La uña del pie derecho, la
primera que se me amorató, está sólo sujeta por el aura, a punto
de caerse. Duermo bastante bien, apoyada la esterilla en una de las
dos tablas de surf amarradas en el suelo. Sólo me levanto una vez a
orinar en toda la noche. Entonces veo la luna. Está en cuarto
menguante, algo menos que un balón de rugby.
Balance del día
y mi primera noche en Voorne Putten.
He
terminado la jornada con sensación de haber caminado mucho. Mucha
playa con una en que he disfrutado de baños con Wim, otro abuelete
de mi edad, aunque sin nietos. En Renesse, desacierto en la elección
del desayuno, pero la bakkerij ha sido un buen lugar que he utilizado
como despacho de oficina. Lo peor ha sido el rato de intensa lluvia,
aunque me he mojado poco, y el rato por interior entre Renesse y
Ellemeet. Los chavales que me he encontrado en la playa donde duermo,
me podrían haber dado mejor juego. No lo he sabido hacer bien.