jueves, 11 de enero de 2018

Etapa 42 (399) Kasteel Westhove-Strand Loper


Etapa 42 (399) 25 de julio de 2013, jueves.
Kasteel Westhove (Oostkapelle)-Oranjezon-Vrouwenpolder-Westenchouwen-Strand Loper (Nieuw-Haamstede).


Amanecer en el castillo.
Me despierto a las seis, orino, y me vuelvo a acostar. Me levanto definitivamente a las 7:40 horas. Intento defecar, para andar mas ligero de equipaje, pero infructuosamente. Padre e hijo ya están en danza y, a pesar de que los otros dos duermen, me afeito sin temor de que el motor suave de mi afeitadora nuble el profundo sueño de los durmientes. 

Los ciclistas belgas bajan a desayunar, mientras hago mi mochila, deshago la cama y me dispongo también a bajar. Cuando llego a la puerta del comedor, todavía no han abierto, así que salimos a la explanada exterior del castillo. Ellos aprovechan para comprobar el perfecto estado de funcionamiento de sus máquinas rodadoras. En un recorrido ciclista, tan importante como el buen estado físico corporal es el del vehículo que les transporta. Hoy es el último día de los tres que se han planteado para cumplir el recorrido previsto. Como siguen sin abrir el comedor, me animo a poner un correo a Sara, pero lo hago tan mal que resulta tiempo perdido y, ni siquiera consigo que me lo guarde como borrador. Desde la incorporación de Outlook, me encuentro más torpe con el sistema.

Desayuno en Kasteel Westhove.
Entro a desayunar. Bebo dos zumos de manzana como acompañamiento al bocadillo que me he hecho con chorizo, salchichón, mortadela y jamón de york, que en Holanda no sé si será de París o de Ámsterdam. 
 
También un quesito a las finas hierbas. Un huevo duro, cuya yema no está demasiado cocida. Dos tostadas redondas dulces con mantequilla y mermelada de albaricoque. Y un pastel integral de chocolate. Una pera Conferencia que está muy dura. Subo a la habitación y me despido de padre e hijo, que se están limpiando los dientes. Recojo el rebujo de ropa sucia y lo deposito en el gran cestón. En recepción, dejo la tarjeta-llave de la habitación. 


Bien alimentado, ya puedo salir con fuerza a abordar la jornada que comienza. Antes de abandonar el castillo, saco una foto desde el puente de acceso. Al fondo se ve el museo Terra-Maris. También otra foto desde el exterior que va a ser la de la definitiva despedida. 
 

Saliendo de Oostkapelle.
Voy por el camino conocido que recorrí ayer. 
 


Hoy hago alguna variación final que me sacará antes a la costa. Fotografío aguas con nenúfares floridos. Mi intuición ha sido muy buena orientadora. La mañana ha comenzado muy bien, y así continuará al menos hasta las 15:30, hora en la que estoy escribiendo esto y que me voy a quedar sin la documentación mapística necesaria, puesto que a esa hora se me va a presentar la primera ocasión para saber en qué consisten los diques holandeses. 
 
Y el mapa que conseguí en Vlissingen, de la isla de Walcheren, en cuanto pase el dique hacia la de Noord Beveland, me ofrece otro dique hacia el Norte y allí ya estaré “in albis”. Pero no adelantemos acontecimientos. De momento voy por un magnífico camino entre arboleda que proporciona sombra a la buena temperatura.

  


Slikkenbosch. Caballos en la playa.
Así he llegado a una playa anchísima y larguísima y, por la orilla, aprecio una reata de jinetes a caballo. Son once, y se esconden entre los separadores que van del interior a la orilla. 
 
En realidad lo que ocultan estos separadores no son más que las patas de los cuadrúpedos, sin conseguirlo completamente. La mayoría son damas y caminan al paso. En la parte de la playa en que se mantiene la arena seca, puesto que no le afecta la llegada de la pleamar, los tocones que cumplen función de sujeción de arena, aquí son un inconveniente para el caminante, ya que cualquier descuido puede dañarte los pies. Hay que ir manteniendo la atención. En esta playa las casetas de baño no mantienen la misma estructura uniforme de estos dos últimos días, puesto que se ofrecen no adosadas unas a otras y están muy próximas a las dunas consolidadas.  
Voy a ir pasando por lugares donde se ofrecen nombres como Oranjezon, que pareciera un espacio verde natural y que podría traducirse como Zona Naranja, y otra que sería el Polder Beekhoeks. Para mis efectos, todo va a ser una larguísima playa por la que caminaré orillado. Voy a seguir viendo algunos jinetes a caballo más, pasaré por nuevas casetas de baños e instalaciones de hostelería, pero ni me acerco puesto que a esta primera hora, bien alimentado, no las necesito. 
 
Me sirve para ver indicadores diversos con las delimitaciones de los espacios de la playa, muchas de ellas ni las entiendo. Después de pasar varias, llego a una en la que se delimitan las horas en que no puede haber perros en la playa, las horas para hacer uso de los parapentes y las de prohibición de cabalgaduras equinas. Entre las 10:00 y las 19:00 horas. 
 
Las casetas de baño aquí han vuelto a ser adosadas, como una única fila. La duna sigue la misma línea. Cuando llego a una señal con una estrella de cinco puntas, no logro adivinar qué es lo que quiere significar. 
 

En otro espacio veo un indicador en azul y me acerco por si se tratara de algún indicador de nudismo. Cuando llego, creo que lo que indica es que se cuiden las dunas, como un bien de naturaleza a proteger. Veo que la duna tiene sus hierbas propias pero espaciadas, una duna vulnerable que exige verdadera educación ambiental por parte de los usuarios de la playa. Da la impresión de que estos holandeses se muestran civilizados. No seré yo quien me comporte mal. 

Pero siguiendo adelante, pongo en duda alguna de las actuaciones, pues se ve que los servicios de limpieza, han cogido un espacio para almacenar sus detritos. Me recuerda a la zona de las gemelas junto a los muros de delimitación de la zona nudista en Hendaia. Se ve que en todas partes cuecen habas.

Nudismo señalizado. Nico.
Sigo por la orilla, por zona en que ayer en Internet ya pude saber que venía zona nudista. No sé si el bolígrafo intuye que voy a poner la palabra prohibida y deja de escribir. Se ha agotado, así que lo tiro y empiezo con boli azul. También en el albergue, ayer, recibí dos correos de Pedro que sufrieron censura. ¡Y estamos en la liberal Holanda! Ahora sin separadores, no tengo problemas para caminar por la orilla. Las pocas personas que van por la playa ban vestidas. Veo a un hombre que me parece va sin bañador, pero no deja de ser un espejismo. Lo compruebo cuando se acerca. Tras mucho rato de andar, con más caballos a los que se prohíbe ir por la parte alta. Parece que sus cagadas no sean tan peligrosas, ni contaminantes, por la orilla. No se si las señales de prohibición horaria las entienden los equinos, o sólo son para que las lean caballeros y caballeras. Por fin, hacia las diez, empiezo a ver algún desnudo por la zona de las dunas. Pronto veo a otro que baja de la duna. Decido desnudarme y, sin bajar a bañarme a la orilla, llamar a Sara. Todo va bien por allí. Esta semana termina el curso de natación que están haciendo mis nietos menores, Gari y Jokin. Julen está haciendo uno de multideportes, una vez que finalizó el de buceo y, a Lander, sólo lo ven en fotos que reciben a través del blog de las colonias. Lo ven menos protagonista que el pasado año. Eso está bien. Acabada la conversación, me doy un refrescante baño, de lo que ya estaba a deseo. Veo pasar corriendo por la orilla, desnudo, a Nico. Corre hacia el sudoeste. Se va lejos. Luego me dirá que la zona nudista abarca unos cuatro kilómetros. Camino también un rato por la orilla, dejando todas mis posesiones en la duna donde las he descargado. No tengo ningún temor de que nadie me robe. Más me intranquiliza, sin embargo, que no me vaya bien la Visa. Es una felicidad poder pasear sin mochilas, sin más peso soportado por mis huesos que el de la carne y el pellejo que, según pasa el verano, va siendo más liviano. Ya veremos cuantos kilos pierdo este año. Me vuelvo a bañar y ahora sí me doy crema protectora, puesto que se está tan bien que voy a alargar el tiempo de disfrute de los rayos solares. Nico me ha recordado, al verlo correr, el cross nudista que se celebra en Sopelana todos los años. Ahora, a su regreso, no le digo nada a ese respecto, pero cuando veo que su toalla y su sombrilla está a cien metros de donde estoy yo tumbado, me acerco y se lo comento. Me dice que nunca ha oído hablar de ese cross. Estoy un rato contándole mi viaje y mi encuentro de este verano con Suzanne Clèment, cuya experiencia le encanta. También le hablo del trasiego homosexual de las dunas de Berck-sur-Mer y de mi proyecto de hacer con mi amigo Txema la ruta Licia por tierras de Anatolia, la Turquía continental asiática. Pasados unos meses de la oferta de mi amigo, y de haberla rechazado, en estas fechas ya me había convencido de que me convenía hacer la Ruta Licia con él. Nico me habla de la costa italiana como lugar ideal para disfrutar. 
 

Le cuento todos mis viajes desde que me jubilé y utilizo la arena para dibujar mapas. Cuando el idioma de comunicación no es común, dibujar es un recurso que la facilita. Menos mal que él sabe algo de francés. Estoy muy a gusto charlando con él y parece que también él con las historias que le cuento. Como he llegado hacia las diez y son las doce, y me he dado ya el cuarto baño, le pido que me haga una foto para el recuerdo, de tal forma que, al fondo, ya se puede apreciar el primer dique, esperado y temido. Pronto voy a saber que todo va a ser mucho más sencillo. De lejos, parece que es como si fuera un puente poco nítido, puesto que está semioculto por la niebla. En la foto de Nico, está su toalla en tonos azules y su sombrilla con sol y toro que, más parece una sombrilla tipical hispanish.

Walcheren-Noord Beveland. 
Por arena hacia el dique: Stormvloedkering Oesterschelde.
Me despido de Nico y durante un rato voy a ir por zona de playa en la que conviven nudistas y textiles. 

Una vez de haber disfrutado de un largo rato desnudo, ya voy despreocupado. La playa no cambia de tónica y, como del lado del mar, la visión es similar, ni me doy cuenta de que estoy caminando por un estrecho paso con carretera en el que la N-57 se va a convertir en la N-255. Este paso permite un cambio de isla que no detecto; abandono Walcheren y estoy pasando a Noord-Beveland. El Veerse Meer ni lo veo, oculto por la duna. 
 
Regreso con la cámara mirando hacia el lugar donde quedó Nico para sacar un cartel indicador que prohíbe el tránsito de perros por esa zona en dos kilómetros. Pasado un rato, ya todo el mundo está con bañador. La playa sigue siendo anchísima, se ve que continuamos en marea baja. Lo que más me sorprende es ver los barcos muy cercanos a la orilla, lo que me hacen pensar que son de bajo calado. 

En caso contrario rozaría su quilla con los arenales. El dique se va apreciando mejor a medida que me acerco y se va disipando la niebla. En la tercera foto ya va siendo más nítido. Pronto veré pescadores de caña de orilla y algunos bañistas jóvenes.


Reddingsbrigade en Vrouwenpolder.
Esta va siendo la tónica de esta paso entre islas, hasta que llego a donde vigila una pareja de socorristas. 

Hablo con ellos y pido a uno que se gire, para que se vea el atuendo completo por ambos lados. 


 

Me da lo mismo que se ponga de espalda ella que él, pero es la chica la que lo hace y en su espalda se puede leer el nombre que ya se me va haciendo familiar: Reddingsbrigade. 


 

Ellos son los que me informan de mi error, pues lo que yo creía primer dique de paso a la isla de Noord-Beveland, resulta ser el que va de esta última a Schouwen-Duiveland que, como veremos en el otro mapa, resulta ser un triple dique, que ya me familiariza con el sistema y no temeré más. Me despido de los socorristas y me voy acercando al arranque del primer tramo del dique.



Mi primer dique holandés.
Ya no me queda más remedio que abandonar la arena de tan larguisima playa, que me ha permitido disfrutar de nudismo, de charla con el amigo Nico y con los socorristas. Se trata de un arranque pétreo embreado de tal forma que da la impresión de ser un espacio natural creado por el deslizamiento de la lava de algún volcán imposible pues, en estas tierras bajas y llanas, la ausencia de montañas es la tónica más destacada. Entre las piedras, la brea va creando surcos que permiten que los pies se aferren bien al suelo, donde se acumulan hilillos de arena que hacen un jaspeado entre gris y ocre. 
 
Asciendo con facilidad y, ya en la cima, veo el primer dique y recibo el primer flash de tranquilidad. Se trata de un dique doble, el lado de la derecha está exclusivamente dedicado a la circulación rodada a motor en las dos direcciones y, el lado que mejor se me ofrece a primera vista, dispone de un carril central para bicicletas, con dos carriles laterales para peatones, aunque, con la inercia de ir encarrilados, los ciclistas se apoderan del carril peatonal, o al menos es así como yo lo interpreto. 
 
No importa, puesto que cabemos todos. No obstante yo, como peatón, reivindico mi derecho a ir por mi carril y obligo a los ciclistas a que salgan a su ancho carril central. Antes de abandonar este primer arranque, vuelvo mi cámara agradecido a la magnífica playa que voy dejando atrás. Si todas las playas holandesas del Mar del Norte son como ésta, que acabo de finalizar, se me augura un buen final de verano. Otra cosa será lo que me ofrecen los mares interiores del país. 

Me habría gustado darme un baño antes de abandonar la playa, pero hay gente y pescadores de caña y no veo lugar como para bañarme desnudo sin que pueda tener algún problema y, como ya he disfrutado de nudismo, tampoco me urge la necesidad de ejercicio de mi libertad. Empiezo a caminar por el dique y durante quince minutos iré recorriéndolo hasta llegar al extremo contrario. Ofrece torretas e instalaciones captadoras de energía hidráulica que, pronto, voy a ir viendo cómo complementan con los molinos de obtención de energía eólica. En el primer espacio entre diques, ya veo unos cuantos con sus aspas de tres elementos. Así no se pueden confundir con los clásicos de cuatro aspas y que son auténticos molinos para moler. Completado el primer dique, abordo el siguiente tramo. 

Vrouwenpolder. Frituur de Helling.
Estoy en un lugar en que, junto a los postes de obtención de energía eólica, hay amplios malecones donde están implantados y, hacia el lado del mar, cuento hasta cuatro. Nada más llegar, me encuentro con un conejillo fiambre que pasó de sus correrías a descansar de su vida ajetreada a la mortal. Aunque en Brujas ya me desquité de mi deseo de comer conejo en salsa, se me abre el apetito. Veo un lugar donde se me ofrecen fritangas, el chiringuito de Helling y, como el siguiente dique me ofrece un paso hacia el mar interior del Ooster, decido comer aquí. No sé que otras probabilidades de comer me va a ofrecer el siguiente tramo. Como había desayunado bien, no me urgía la necesidad, pero tampoco está mal reponer fuerzas cuando hay esa posibilidad. Con todo, me acerco al frituur de Helling sin mucho convencimiento. Veo a un chaval que va con unas bolas que me parecen de pescado rebozado y acompañadas de mayonesa y voy decidido a pedir algo igual o similar. El hombre que me atiende en el mostrador me dice que se trata del pescado que ellos llaman “kibbeling”, de la familia de los “pollak” (Pollachius pollachius), vamos que, para mi mente calenturienta, es un pescado que tiene que ser “la polla”. Insistiendo, parece que se trata de una especie de bacalao. El que fríe el pescado, parece el dueño de este negocio familiar. Se trata de un conductor de camión que se ha reconvertido. Se ve que estaba harto de la vida esclava de la carretera. Le hablo de mi viaje, mientras prepara mi comanda, y conoce Irun, Biarritz y Saint Brieuc, el lugar de donde partí este verano. Se muestra interesado con la narración de mi viaje y mis 42 días caminando. Más los 66 del año pasado y todos los anteriores desde que comencé en 2006. El pescado quizá no esté frito con el mejor de los aceites de Jaén. Su rebozo es algo más potente que la tempura, una gabardina gruesa que resulta muy crujiente y que como a gusto. Como, al hablarme de la salsa, me ha parecido entender algo así como “garlic”, interpreto que en lugar de mayonesa me ofrecía ali-oli, y es ese el acompañamiento que pido. Con todo, el rebozo y el ali-oli, me empalagan. Acompañado de una cerveza Júpiter, no holandesa, de 2,20 €, pago 7,95 €. Luego bebo otra Júpiter que me la voy a ir bebiendo mientras escribo. Otros 2,20 €. Estoy escribiendo hasta que me dan las cuatro de la tarde. Tiro el bolígrafo de tinta negra, que se me ha acabado, y empiezo con el nuevo de tinta azul.  

Me dicen que el lugar, aunque está en la otra isla, pertenece a Vrouwenpolder, aunque está a mitad de camino de Westenchouwen. A ese lugar es al que me gustaría llegar antes de las cinco para obtener un nuevo mapa, puesto que ya estoy caminando sin documentación. Pero, a pesar de mis deseos, hoy me quedaré sin mapa. Me despido agradecido y me voy, pero me va a tocar esperar porque han retirado el puente para que pasen por el canal todos los barcos del mundo mundial. Antes de marchar, saco foto del frituur de Helling, donde he pasado un grato agradable.

Roompotsluis.
Nada más salir hacia el siguiente dique, ya veo que están entrando por la bocana del mar algunos barcos. El primero me parece de lejos un barco pesquero con colores franceses. El casco en azul y la zona de cabinas y control es en blanco y rojo. 
 
Llego yo antes que él al semáforo en rojo y cuando llega, veo que transporta pasajeros que hacen turismo. Pero, ¿quién me asegura que no sean obreros o pescadores que vienen de faenar? Lo que sí puedo asegurar es que la mayoría de los que navegan en el Neeltje Jans, es masculino. Yo soy una excepción, pues casi todas las personas que esperan a que reverdezca el semáforo, son gentes que viajan en bicicleta. 
 
Todas las bicis soportan las cartolas bien repletas, mientras la barrera roja y blanca las retiene y el Neeltje Jans pasa por el canal. 

 

El único dato que me puede hacer pensar que el barco es para excursiones es el nombre que ahora leo de Sportvisserij. 
 
Después pasa un yate, el Big M. Más tarde un velero blanco de alto mástil. Como no tengo otra cosa que hacer que ir viendo pasar embarcaciones, me entretengo en fotografiarlas. Lo que también me permite apreciar mejor el sistema de conexión de la ruta. Iré sacando fotos del proceso de acercamiento de esta carretera metálica que viene desde el otro lado del canal. 
Después, en colores llamativos rojo y blanco, pasa el yate de vigilancia Geosurveyor. En el otro lado también hay ciclistas a la espera y, una vez pasado el de vigilancia, ya empieza a acercarse la conexión que había quedado acumulada en el lado contrario. 

 











  

Vamos a ver todo el proceso de acercamiento de la carretera que está al otro lado del canal y que, en pocos minutos va a conectarse por el lado en que estoy yo. 
 






En caso contrario nunca podría pasar al otro tramo. Una vez en el otro lado, voy por el carril bici hasta que llego a la primera desviación a la izquierda. Me lleva a una playa con marea alta.

Playa FKK Naaktstrand.
Nada más llegar a esta playa, se me ofrece el cartel de playa nudista, una forma alemana, FKK, (Free, Korp, Kultur) y el Naak también me está siendo ya familiar, del inglés naked, desnudo. La marea alta está a punto ce concluir. Avanzo hasta llegar a la zona donde considero un lugar ideal para quedarme a disfrutar de otro rato de nudismo. 
 
Me alejo de pareja con dos perros. Cuando paso a dos chicos que tienen quitavientos, me desnudo y me doy el primer rico baño de la tarde. En el agua no cubre mucho, pero lo suficiente si nado un poco. He llegado un rato después de las cuatro y estaré aquí hasta las 17:30, tumbado al sol y tras darme un par de baños. 
 
Como a esta hora el sol ya no casca y tengo suficientemente curtida mi piel, ahora ya ni me doy crema protectora. Algunos nudistas se meten entre las hierbas de las dunas pero, si es que hay algo de ligoteo homosexual, éste es muy discreto. Así me parece, después de haber visto aquél tan descarado de Berck-sur-Mer. 
 
A última hora llega un chico que no se desnuda. Vuela en su cometa sobre la arena, pero ni se desliza por el mar. Una vez que me visto, camino hacia el el extremo final de la playa. Allí están los otro cuatro postes de los molinos de viento.

Neeltje Jans.
Cuando consiga el siguiente mapa veré que la siguiente zona, antes de los dos siguientes diques, recibe el nombre que llevaba el barco pesquero que ha cruzado el primero mientras esperaba a que se reanudara el tráfico de bicis por la carretera, que me ha detenido después de comer la especie de bacalao frito: Neeltje Jans. 
 
Más ventiladores de tres aspas por delante y por detrás y más playas. Hago mi broma: Era una playa tan calurosa que para que no se asfixiara la gente tuvieron que poner ventiladores a la entrada y a la salida. Con el grupo de los cuatro que se han quedado atrás, fotografío al del parapente con su artilugio volador. Al fondo se ve otra larga playa que corresponde a la costa más Oeste de la siguiente isla de las del Sur: Schouwen-Duiveland. Allí terminaré hoy mi jornada. La duna ha crecido algo y ya estoy en medio del Neeltje Jans. Este espacio construido artificialmente forma una especie de piscinas y no sé si configura piscifactorías u otros lugares protegidos para defensa de embarcaciones del embate de la mar. De momento, no veo barco alguno, aunque sí pequeñas plataformas entrelazadas. Algunos se bañan en la orilla, donde destacan sus arenas blancas. Al fondo se ven los dos tramos de dique-esclusa que deberé pasar antes de llegar a la nueva isla. Entre ambos, el espacio que en el mapa de mañana veré que se llama Roggenplaat.
 
Siguiendo la carretera peatonal y ciclista, llego al arranque de estos dos nuevos tramos. También va en paralelo la carretera n.º 57. De encima de la duna ya había visto por dónde iba la carretera, pero voy vadeando hasta llegar. Ahora se repite el tipo de asfalto volcánico del arranque del dique, igual al que me ha sorprendido esta mañana. 
 
Estos diques en la realidad no lo son, ni permiten el paso a embarcaciones salvo en lugares concretos y delimitados, como el que he visto pasar los barcos. En realidad toda la parafernalia que conllevan está destinada a la obtención de energía procedente del movimiento marino. Me parece un gran acierto de estos Países Bajos y que complementan con la eólica que obtienen de los ventiladores aéreos de tres aspas. Todo son suposiciones mías, puesto que nadie me lo dice. ¿Tendré oportunidad de conocerlo más científicamente? Si tengo ocasión, lo preguntaré.

Dos tramos gemelos de esclusas. Roggenplaat.
El primero me cuesta unos diez minutos pasarlo y, el segundo, un poco más. Dos ciclistas me adelantan. Y sin dejar de caminar ni tomarme un descanso, paso el Roggenplaat, que es el espacio intermedio, que es como un islote sin otra función aparente que la de hacer de soporte a los dos diques. 

Continúo por el segundo tramo de dique. Y, siguiendo igual esquema de murete de lava, llego a la primera playa de la nueva isla. Me oculto parcialmente para orinar. La playa ofrece una gran inclinación hacia el agua, pero sólo en la primera parte. Sigo hasta un muro plataforma redondeada y asciendo vadeándolo. 
 
En la zona alta hay como un redil para aparcar bicicletas, que fotografiaré al regreso de Westenschouwen, que es el más próximo núcleo de población y hacia donde me dirijo. Una pareja me dice que también puedo ir caminando por la playa, pero él me recomienda que lo haga por la carretera, por el carril bici que va a la izquierda. Tengo que retroceder algo de lo avanzado por la playa y vuelvo al redil de bicis.


Westenschouwen.
La carretera es estrecha pero suficiente para la circulación que soporta. Paso por un espacio arbolado que hace como un túnel vegetal y pronto llego al cartel indicador de población. Tal como aparece en azul el nombre, interpreto que esta pequeña ciudad es como el Oeste de la isla de Schouwen-Duiveland. Caminan delante dos mujeres y un hombre con los que me explico en inglés y cuenta a grandes rasgos mi camino. 
 
Una de las mujeres me recomienda que cene en un italiano.

Il Gallo di Firenze.
Enseguida llego al restaurante recomendado. Pido una antiasto de 10,50 € que lo único que ofrece de verde es la rúcula y las alcaparras. El resto son dos especies de jamón, dos lonchas de salami, trocitos de melón, piñones, ajonjolíes y tomate rojo desecado. En conjunto todo está rico. Para entrante me han traído un pequeño bocadillo de no sé qué pero que estaba comestible. Ahora me traen un cuenquito de aceite y otro de cacahuetes triturados. Me lo iré comiendo con pan. La ensalada traía una tostada. Pensando en una cena frugal, ha resultado una rica cena. Acabo pagando con Visa 13,20 € y me hace feliz saber que la tarjeta vuelve a funcionar bien. ¡Una sorpresa grata para finalizar la jornada! A las 20:10 horas ya he terminado de cenar, voy al retrete, cago un choricillo en forma de zanahoria y cojo agua del grifo para pasar la noche en la playa. Salgo reconfortado y un señor, que está con un joven, que va a hacer de intérprete, y también otra joven, me saludan y me acerco. 
 

Se entusiasman con mi viaje, sobre todo con el de estos dos últimos años desde el País Vasco. Les parece estupendo que vaya a dormir a la playa y me desean buena suerte. Pensaba ir hacia ella partiendo del lugar en que estoy, pero acabo deshaciendo el recorrido que he hecho al venir y llego al redil de las bicicletas. Ahora sí, lo fotografío.

Westerenban van Schouwen.
Bajo de esta cima a la playa. La playa ya va quedando vacía. Avanza un grupo de personas calzadas que parecen mostrar interés en alguna de las especies de gaviotas. 
 
También irán prestando atención a la preciosa puesta de sol que se nos está empezando a ofrecer. No en vano, toda esta parte de la isla de Schouwen-Duiveland, está perfectamente orientado hacia Poniente. Yo tampoco me resisto a sacar varias fotos. 
 
 
La primera que saco es de la zona más al sur, donde se aprecia el redil de bicis, en la cima, y el final del último dique. La marea está baja. Hacia el Sur el cielo se presenta despejado, pero no ocurre lo mismo hacia el Norte. 
 

Me intranquiliza, pero no por ello voy a dejar de soñar con una noche placentera en la playa. Confiemos en que no llueva hoy. Como todavía es temprano, decido avanzar todo lo que pueda hacia el Norte. Así es como llego a otro cartel que me ofrece esta playa como FKK Strand, Naturistenstrand. 
 
Una buena noticia de playa nudista aunque a estas horas ya no necesito naturismo activo para dormir. Un grupo de jóvenes hacen saltos por las distintas plataformas de las dunas. 

 



Creo que van cogiendo altura para disfrutar mejor de la puesta de sol, pero pronto veo que las abandonan. 

 
Empiezo a ver un chiringuito bien montado, pero tiene demasiadas luces y no me conviene arriesgarme a dormir cerca, no vaya a ser que ofrezca también música alta nocturna. 
 
Hay casetas de playa antes y después, y una familia pulula por la orilla. Decido llegar hasta la caseta final. Dudo en colocarme entre la caseta y la duna. Como ya lo hice el otro día, hoy me quedo entre la antepenúltima y la penúltima de las casetas. La última está sobre un hoyo que, en caso de lluvia me serviría de protección, pero estaría demasiado incómodo.





Durmiendo cerca de Nieuw-Haamstede. Strand Loper.
Ya estoy acostado para las diez y diez. Los chiquillos de la familia que estaban en la orilla se deican a dar grititos poco acordes con la tranquila contemplación del ocaso. Antes he orinado para no tener que hacerlo de noche. La luna llena saldrá de madrugada. El celaje se está quedando espléndido. Justamente entro en el espacio entre casetas estirado. No veo la Osa Mayor en toda la noche. La luna se irá volviendo roja.

Balance de jornada en tres islas.
Prefiero viajar con mapa, pero cuando no lo tengo me busco fórmulas con información de personas que no me hagan ir totalmente desorientado. Hoy he salido de buen albergue y bien desayunado. He disfrutado de tres playas nudistas, algo que me gusta y que aprecio. Muy bien el rato con Nico. Buen día para conocer cómo se camina por los diques. La comida de una especie de bacalao y la cena en italiano han sido suficientes. Haber caminado en tres islas también ha sido experiencia novedosa. Bonita puesta de sol, aunque nubosa.

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