miércoles, 31 de enero de 2018

Etapa 43 (400) Strand Loper-Ellecat Badstrand


Etapa 43 (400) 26 de julio de 2013, viernes.
Strand Loper-Nieuw Haamstede-Renesse-Ellemeet-GOEREE-Stellemdam-Havenhootd-Ellecat Badstrand.








Amanecer en Strand Loper.
Me he levantado durante la noche dos veces a orinar. He dormido relativamente bien. Ha sido un problema de almohada que me había quedado algo dura e incómoda. Además, cada vez que toco con la cabeza la caseta antepenúltima, suena a hueco. Fue una pena pasar ayer por la playa nudista y dejar que finalizara por temor a la lluvia. Ahora podría darme un baño en bolas, pero no lo hago. La playa ponía Naturista y tenía más de un kilómetro. Poco después de empezar a caminar hoy paso por otra nudista y ni me entero. Queda claro que por aquí da lo mismo que lo ponga o que no para que cualquier playa sea considerada apta para practicar nudismo. Pero no adelantemos acontecimientos. 

Son las seis y veinte y me estoy haciendo el remolón. Cuando me levanto a orinar y me dispongo a vestirme, empieza a llover. Al inicio es una llovizna fina, pero se va animando y arrecia. Empiezo a correr. Menos mal que no estoy lejos del pabellón principal de la playa, a unos 150 metros, así que agarro todos los bártulos y corro para refugiarme debajo. Este pabellón me ofrece la posibilidad de saber el nombre de la playa donde he dormido. 
 
A cubierto, bajo la rampa de acceso, me visto y reorganizo mi mochila. Desde el pabellón saco otra foto hacia el Norte y las casetas donde he dormido, con la duna delimitadora. Este “paviljon” pertenece a Nieuw-Haamstede, población que está hacia el interior y a donde, como todavía es temprano y no voy a encontrar nada abierto, ni siquiera me acerco. 
 
Esto lo sabré cuando obtenga el siguiente mapa, puesto que sin él estoy “in albis”. Sigo caminando por la orilla y veo muchos accesos. Encuentro a una chica que está esperando en una rampa de playa y le hago mal la pregunta del pueblo hacia donde voy. Claro, si le pregunto mal, no puedo pretender que la respuesta sea correcta. 

Llega otra chica que desde un camping se acerca a la playa con intención de correr por la misma arena. Ella me rectifica el nombre y así me entero que voy en buena dirección hacia Renesse. Me dice que siga playa adelante y no tengo pérdida. La playa me ofrece algunas pequeñas embarcaciones que realizan pequeñas pescas. Veo castillos en la arena, lo que me hace pensar en playa familiar con niños. También a un joven que llega y se baña. Ha venido con un perro pero el animal parece de secano y no se moja ni las patas. El chico se cambia en zona de arena seca. Llega un matrimonio que toma un baño con bañador. Luego ella se seca y se viste cuidadosa y con gran pudor, mientras que él se queda desnudo y se seca con parsimonia. 

Para gustos se hacen los colores, aunque a veces no se entiende el baño con bañador para luego estar tal cual en bolas. El hombre mientras se viste me confirma la buena dirección hacia la que voy y le digo “dank u wel”. Después de pasar estas playas, ya no tendré más zonas nudistas en esta isla de Schouwen Duiveland y a esta hora no me apetece el baño. 

La playa, superado el Norte, se escora hacia el Este. Es así como en un rato llego a la playa de Renesse, pues en el primer pabellón leo su nombre: De Zwaluw Renesse. Por la duna veo varias entradas y, por fin, doy con la entrada correcta que me llevará a la ciudad. El suelo es de baldosas y también hay bancos. Muy pronto veo las primeras casas. Un chico, desde un balcón, me orienta hacia el pueblo. Previamente debo pasar por un bosque y allí gentes del lugar me orientan hacia un lugar donde poder desayunar. Pero en un cruce equivoco la dirección. Pronto encuentro barracas coloristas para disfrute de los pequeños. Las han situado alrededor de la iglesia. En una panadería-pastelería será donde entre a desayunar.

Bakkerij & Lunchroom Everaers.
Veo a un chico que viene con una bolsa de panadería. Ya no tengo pérdida, pienso. Pero no he hecho buen cálculo y él me dice que vaya en la otra dirección. Retrocedo entre árboles y siguiendo a ciclistas entro en el pueblo. Una chica ha comprado pan y lo lleva sobre un castillete sobre la parrilla de su bici. 
 
Me dice que lo ha comprado en el Super C-1000. Le pregunto si allí dan café. Como no es así, me manda hacia otro lugar muy amplio donde lo dan y también, helados y bollería. Leo bakkerij en un lugar donde también se puede comer algún bocadillo, pero que hoy no necesito, puesto que ayer cené suficiente. La chica que me atiende me pregunta, pero no sé qué responder. 

Elijo un croissant y otro de manzana y alguna otra fruta y ella me lo lleva a la mesa junto con el café con leche, aunque hoy la leche no vendrá en jarrita adicional. Pago 5,65 € en efectivo. Me he equivocado de pleno, ya que el primero es de jamón de york y el otro es una salchicha fría con ketchup, ambas opciones horrendas, muy malas, malísimas. Yo he tenido la culpa por no saber preguntar. Por ello, hago de tripas corazón y me lo como todo a regañadientes. Luego cago y lleno de agua mi botellín en el servicio. Dejando sobre la mesa abierto mi diario y también la mochila, me voy hacia la oficina de turismo.

C-1000 ran Leeuwen. Sellos.
Pero una chica que va con su niño en bici me dice que no abren hasta las diez. Me dice dónde está la oficina y se maravilla del viaje que estoy haciendo. También me informa de dónde está la oficina de Correos, pues también quería comprar sellos. Pero parece que no hay Correos en este pueblo y, cuando regreso al café, otra chica me dice que para stamps puedo comprar en el supermercado. Voy al C 1000 ran Leeuwen y compro 30 sellos a 90 céntimos el sello, por 27 €. El precio de cada sello me parece correcto. Me ha costado hacerme entender, pues primero me daba tres sellos y luego anula la operación y me da los treinta. Inicialmente me admitía el pago con tarjeta pero, al ver que es Visa, rectifica. Pago en efectivo con harto dolor y regreso al café donde sigo escribiendo. Previamente he cagado y me quedo como nuevo. Me dedico a poner señas a todas las postales y escribo unas pocas y las voy a echar de nuevo al Super C-1000. Otra chica me dice dónde está el buzón de correos. Ya solo falta escribir las restantes. Vuelvo al café. Una de las camareras se me acerca y me habla un poquito en castellano. Se me alegran corazón y cabeza. ¡Que gusto poder hablar en mi idioma! Le cuento a grandes rasgos mi viaje y los últimos acontecimientos en Holanda. Lástima que está atareada y no me puede dedicar todo el tiempo que ella y yo quisiéramos. Vuelvo a dejar todo empantanado en la mesa y me voy hacia Turismo.

VVV.
En la Oficina de Turismo, me ofrecen mapa por 3 € y yo pido uno gratuito, como los de Cadzans y Vlissingen. Se acerca otra chica que habla algo de castellano y me da algo similar a aquellos, en un folleto, del que arranco la última hoja y tiro el resto. También me da un tríptico con las playas nudistas de Schouwen-Duiveland que ya me sirve de poco porque es de la que dentro de un rato ya me voy a marchar. 
El mapa obtenido me va a servir de poco y mañana, que tendré que viajar por interior, ya no me quedará más opción que comprar mapa de pago. Agradezco a la chica lo que me da y retorno a la cafetería.

Despedida de mi oficina del desayuno.
Retorno a mi mochila y agradezco a la chica que me ha servido el desayuno y que me ha hablado en castellano. Dank u wel. Me voy. El día está amenazante de lluvia y cuando salgo hacia la iglesia el reloj indica ya las 11:30 horas. Está cerrada y no la puedo visitar. La rodeo y me fijo en las barracas que la circundan. 

 
Es algo insólito. Un lugar que invita al recogimiento, rodeada de instalaciones para el jolgorio. Supongo que la hora de barracas no será coincidente con la de culto. No es hora propicia y no hay ninguna barraca en funcionamiento. Tampoco favorece la amenaza de lluvia. Empieza a llover sin haber salido de Renesse y me cobijo bajo un tinglado a cubierto. Las familias con niños se desesperan pues se les ha fastidiado el día de playa. Una mañana de vacaciones perdida. Una madre con cuatro niños se lo toma con filosofía y les saca fotos. 
 
No sé si los cuatro son suyos. Uno de ellos, que ha perdido u diente, se ríe estrepitosamente al ver cómo ha salido su jeta en la foto. Los cinco invitan a la sonrisa. Primero me había refugiado bajo un árbol, pero se me estaba mojando la espalda. Cuando remite la lluvia, la familia se va y yo aguanto porque no está todavía para salir ni con paraguas. Un chaval guapísimo con una belleza exótica, como de alguna colonia holandesa, Antilla, u otra Sudamericana, come con cara de placer una asquerosa salchicha similar a la que antes he comido yo. Junto a él está otro chico gordito y europeo que parece el contrapunto del primero. Cuando cae poca agua, salgo con el paraguas ya abierto. Sacudo mi mochila para quitar el agua depositada en la funda protectora y se seque más rápidamente. Salgo a la altura del VVV y me oriento bien para coger la carretera que me acerque a la rotonda. Pero no me gusta ninguna de las direcciones que me ofrece. 
 
Un ciclista me dice que debo coger el indicador de dirección Rotterdam. Luego me doy cuenta de mi error y de que debía haber retrocedido a la playa por la que había llegado a Renesse. De esta forma doy una vuelta innecesaria enorme.

De Renesse a Ellemeet.
El cielo se va despejando y sólo quedan algunas nubes no amenazantes. Así es como llego a un canal y paso por puente al otro lado. Pero el camino me va alejando de la costa y no me conviene. Acabo llegando a una carretera que no me gusta nada. 
Por ella camino unos 3 kilómetros. Infinidad de camiones y trailers con contenedores circulan en las dos direcciones, y tiene muy poco arcén. Al llegar camiones me meto por la hierba. Cuando llego a un puente que pasa por encima de dicha carretera, decido trepar a cuatro patas por el soporte inclinado del puente y me sitúo en la parte alta, desde donde saco foto para que se vea la circulación a la que me vengo refiriendo. 
 

Por esta carretera elevada es por donde voy entrando en Ellemeet. He visto que estaba a 2 kilómetros y he tardado más de una hora. Dos ciclistas me confirman que por allí llegaré a Rotterdam. Como son las 13:30 horas pienso que puedo tratar de comer aquí.

Camping Sam-Sam.
Hace tiempo que he cerrado el paraguas y a esta hora del mediodía el sol casca de lo lindo. Ya a salvo de que la policía me llame la atención por ir por carretera inconveniente, pregunto a una señora que va con perro y que sabe alguna palabrita en castellano. Ella es la que me orienta hacia un camping. Se trata del Sam-Sam y está a 300 metros siguiendo la misma carretera. Llego a este lugar y como un bocadillo de jamón, queso, tomate, pepino, lechuga y huevo duro (5€), una cerveza Heineken (2€) y un cornetto (1€), todo por 8 €. El helado lo cogeré después. Me pongo a escribir después de comer. No me he sentado en la terraza, porque todo estaba impregnado de las gotas de la lluvia sobre mesas y sillas. No me queda más remedio que escuchar una música machacona, tan mala como la de nuestros lares. 
Son las 14:30 horas cuando ya voy hacia la siguiente isla. ¿Tendré oportunidad de darme un baño? Esta vez la unión entre islas no van a ser por esclusas.

Saliendo de Ellemeet.
Pasado este pequeño pueblo de Ellemeet, pronto me vuelvo a situar en la costa Norte de Schouwen-Duiveland. 
 
Enseguida la carretera costera me lleva a la zona de dunas y al siguiente dique que me sacará hacia la isla siguiente, la de Goeree. Es otro dique doble de más siete kilómetros. En el arranque se ofrece el dique inclinado que sirve de aparcamiento de vehículos. Me encapricho de un descapotable verde que parece empaquetado para regalo. 
 
Las dunas se acercan al mar y se ve un buen ambiente playero. Siguiendo el dique inclinado, llego a una zona que parece un camping de caravanas. No me parece un lugar idóneo para pasar sobre el asfalto las vacaciones de verano. A este lado está el mar abierto, pero hacia el otro lado del dique se ve el otro mar interior, el Grevelingenmeer, y sus islotes. 

Además de Ellemeet, otra dirección que ya no me interesa en la isla que voy dejando atrás es Scharendijke. Después veo otro espacio donde aparcan caravanas, con tumbonas sobre el asfalto.






Kabbelaarsbank.
Es como un islote en la parte central de la conexión entre las dos islas de hoy y me hace pensar que puedo encontrar allí la información, el mapa, que necesito. De lejos me parece población importante pero, nada más coger la desviación, una pareja me dice que allí no hay oficina de turismo. A Duddorp hay carretera por mar interior, pero también se podía acceder por el Norte. Está a 11 kilómetros. Pero la carretera va por un lado y el camino por otro.

La isla de Goeree-Overflakkee.
Como ayer ya fotografié varios diques, hoy me abstengo de hacerlo durante el recorrido y me limito a fotografiar la playa de la isla que figura con el nombre Goeree en mi mapa, el mapa que todavía no tengo y que compraré en Helleveetluis. De lejos parecía de arena, pero cuando me acerco veo que está plagada de pequeñas conchas trituradas. 
 
El lugar es familiar, con duna-dique al fondo y que va teniendo menos bañistas en la medida en que me voy acercando hacia el Norte. Nada más salir de la playa familiar, ya veo a una pareja desnuda en sus hamacas. A lo mejor llevan sólo una tira en el culo. También a lo lejos se empieza a ver un faro en zona llamada Visschershoek. 
 

Una vez recorrido por arena el Oeste de la isla, continúo por el Norte. Dudo si por la costa no daré más vuelta. 

 



Voy por encima del dique. Un cruce de carril bici con bicicletas aparcadas. 
 
Cuando llego a un poste indicador con el n.º 54 ya sé en qué dirección se me recomienda para seguir hacia Rotterdam. 

 


Ese carril bici lo mismo lo empleamos coches, ciclistas, que peatones. 

 
Llego a una torre que es atalaya de avistamiento y con escalera de caracol. Alguien baja de disfrutar de la vista, pero yo continúo adelante. 

 






El carril continúa y en el cielo surcan las rutas algunos aviones. 

 






Avanzo hacia zona de marismas y, a lo lejos, veo una población pero ando algo despistado y no sabría decir si se trata de Goedereede o de Stelledam.

Wim, nudista de toda una vida.
La parte final de la playa tiene pinta de permitir nudismo. Mucho espacio con con postes periódicos negros con cabeza roja que llevan numeración. Está en el fondo de arena seca de la duna. Yo paro y me desnudo cerca de la orilla, pero a su altura, aunque alejado de él. Me doy un refrescante baño y me seco paseando por la orilla. Pasearé aún otro rato. Wim parece que está buscando algo sobre la arena, pero sin acercarse a donde estoy yo. Pasará un rato hasta que Wim se acerque. Cuando alguien pasa de ciento en viento por la orilla, no me preocupa y me meto hacia la arena seca. En todo el tramo no he visto indicador alguno de Naakstrand, pero Wim me asegurará que él siempre ha estado allí desnudo sin ningún problema, aunque no sea de nudismo oficial. Somo de la misma edad, ambos separados, sin intención de volver a repetir experiencia de matrimonio. Wim nació el 10 de junio de 1945, un mes más joven que yo. No tenemos tripita barrica de cerveza y pesamos unos 65 kilos. Demasiadas cosas en común. Le cuento mi viaje de este año y el de los anteriores. El tercer baño nos lo damos a la vez y vemos una medusa en la arena, menos mal que en el agua no hemos visto ninguna. Wim tiene hijos jóvenes que todavía no le han hecho abuelo. Cuando yo me doy el cuarto baño, Wim se vuelve a su zona, me seco, me visto y al marchar le grito ¡Wim! Y nos saludamos de lejos agitando la mano.

Goedereede-Stellendam. Reserva Natural de Kwade Hoek. Lino.
Sigo andando por la orilla y ya me estoy cansando de caminar por zonas más pobladas de personal, pisando arena seca próxima a las dunas. Aquí la playa es ya muy ancha y me meto en vereda y asciendo al dique-duna, por donde vuelven a circular ciclistas. El suelo de la pista hacia Rotterdam cambia de ser de asfalto a ser de piedrecillas y tierra. Llego a una valla de madera que deja abierto el lado derecho. Allí aparece el indicador de Rotterdam a 45 kilómetros. Esto ya será para mañana. 
Desde lo alto de la duna veo la reserva natural de Kwade Hoek, a la que llegaría si me fuera por la playa hacia el mar, pero ya veo nuevas poblaciones lejanas que no puedo asegurar con certeza que sean Goedereede o Stellendam. Por tanto dudo si el terreno por el que paso pertenece a uno u otro municipio. Es así como llego a un espacio cultivado amarillento. Se trata de un campo de lino. Dudaba, porque los campos de lino que vi en Francia eran verdes cuando pasé por ellos, nunca los había visto en este estado de maduración. Me gustan así más como contraste, aunque también me gustaban sus florecillas azuladas.

Havenhoofd. Canales.
Cuando llego a este pueblo, próximo al mar y que ya está después de pasada la reserva natural, coincido con una barca que se dirige a un desembarcadero. En ella navega una familia con niños. Sigo adelante sin esperar a ver cómo la amarran al sencillo puerto. Después, en paralelo a mi camino y al canal, van madre e hijo. 

Aunque en la foto no se ve porque me lo oculta el camino, también llevan un perro atado a su correa. Coincidiendo en la curva del canal, una motora viene a buena velocidad, aunque el ruido de su motor no es excesivo. 
 
Pronto encuentro otro indicador de dirección en el que veo que Rotterdam ha pasado de 41 kilómetros a estar a 39. Lo peor del tema es que ya voy viendo claro que para ir a dicha ciudad y a tan importante puerto comercial, no tendré mejor opción que ir por el interior. 

Sigo por el carril bici, paralelo a la carretera, pero no acaba de aparecer el paso que me debe llevar a la siguiente isla de Voorne Putten, en cuya costa trataré de dormir esta noche. Llevo cierto cansancio y voy con ganas de llegar. 


Es así como llego a una zona industrial y portuaria, donde se va a producir la confluencia de carreteras, la que viene de Stellendam y la que traigo de Havenhoofd y que debo seguir en paralelo después para iniciar el paso a la siguiente isla. Un chico que acaba de meter a su perro en el coche, antes de arrancar, me informa de la dirección exacta que debo seguir. 
 
Pero yo le digo que voy a tratar de cenar primero en Stellendam. Aunque después cambio de opinión. 

 





Llego al punto de arranque del nuevo dique productor de energía eléctrica procedente del movimiento de las mareas. 
Ya me estoy acostumbrado a ellos y no me sorprenden. Voy por el lado derecho, que está preparado para ciclistas y peatones, sin delimitación pintada en la calzada, pues el otro lado es para vehículos. Saco foto de la estructura del dique y llego al extremo contrario, a la isla de Voorne Putten. Allí vuelvo a ver seis nuevas hélices en sus altas torres para la obtención de energía eólica. En el recorrido del dique, empieza a lloviznar. Es una lluvia suave, casi agradable. Pero temo que vaya a más. 

 
Compruebo que el dique ofrece unas barreras azules que están abiertas y que permitirían refugiarme en la estructura del dique. Aquí ya, definitivamente, tomo la decisión de dejar la costa que, aunque me ofrece una playa de dunas muy larga, reserva natural, me obligaría a dar un gran rodeo y me llevaría a zona industrial portuaria, hacia la bocana de salida al mar del puerto de Rotterdam. Cuando finaliza el dique, ya veo la playa donde voy a dormir esta noche. Ha habido un momento en que han caído gotas gruesas, pero los goterones en el asfalto se van secando.

Voorne Putten. Hellecat badstrand.
De lejos veo casetas y chiringuitos propios de playa que, en caso de lluvia nocturna, y si son como los de estas noches pasadas, me permitirán refugio. Hay grupos de playeros, pero sólo quedan ya tres. Uno, de chicos, cerca de la orilla, otro junto a las servicios y, un tercero, en terraza de un bar cerrado. Anoto el nombre de la playa: Hellecat Badstrand (Zuid) y que pertenece a la ciudad, todavía lejana de Helleveetsluis, a la que llegaré mañana. Compruebo que el chiringuito de la playa no me va a servir como refugio, salvo que no retiren las sombrillas rojas de Ola, que ahora están puestas y abiertas.

Adolescentes.
Cerca del bar, encuentro un lugar en que guardan algunos catamaranes a vela. También hay una mesa y es donde descargo mis mochilas. Me siento a pensar qué hacer y como dos barritas energéticas y unos dátiles, pues pienso que no voy a cenar a ningún sitio. Lo que como, me sabe a gloria, pero me doy cuenta de que apenas me queda ya agua y me acerco al grupo de jóvenes para que ayuden a conseguirla. Cuando pido agua al grupo de adolescentes, no reaccionan demasiado bien. Me dicen que la compre en un bar que está a unos trescientos metros. Otra, creo que Puck (se pronuncia Pec), me dice que la puedo coger en la toilette. También quiero saber cómo se llama el lugar donde estoy y me voy a buscar mi mapa y así contarles mi viaje. Rosanne dice que estoy loco, “crazzi”, dice. Luego me dice que sabe francés y cambio de idioma, pero mezclándolo con el inglés, al que me voy adaptando. Me dicen que desayune mañana en el bar, pero a las seis no estará abierto. Anoto sus nombres: Abigail, Daniëlle, Hugo, Puck y Rosanne, que es morenita y la más descarada. Hugo me suena a “hiphop” y se ríen de mi pronunciación. Se maravillan de que, pronunciándolos tan mal, sea capaz de escribir bien sus nombres. Se despiden del caminante loco y se van por detrás del seto, donde tienen sus bicis, motos o motocicletas, y se van cantando: “Vamos a la playa, oh, oh, oh, oh.” Temo que se queden a darme la vara, pero se van definitivamente.

Preparando la cama.
Me acerco a los barcos que están más cercanos y me decido por el catamarán que permite mayor espacio para dormir debajo. Además las gotas que han caído antes y que han resbalado de la cubierta, delimitan muy bien el espacio en que yo me puedo tumbar a cubierto de la lluvia probable nocturna. Además tiene una lona protectora, que me puede favorecer. Parece que está despejando, pero estoy cansado y no quiero cambios nocturnos y me curo en salud preparando la cama debajo de la embarcación. Mientras hago la operación, una pareja que pasea a su perro por la orilla, se queda mirando y permanecen un gran rato parados y atentos a lo que hago. ¿Pensarán que me voy a llevar el catamarán? Como no se van y siguen mirando, salgo de debajo con todo preparado para dormir. Me siento en la mesa donde he hecho mi frugal cena y sigo atento a la pareja. Él sigue volviendo la cara para controlarme. 
 
Va oscureciendo y, cuando están ya a unos doscientos metros, me vuelvo a meter debajo a dormir en mi improvisada cama. Ni me doy masaje de aloe-vera en los pies, aunque hoy me habría venido mejor que nunca. La uña del pie derecho, la primera que se me amorató, está sólo sujeta por el aura, a punto de caerse. Duermo bastante bien, apoyada la esterilla en una de las dos tablas de surf amarradas en el suelo. Sólo me levanto una vez a orinar en toda la noche. Entonces veo la luna. Está en cuarto menguante, algo menos que un balón de rugby.

Balance del día y mi primera noche en Voorne Putten.
He terminado la jornada con sensación de haber caminado mucho. Mucha playa con una en que he disfrutado de baños con Wim, otro abuelete de mi edad, aunque sin nietos. En Renesse, desacierto en la elección del desayuno, pero la bakkerij ha sido un buen lugar que he utilizado como despacho de oficina. Lo peor ha sido el rato de intensa lluvia, aunque me he mojado poco, y el rato por interior entre Renesse y Ellemeet. Los chavales que me he encontrado en la playa donde duermo, me podrían haber dado mejor juego. No lo he sabido hacer bien.

jueves, 11 de enero de 2018

Etapa 42 (399) Kasteel Westhove-Strand Loper


Etapa 42 (399) 25 de julio de 2013, jueves.
Kasteel Westhove (Oostkapelle)-Oranjezon-Vrouwenpolder-Westenchouwen-Strand Loper (Nieuw-Haamstede).


Amanecer en el castillo.
Me despierto a las seis, orino, y me vuelvo a acostar. Me levanto definitivamente a las 7:40 horas. Intento defecar, para andar mas ligero de equipaje, pero infructuosamente. Padre e hijo ya están en danza y, a pesar de que los otros dos duermen, me afeito sin temor de que el motor suave de mi afeitadora nuble el profundo sueño de los durmientes. 

Los ciclistas belgas bajan a desayunar, mientras hago mi mochila, deshago la cama y me dispongo también a bajar. Cuando llego a la puerta del comedor, todavía no han abierto, así que salimos a la explanada exterior del castillo. Ellos aprovechan para comprobar el perfecto estado de funcionamiento de sus máquinas rodadoras. En un recorrido ciclista, tan importante como el buen estado físico corporal es el del vehículo que les transporta. Hoy es el último día de los tres que se han planteado para cumplir el recorrido previsto. Como siguen sin abrir el comedor, me animo a poner un correo a Sara, pero lo hago tan mal que resulta tiempo perdido y, ni siquiera consigo que me lo guarde como borrador. Desde la incorporación de Outlook, me encuentro más torpe con el sistema.

Desayuno en Kasteel Westhove.
Entro a desayunar. Bebo dos zumos de manzana como acompañamiento al bocadillo que me he hecho con chorizo, salchichón, mortadela y jamón de york, que en Holanda no sé si será de París o de Ámsterdam. 
 
También un quesito a las finas hierbas. Un huevo duro, cuya yema no está demasiado cocida. Dos tostadas redondas dulces con mantequilla y mermelada de albaricoque. Y un pastel integral de chocolate. Una pera Conferencia que está muy dura. Subo a la habitación y me despido de padre e hijo, que se están limpiando los dientes. Recojo el rebujo de ropa sucia y lo deposito en el gran cestón. En recepción, dejo la tarjeta-llave de la habitación. 


Bien alimentado, ya puedo salir con fuerza a abordar la jornada que comienza. Antes de abandonar el castillo, saco una foto desde el puente de acceso. Al fondo se ve el museo Terra-Maris. También otra foto desde el exterior que va a ser la de la definitiva despedida. 
 

Saliendo de Oostkapelle.
Voy por el camino conocido que recorrí ayer. 
 


Hoy hago alguna variación final que me sacará antes a la costa. Fotografío aguas con nenúfares floridos. Mi intuición ha sido muy buena orientadora. La mañana ha comenzado muy bien, y así continuará al menos hasta las 15:30, hora en la que estoy escribiendo esto y que me voy a quedar sin la documentación mapística necesaria, puesto que a esa hora se me va a presentar la primera ocasión para saber en qué consisten los diques holandeses. 
 
Y el mapa que conseguí en Vlissingen, de la isla de Walcheren, en cuanto pase el dique hacia la de Noord Beveland, me ofrece otro dique hacia el Norte y allí ya estaré “in albis”. Pero no adelantemos acontecimientos. De momento voy por un magnífico camino entre arboleda que proporciona sombra a la buena temperatura.

  


Slikkenbosch. Caballos en la playa.
Así he llegado a una playa anchísima y larguísima y, por la orilla, aprecio una reata de jinetes a caballo. Son once, y se esconden entre los separadores que van del interior a la orilla. 
 
En realidad lo que ocultan estos separadores no son más que las patas de los cuadrúpedos, sin conseguirlo completamente. La mayoría son damas y caminan al paso. En la parte de la playa en que se mantiene la arena seca, puesto que no le afecta la llegada de la pleamar, los tocones que cumplen función de sujeción de arena, aquí son un inconveniente para el caminante, ya que cualquier descuido puede dañarte los pies. Hay que ir manteniendo la atención. En esta playa las casetas de baño no mantienen la misma estructura uniforme de estos dos últimos días, puesto que se ofrecen no adosadas unas a otras y están muy próximas a las dunas consolidadas.  
Voy a ir pasando por lugares donde se ofrecen nombres como Oranjezon, que pareciera un espacio verde natural y que podría traducirse como Zona Naranja, y otra que sería el Polder Beekhoeks. Para mis efectos, todo va a ser una larguísima playa por la que caminaré orillado. Voy a seguir viendo algunos jinetes a caballo más, pasaré por nuevas casetas de baños e instalaciones de hostelería, pero ni me acerco puesto que a esta primera hora, bien alimentado, no las necesito. 
 
Me sirve para ver indicadores diversos con las delimitaciones de los espacios de la playa, muchas de ellas ni las entiendo. Después de pasar varias, llego a una en la que se delimitan las horas en que no puede haber perros en la playa, las horas para hacer uso de los parapentes y las de prohibición de cabalgaduras equinas. Entre las 10:00 y las 19:00 horas. 
 
Las casetas de baño aquí han vuelto a ser adosadas, como una única fila. La duna sigue la misma línea. Cuando llego a una señal con una estrella de cinco puntas, no logro adivinar qué es lo que quiere significar. 
 

En otro espacio veo un indicador en azul y me acerco por si se tratara de algún indicador de nudismo. Cuando llego, creo que lo que indica es que se cuiden las dunas, como un bien de naturaleza a proteger. Veo que la duna tiene sus hierbas propias pero espaciadas, una duna vulnerable que exige verdadera educación ambiental por parte de los usuarios de la playa. Da la impresión de que estos holandeses se muestran civilizados. No seré yo quien me comporte mal. 

Pero siguiendo adelante, pongo en duda alguna de las actuaciones, pues se ve que los servicios de limpieza, han cogido un espacio para almacenar sus detritos. Me recuerda a la zona de las gemelas junto a los muros de delimitación de la zona nudista en Hendaia. Se ve que en todas partes cuecen habas.

Nudismo señalizado. Nico.
Sigo por la orilla, por zona en que ayer en Internet ya pude saber que venía zona nudista. No sé si el bolígrafo intuye que voy a poner la palabra prohibida y deja de escribir. Se ha agotado, así que lo tiro y empiezo con boli azul. También en el albergue, ayer, recibí dos correos de Pedro que sufrieron censura. ¡Y estamos en la liberal Holanda! Ahora sin separadores, no tengo problemas para caminar por la orilla. Las pocas personas que van por la playa ban vestidas. Veo a un hombre que me parece va sin bañador, pero no deja de ser un espejismo. Lo compruebo cuando se acerca. Tras mucho rato de andar, con más caballos a los que se prohíbe ir por la parte alta. Parece que sus cagadas no sean tan peligrosas, ni contaminantes, por la orilla. No se si las señales de prohibición horaria las entienden los equinos, o sólo son para que las lean caballeros y caballeras. Por fin, hacia las diez, empiezo a ver algún desnudo por la zona de las dunas. Pronto veo a otro que baja de la duna. Decido desnudarme y, sin bajar a bañarme a la orilla, llamar a Sara. Todo va bien por allí. Esta semana termina el curso de natación que están haciendo mis nietos menores, Gari y Jokin. Julen está haciendo uno de multideportes, una vez que finalizó el de buceo y, a Lander, sólo lo ven en fotos que reciben a través del blog de las colonias. Lo ven menos protagonista que el pasado año. Eso está bien. Acabada la conversación, me doy un refrescante baño, de lo que ya estaba a deseo. Veo pasar corriendo por la orilla, desnudo, a Nico. Corre hacia el sudoeste. Se va lejos. Luego me dirá que la zona nudista abarca unos cuatro kilómetros. Camino también un rato por la orilla, dejando todas mis posesiones en la duna donde las he descargado. No tengo ningún temor de que nadie me robe. Más me intranquiliza, sin embargo, que no me vaya bien la Visa. Es una felicidad poder pasear sin mochilas, sin más peso soportado por mis huesos que el de la carne y el pellejo que, según pasa el verano, va siendo más liviano. Ya veremos cuantos kilos pierdo este año. Me vuelvo a bañar y ahora sí me doy crema protectora, puesto que se está tan bien que voy a alargar el tiempo de disfrute de los rayos solares. Nico me ha recordado, al verlo correr, el cross nudista que se celebra en Sopelana todos los años. Ahora, a su regreso, no le digo nada a ese respecto, pero cuando veo que su toalla y su sombrilla está a cien metros de donde estoy yo tumbado, me acerco y se lo comento. Me dice que nunca ha oído hablar de ese cross. Estoy un rato contándole mi viaje y mi encuentro de este verano con Suzanne Clèment, cuya experiencia le encanta. También le hablo del trasiego homosexual de las dunas de Berck-sur-Mer y de mi proyecto de hacer con mi amigo Txema la ruta Licia por tierras de Anatolia, la Turquía continental asiática. Pasados unos meses de la oferta de mi amigo, y de haberla rechazado, en estas fechas ya me había convencido de que me convenía hacer la Ruta Licia con él. Nico me habla de la costa italiana como lugar ideal para disfrutar. 
 

Le cuento todos mis viajes desde que me jubilé y utilizo la arena para dibujar mapas. Cuando el idioma de comunicación no es común, dibujar es un recurso que la facilita. Menos mal que él sabe algo de francés. Estoy muy a gusto charlando con él y parece que también él con las historias que le cuento. Como he llegado hacia las diez y son las doce, y me he dado ya el cuarto baño, le pido que me haga una foto para el recuerdo, de tal forma que, al fondo, ya se puede apreciar el primer dique, esperado y temido. Pronto voy a saber que todo va a ser mucho más sencillo. De lejos, parece que es como si fuera un puente poco nítido, puesto que está semioculto por la niebla. En la foto de Nico, está su toalla en tonos azules y su sombrilla con sol y toro que, más parece una sombrilla tipical hispanish.

Walcheren-Noord Beveland. 
Por arena hacia el dique: Stormvloedkering Oesterschelde.
Me despido de Nico y durante un rato voy a ir por zona de playa en la que conviven nudistas y textiles. 

Una vez de haber disfrutado de un largo rato desnudo, ya voy despreocupado. La playa no cambia de tónica y, como del lado del mar, la visión es similar, ni me doy cuenta de que estoy caminando por un estrecho paso con carretera en el que la N-57 se va a convertir en la N-255. Este paso permite un cambio de isla que no detecto; abandono Walcheren y estoy pasando a Noord-Beveland. El Veerse Meer ni lo veo, oculto por la duna. 
 
Regreso con la cámara mirando hacia el lugar donde quedó Nico para sacar un cartel indicador que prohíbe el tránsito de perros por esa zona en dos kilómetros. Pasado un rato, ya todo el mundo está con bañador. La playa sigue siendo anchísima, se ve que continuamos en marea baja. Lo que más me sorprende es ver los barcos muy cercanos a la orilla, lo que me hacen pensar que son de bajo calado. 

En caso contrario rozaría su quilla con los arenales. El dique se va apreciando mejor a medida que me acerco y se va disipando la niebla. En la tercera foto ya va siendo más nítido. Pronto veré pescadores de caña de orilla y algunos bañistas jóvenes.


Reddingsbrigade en Vrouwenpolder.
Esta va siendo la tónica de esta paso entre islas, hasta que llego a donde vigila una pareja de socorristas. 

Hablo con ellos y pido a uno que se gire, para que se vea el atuendo completo por ambos lados. 


 

Me da lo mismo que se ponga de espalda ella que él, pero es la chica la que lo hace y en su espalda se puede leer el nombre que ya se me va haciendo familiar: Reddingsbrigade. 


 

Ellos son los que me informan de mi error, pues lo que yo creía primer dique de paso a la isla de Noord-Beveland, resulta ser el que va de esta última a Schouwen-Duiveland que, como veremos en el otro mapa, resulta ser un triple dique, que ya me familiariza con el sistema y no temeré más. Me despido de los socorristas y me voy acercando al arranque del primer tramo del dique.



Mi primer dique holandés.
Ya no me queda más remedio que abandonar la arena de tan larguisima playa, que me ha permitido disfrutar de nudismo, de charla con el amigo Nico y con los socorristas. Se trata de un arranque pétreo embreado de tal forma que da la impresión de ser un espacio natural creado por el deslizamiento de la lava de algún volcán imposible pues, en estas tierras bajas y llanas, la ausencia de montañas es la tónica más destacada. Entre las piedras, la brea va creando surcos que permiten que los pies se aferren bien al suelo, donde se acumulan hilillos de arena que hacen un jaspeado entre gris y ocre. 
 
Asciendo con facilidad y, ya en la cima, veo el primer dique y recibo el primer flash de tranquilidad. Se trata de un dique doble, el lado de la derecha está exclusivamente dedicado a la circulación rodada a motor en las dos direcciones y, el lado que mejor se me ofrece a primera vista, dispone de un carril central para bicicletas, con dos carriles laterales para peatones, aunque, con la inercia de ir encarrilados, los ciclistas se apoderan del carril peatonal, o al menos es así como yo lo interpreto. 
 
No importa, puesto que cabemos todos. No obstante yo, como peatón, reivindico mi derecho a ir por mi carril y obligo a los ciclistas a que salgan a su ancho carril central. Antes de abandonar este primer arranque, vuelvo mi cámara agradecido a la magnífica playa que voy dejando atrás. Si todas las playas holandesas del Mar del Norte son como ésta, que acabo de finalizar, se me augura un buen final de verano. Otra cosa será lo que me ofrecen los mares interiores del país. 

Me habría gustado darme un baño antes de abandonar la playa, pero hay gente y pescadores de caña y no veo lugar como para bañarme desnudo sin que pueda tener algún problema y, como ya he disfrutado de nudismo, tampoco me urge la necesidad de ejercicio de mi libertad. Empiezo a caminar por el dique y durante quince minutos iré recorriéndolo hasta llegar al extremo contrario. Ofrece torretas e instalaciones captadoras de energía hidráulica que, pronto, voy a ir viendo cómo complementan con los molinos de obtención de energía eólica. En el primer espacio entre diques, ya veo unos cuantos con sus aspas de tres elementos. Así no se pueden confundir con los clásicos de cuatro aspas y que son auténticos molinos para moler. Completado el primer dique, abordo el siguiente tramo. 

Vrouwenpolder. Frituur de Helling.
Estoy en un lugar en que, junto a los postes de obtención de energía eólica, hay amplios malecones donde están implantados y, hacia el lado del mar, cuento hasta cuatro. Nada más llegar, me encuentro con un conejillo fiambre que pasó de sus correrías a descansar de su vida ajetreada a la mortal. Aunque en Brujas ya me desquité de mi deseo de comer conejo en salsa, se me abre el apetito. Veo un lugar donde se me ofrecen fritangas, el chiringuito de Helling y, como el siguiente dique me ofrece un paso hacia el mar interior del Ooster, decido comer aquí. No sé que otras probabilidades de comer me va a ofrecer el siguiente tramo. Como había desayunado bien, no me urgía la necesidad, pero tampoco está mal reponer fuerzas cuando hay esa posibilidad. Con todo, me acerco al frituur de Helling sin mucho convencimiento. Veo a un chaval que va con unas bolas que me parecen de pescado rebozado y acompañadas de mayonesa y voy decidido a pedir algo igual o similar. El hombre que me atiende en el mostrador me dice que se trata del pescado que ellos llaman “kibbeling”, de la familia de los “pollak” (Pollachius pollachius), vamos que, para mi mente calenturienta, es un pescado que tiene que ser “la polla”. Insistiendo, parece que se trata de una especie de bacalao. El que fríe el pescado, parece el dueño de este negocio familiar. Se trata de un conductor de camión que se ha reconvertido. Se ve que estaba harto de la vida esclava de la carretera. Le hablo de mi viaje, mientras prepara mi comanda, y conoce Irun, Biarritz y Saint Brieuc, el lugar de donde partí este verano. Se muestra interesado con la narración de mi viaje y mis 42 días caminando. Más los 66 del año pasado y todos los anteriores desde que comencé en 2006. El pescado quizá no esté frito con el mejor de los aceites de Jaén. Su rebozo es algo más potente que la tempura, una gabardina gruesa que resulta muy crujiente y que como a gusto. Como, al hablarme de la salsa, me ha parecido entender algo así como “garlic”, interpreto que en lugar de mayonesa me ofrecía ali-oli, y es ese el acompañamiento que pido. Con todo, el rebozo y el ali-oli, me empalagan. Acompañado de una cerveza Júpiter, no holandesa, de 2,20 €, pago 7,95 €. Luego bebo otra Júpiter que me la voy a ir bebiendo mientras escribo. Otros 2,20 €. Estoy escribiendo hasta que me dan las cuatro de la tarde. Tiro el bolígrafo de tinta negra, que se me ha acabado, y empiezo con el nuevo de tinta azul.  

Me dicen que el lugar, aunque está en la otra isla, pertenece a Vrouwenpolder, aunque está a mitad de camino de Westenchouwen. A ese lugar es al que me gustaría llegar antes de las cinco para obtener un nuevo mapa, puesto que ya estoy caminando sin documentación. Pero, a pesar de mis deseos, hoy me quedaré sin mapa. Me despido agradecido y me voy, pero me va a tocar esperar porque han retirado el puente para que pasen por el canal todos los barcos del mundo mundial. Antes de marchar, saco foto del frituur de Helling, donde he pasado un grato agradable.

Roompotsluis.
Nada más salir hacia el siguiente dique, ya veo que están entrando por la bocana del mar algunos barcos. El primero me parece de lejos un barco pesquero con colores franceses. El casco en azul y la zona de cabinas y control es en blanco y rojo. 
 
Llego yo antes que él al semáforo en rojo y cuando llega, veo que transporta pasajeros que hacen turismo. Pero, ¿quién me asegura que no sean obreros o pescadores que vienen de faenar? Lo que sí puedo asegurar es que la mayoría de los que navegan en el Neeltje Jans, es masculino. Yo soy una excepción, pues casi todas las personas que esperan a que reverdezca el semáforo, son gentes que viajan en bicicleta. 
 
Todas las bicis soportan las cartolas bien repletas, mientras la barrera roja y blanca las retiene y el Neeltje Jans pasa por el canal. 

 

El único dato que me puede hacer pensar que el barco es para excursiones es el nombre que ahora leo de Sportvisserij. 
 
Después pasa un yate, el Big M. Más tarde un velero blanco de alto mástil. Como no tengo otra cosa que hacer que ir viendo pasar embarcaciones, me entretengo en fotografiarlas. Lo que también me permite apreciar mejor el sistema de conexión de la ruta. Iré sacando fotos del proceso de acercamiento de esta carretera metálica que viene desde el otro lado del canal. 
Después, en colores llamativos rojo y blanco, pasa el yate de vigilancia Geosurveyor. En el otro lado también hay ciclistas a la espera y, una vez pasado el de vigilancia, ya empieza a acercarse la conexión que había quedado acumulada en el lado contrario. 

 











  

Vamos a ver todo el proceso de acercamiento de la carretera que está al otro lado del canal y que, en pocos minutos va a conectarse por el lado en que estoy yo. 
 






En caso contrario nunca podría pasar al otro tramo. Una vez en el otro lado, voy por el carril bici hasta que llego a la primera desviación a la izquierda. Me lleva a una playa con marea alta.

Playa FKK Naaktstrand.
Nada más llegar a esta playa, se me ofrece el cartel de playa nudista, una forma alemana, FKK, (Free, Korp, Kultur) y el Naak también me está siendo ya familiar, del inglés naked, desnudo. La marea alta está a punto ce concluir. Avanzo hasta llegar a la zona donde considero un lugar ideal para quedarme a disfrutar de otro rato de nudismo. 
 
Me alejo de pareja con dos perros. Cuando paso a dos chicos que tienen quitavientos, me desnudo y me doy el primer rico baño de la tarde. En el agua no cubre mucho, pero lo suficiente si nado un poco. He llegado un rato después de las cuatro y estaré aquí hasta las 17:30, tumbado al sol y tras darme un par de baños. 
 
Como a esta hora el sol ya no casca y tengo suficientemente curtida mi piel, ahora ya ni me doy crema protectora. Algunos nudistas se meten entre las hierbas de las dunas pero, si es que hay algo de ligoteo homosexual, éste es muy discreto. Así me parece, después de haber visto aquél tan descarado de Berck-sur-Mer. 
 
A última hora llega un chico que no se desnuda. Vuela en su cometa sobre la arena, pero ni se desliza por el mar. Una vez que me visto, camino hacia el el extremo final de la playa. Allí están los otro cuatro postes de los molinos de viento.

Neeltje Jans.
Cuando consiga el siguiente mapa veré que la siguiente zona, antes de los dos siguientes diques, recibe el nombre que llevaba el barco pesquero que ha cruzado el primero mientras esperaba a que se reanudara el tráfico de bicis por la carretera, que me ha detenido después de comer la especie de bacalao frito: Neeltje Jans. 
 
Más ventiladores de tres aspas por delante y por detrás y más playas. Hago mi broma: Era una playa tan calurosa que para que no se asfixiara la gente tuvieron que poner ventiladores a la entrada y a la salida. Con el grupo de los cuatro que se han quedado atrás, fotografío al del parapente con su artilugio volador. Al fondo se ve otra larga playa que corresponde a la costa más Oeste de la siguiente isla de las del Sur: Schouwen-Duiveland. Allí terminaré hoy mi jornada. La duna ha crecido algo y ya estoy en medio del Neeltje Jans. Este espacio construido artificialmente forma una especie de piscinas y no sé si configura piscifactorías u otros lugares protegidos para defensa de embarcaciones del embate de la mar. De momento, no veo barco alguno, aunque sí pequeñas plataformas entrelazadas. Algunos se bañan en la orilla, donde destacan sus arenas blancas. Al fondo se ven los dos tramos de dique-esclusa que deberé pasar antes de llegar a la nueva isla. Entre ambos, el espacio que en el mapa de mañana veré que se llama Roggenplaat.
 
Siguiendo la carretera peatonal y ciclista, llego al arranque de estos dos nuevos tramos. También va en paralelo la carretera n.º 57. De encima de la duna ya había visto por dónde iba la carretera, pero voy vadeando hasta llegar. Ahora se repite el tipo de asfalto volcánico del arranque del dique, igual al que me ha sorprendido esta mañana. 
 
Estos diques en la realidad no lo son, ni permiten el paso a embarcaciones salvo en lugares concretos y delimitados, como el que he visto pasar los barcos. En realidad toda la parafernalia que conllevan está destinada a la obtención de energía procedente del movimiento marino. Me parece un gran acierto de estos Países Bajos y que complementan con la eólica que obtienen de los ventiladores aéreos de tres aspas. Todo son suposiciones mías, puesto que nadie me lo dice. ¿Tendré oportunidad de conocerlo más científicamente? Si tengo ocasión, lo preguntaré.

Dos tramos gemelos de esclusas. Roggenplaat.
El primero me cuesta unos diez minutos pasarlo y, el segundo, un poco más. Dos ciclistas me adelantan. Y sin dejar de caminar ni tomarme un descanso, paso el Roggenplaat, que es el espacio intermedio, que es como un islote sin otra función aparente que la de hacer de soporte a los dos diques. 

Continúo por el segundo tramo de dique. Y, siguiendo igual esquema de murete de lava, llego a la primera playa de la nueva isla. Me oculto parcialmente para orinar. La playa ofrece una gran inclinación hacia el agua, pero sólo en la primera parte. Sigo hasta un muro plataforma redondeada y asciendo vadeándolo. 
 
En la zona alta hay como un redil para aparcar bicicletas, que fotografiaré al regreso de Westenschouwen, que es el más próximo núcleo de población y hacia donde me dirijo. Una pareja me dice que también puedo ir caminando por la playa, pero él me recomienda que lo haga por la carretera, por el carril bici que va a la izquierda. Tengo que retroceder algo de lo avanzado por la playa y vuelvo al redil de bicis.


Westenschouwen.
La carretera es estrecha pero suficiente para la circulación que soporta. Paso por un espacio arbolado que hace como un túnel vegetal y pronto llego al cartel indicador de población. Tal como aparece en azul el nombre, interpreto que esta pequeña ciudad es como el Oeste de la isla de Schouwen-Duiveland. Caminan delante dos mujeres y un hombre con los que me explico en inglés y cuenta a grandes rasgos mi camino. 
 
Una de las mujeres me recomienda que cene en un italiano.

Il Gallo di Firenze.
Enseguida llego al restaurante recomendado. Pido una antiasto de 10,50 € que lo único que ofrece de verde es la rúcula y las alcaparras. El resto son dos especies de jamón, dos lonchas de salami, trocitos de melón, piñones, ajonjolíes y tomate rojo desecado. En conjunto todo está rico. Para entrante me han traído un pequeño bocadillo de no sé qué pero que estaba comestible. Ahora me traen un cuenquito de aceite y otro de cacahuetes triturados. Me lo iré comiendo con pan. La ensalada traía una tostada. Pensando en una cena frugal, ha resultado una rica cena. Acabo pagando con Visa 13,20 € y me hace feliz saber que la tarjeta vuelve a funcionar bien. ¡Una sorpresa grata para finalizar la jornada! A las 20:10 horas ya he terminado de cenar, voy al retrete, cago un choricillo en forma de zanahoria y cojo agua del grifo para pasar la noche en la playa. Salgo reconfortado y un señor, que está con un joven, que va a hacer de intérprete, y también otra joven, me saludan y me acerco. 
 

Se entusiasman con mi viaje, sobre todo con el de estos dos últimos años desde el País Vasco. Les parece estupendo que vaya a dormir a la playa y me desean buena suerte. Pensaba ir hacia ella partiendo del lugar en que estoy, pero acabo deshaciendo el recorrido que he hecho al venir y llego al redil de las bicicletas. Ahora sí, lo fotografío.

Westerenban van Schouwen.
Bajo de esta cima a la playa. La playa ya va quedando vacía. Avanza un grupo de personas calzadas que parecen mostrar interés en alguna de las especies de gaviotas. 
 
También irán prestando atención a la preciosa puesta de sol que se nos está empezando a ofrecer. No en vano, toda esta parte de la isla de Schouwen-Duiveland, está perfectamente orientado hacia Poniente. Yo tampoco me resisto a sacar varias fotos. 
 
 
La primera que saco es de la zona más al sur, donde se aprecia el redil de bicis, en la cima, y el final del último dique. La marea está baja. Hacia el Sur el cielo se presenta despejado, pero no ocurre lo mismo hacia el Norte. 
 

Me intranquiliza, pero no por ello voy a dejar de soñar con una noche placentera en la playa. Confiemos en que no llueva hoy. Como todavía es temprano, decido avanzar todo lo que pueda hacia el Norte. Así es como llego a otro cartel que me ofrece esta playa como FKK Strand, Naturistenstrand. 
 
Una buena noticia de playa nudista aunque a estas horas ya no necesito naturismo activo para dormir. Un grupo de jóvenes hacen saltos por las distintas plataformas de las dunas. 

 



Creo que van cogiendo altura para disfrutar mejor de la puesta de sol, pero pronto veo que las abandonan. 

 
Empiezo a ver un chiringuito bien montado, pero tiene demasiadas luces y no me conviene arriesgarme a dormir cerca, no vaya a ser que ofrezca también música alta nocturna. 
 
Hay casetas de playa antes y después, y una familia pulula por la orilla. Decido llegar hasta la caseta final. Dudo en colocarme entre la caseta y la duna. Como ya lo hice el otro día, hoy me quedo entre la antepenúltima y la penúltima de las casetas. La última está sobre un hoyo que, en caso de lluvia me serviría de protección, pero estaría demasiado incómodo.





Durmiendo cerca de Nieuw-Haamstede. Strand Loper.
Ya estoy acostado para las diez y diez. Los chiquillos de la familia que estaban en la orilla se deican a dar grititos poco acordes con la tranquila contemplación del ocaso. Antes he orinado para no tener que hacerlo de noche. La luna llena saldrá de madrugada. El celaje se está quedando espléndido. Justamente entro en el espacio entre casetas estirado. No veo la Osa Mayor en toda la noche. La luna se irá volviendo roja.

Balance de jornada en tres islas.
Prefiero viajar con mapa, pero cuando no lo tengo me busco fórmulas con información de personas que no me hagan ir totalmente desorientado. Hoy he salido de buen albergue y bien desayunado. He disfrutado de tres playas nudistas, algo que me gusta y que aprecio. Muy bien el rato con Nico. Buen día para conocer cómo se camina por los diques. La comida de una especie de bacalao y la cena en italiano han sido suficientes. Haber caminado en tres islas también ha sido experiencia novedosa. Bonita puesta de sol, aunque nubosa.