miércoles, 31 de enero de 2018

Etapa 43 (400) Strand Loper-Ellecat Badstrand


Etapa 43 (400) 26 de julio de 2013, viernes.
Strand Loper-Nieuw Haamstede-Renesse-Ellemeet-GOEREE-Stellemdam-Havenhootd-Ellecat Badstrand.








Amanecer en Strand Loper.
Me he levantado durante la noche dos veces a orinar. He dormido relativamente bien. Ha sido un problema de almohada que me había quedado algo dura e incómoda. Además, cada vez que toco con la cabeza la caseta antepenúltima, suena a hueco. Fue una pena pasar ayer por la playa nudista y dejar que finalizara por temor a la lluvia. Ahora podría darme un baño en bolas, pero no lo hago. La playa ponía Naturista y tenía más de un kilómetro. Poco después de empezar a caminar hoy paso por otra nudista y ni me entero. Queda claro que por aquí da lo mismo que lo ponga o que no para que cualquier playa sea considerada apta para practicar nudismo. Pero no adelantemos acontecimientos. 

Son las seis y veinte y me estoy haciendo el remolón. Cuando me levanto a orinar y me dispongo a vestirme, empieza a llover. Al inicio es una llovizna fina, pero se va animando y arrecia. Empiezo a correr. Menos mal que no estoy lejos del pabellón principal de la playa, a unos 150 metros, así que agarro todos los bártulos y corro para refugiarme debajo. Este pabellón me ofrece la posibilidad de saber el nombre de la playa donde he dormido. 
 
A cubierto, bajo la rampa de acceso, me visto y reorganizo mi mochila. Desde el pabellón saco otra foto hacia el Norte y las casetas donde he dormido, con la duna delimitadora. Este “paviljon” pertenece a Nieuw-Haamstede, población que está hacia el interior y a donde, como todavía es temprano y no voy a encontrar nada abierto, ni siquiera me acerco. 
 
Esto lo sabré cuando obtenga el siguiente mapa, puesto que sin él estoy “in albis”. Sigo caminando por la orilla y veo muchos accesos. Encuentro a una chica que está esperando en una rampa de playa y le hago mal la pregunta del pueblo hacia donde voy. Claro, si le pregunto mal, no puedo pretender que la respuesta sea correcta. 

Llega otra chica que desde un camping se acerca a la playa con intención de correr por la misma arena. Ella me rectifica el nombre y así me entero que voy en buena dirección hacia Renesse. Me dice que siga playa adelante y no tengo pérdida. La playa me ofrece algunas pequeñas embarcaciones que realizan pequeñas pescas. Veo castillos en la arena, lo que me hace pensar en playa familiar con niños. También a un joven que llega y se baña. Ha venido con un perro pero el animal parece de secano y no se moja ni las patas. El chico se cambia en zona de arena seca. Llega un matrimonio que toma un baño con bañador. Luego ella se seca y se viste cuidadosa y con gran pudor, mientras que él se queda desnudo y se seca con parsimonia. 

Para gustos se hacen los colores, aunque a veces no se entiende el baño con bañador para luego estar tal cual en bolas. El hombre mientras se viste me confirma la buena dirección hacia la que voy y le digo “dank u wel”. Después de pasar estas playas, ya no tendré más zonas nudistas en esta isla de Schouwen Duiveland y a esta hora no me apetece el baño. 

La playa, superado el Norte, se escora hacia el Este. Es así como en un rato llego a la playa de Renesse, pues en el primer pabellón leo su nombre: De Zwaluw Renesse. Por la duna veo varias entradas y, por fin, doy con la entrada correcta que me llevará a la ciudad. El suelo es de baldosas y también hay bancos. Muy pronto veo las primeras casas. Un chico, desde un balcón, me orienta hacia el pueblo. Previamente debo pasar por un bosque y allí gentes del lugar me orientan hacia un lugar donde poder desayunar. Pero en un cruce equivoco la dirección. Pronto encuentro barracas coloristas para disfrute de los pequeños. Las han situado alrededor de la iglesia. En una panadería-pastelería será donde entre a desayunar.

Bakkerij & Lunchroom Everaers.
Veo a un chico que viene con una bolsa de panadería. Ya no tengo pérdida, pienso. Pero no he hecho buen cálculo y él me dice que vaya en la otra dirección. Retrocedo entre árboles y siguiendo a ciclistas entro en el pueblo. Una chica ha comprado pan y lo lleva sobre un castillete sobre la parrilla de su bici. 
 
Me dice que lo ha comprado en el Super C-1000. Le pregunto si allí dan café. Como no es así, me manda hacia otro lugar muy amplio donde lo dan y también, helados y bollería. Leo bakkerij en un lugar donde también se puede comer algún bocadillo, pero que hoy no necesito, puesto que ayer cené suficiente. La chica que me atiende me pregunta, pero no sé qué responder. 

Elijo un croissant y otro de manzana y alguna otra fruta y ella me lo lleva a la mesa junto con el café con leche, aunque hoy la leche no vendrá en jarrita adicional. Pago 5,65 € en efectivo. Me he equivocado de pleno, ya que el primero es de jamón de york y el otro es una salchicha fría con ketchup, ambas opciones horrendas, muy malas, malísimas. Yo he tenido la culpa por no saber preguntar. Por ello, hago de tripas corazón y me lo como todo a regañadientes. Luego cago y lleno de agua mi botellín en el servicio. Dejando sobre la mesa abierto mi diario y también la mochila, me voy hacia la oficina de turismo.

C-1000 ran Leeuwen. Sellos.
Pero una chica que va con su niño en bici me dice que no abren hasta las diez. Me dice dónde está la oficina y se maravilla del viaje que estoy haciendo. También me informa de dónde está la oficina de Correos, pues también quería comprar sellos. Pero parece que no hay Correos en este pueblo y, cuando regreso al café, otra chica me dice que para stamps puedo comprar en el supermercado. Voy al C 1000 ran Leeuwen y compro 30 sellos a 90 céntimos el sello, por 27 €. El precio de cada sello me parece correcto. Me ha costado hacerme entender, pues primero me daba tres sellos y luego anula la operación y me da los treinta. Inicialmente me admitía el pago con tarjeta pero, al ver que es Visa, rectifica. Pago en efectivo con harto dolor y regreso al café donde sigo escribiendo. Previamente he cagado y me quedo como nuevo. Me dedico a poner señas a todas las postales y escribo unas pocas y las voy a echar de nuevo al Super C-1000. Otra chica me dice dónde está el buzón de correos. Ya solo falta escribir las restantes. Vuelvo al café. Una de las camareras se me acerca y me habla un poquito en castellano. Se me alegran corazón y cabeza. ¡Que gusto poder hablar en mi idioma! Le cuento a grandes rasgos mi viaje y los últimos acontecimientos en Holanda. Lástima que está atareada y no me puede dedicar todo el tiempo que ella y yo quisiéramos. Vuelvo a dejar todo empantanado en la mesa y me voy hacia Turismo.

VVV.
En la Oficina de Turismo, me ofrecen mapa por 3 € y yo pido uno gratuito, como los de Cadzans y Vlissingen. Se acerca otra chica que habla algo de castellano y me da algo similar a aquellos, en un folleto, del que arranco la última hoja y tiro el resto. También me da un tríptico con las playas nudistas de Schouwen-Duiveland que ya me sirve de poco porque es de la que dentro de un rato ya me voy a marchar. 
El mapa obtenido me va a servir de poco y mañana, que tendré que viajar por interior, ya no me quedará más opción que comprar mapa de pago. Agradezco a la chica lo que me da y retorno a la cafetería.

Despedida de mi oficina del desayuno.
Retorno a mi mochila y agradezco a la chica que me ha servido el desayuno y que me ha hablado en castellano. Dank u wel. Me voy. El día está amenazante de lluvia y cuando salgo hacia la iglesia el reloj indica ya las 11:30 horas. Está cerrada y no la puedo visitar. La rodeo y me fijo en las barracas que la circundan. 

 
Es algo insólito. Un lugar que invita al recogimiento, rodeada de instalaciones para el jolgorio. Supongo que la hora de barracas no será coincidente con la de culto. No es hora propicia y no hay ninguna barraca en funcionamiento. Tampoco favorece la amenaza de lluvia. Empieza a llover sin haber salido de Renesse y me cobijo bajo un tinglado a cubierto. Las familias con niños se desesperan pues se les ha fastidiado el día de playa. Una mañana de vacaciones perdida. Una madre con cuatro niños se lo toma con filosofía y les saca fotos. 
 
No sé si los cuatro son suyos. Uno de ellos, que ha perdido u diente, se ríe estrepitosamente al ver cómo ha salido su jeta en la foto. Los cinco invitan a la sonrisa. Primero me había refugiado bajo un árbol, pero se me estaba mojando la espalda. Cuando remite la lluvia, la familia se va y yo aguanto porque no está todavía para salir ni con paraguas. Un chaval guapísimo con una belleza exótica, como de alguna colonia holandesa, Antilla, u otra Sudamericana, come con cara de placer una asquerosa salchicha similar a la que antes he comido yo. Junto a él está otro chico gordito y europeo que parece el contrapunto del primero. Cuando cae poca agua, salgo con el paraguas ya abierto. Sacudo mi mochila para quitar el agua depositada en la funda protectora y se seque más rápidamente. Salgo a la altura del VVV y me oriento bien para coger la carretera que me acerque a la rotonda. Pero no me gusta ninguna de las direcciones que me ofrece. 
 
Un ciclista me dice que debo coger el indicador de dirección Rotterdam. Luego me doy cuenta de mi error y de que debía haber retrocedido a la playa por la que había llegado a Renesse. De esta forma doy una vuelta innecesaria enorme.

De Renesse a Ellemeet.
El cielo se va despejando y sólo quedan algunas nubes no amenazantes. Así es como llego a un canal y paso por puente al otro lado. Pero el camino me va alejando de la costa y no me conviene. Acabo llegando a una carretera que no me gusta nada. 
Por ella camino unos 3 kilómetros. Infinidad de camiones y trailers con contenedores circulan en las dos direcciones, y tiene muy poco arcén. Al llegar camiones me meto por la hierba. Cuando llego a un puente que pasa por encima de dicha carretera, decido trepar a cuatro patas por el soporte inclinado del puente y me sitúo en la parte alta, desde donde saco foto para que se vea la circulación a la que me vengo refiriendo. 
 

Por esta carretera elevada es por donde voy entrando en Ellemeet. He visto que estaba a 2 kilómetros y he tardado más de una hora. Dos ciclistas me confirman que por allí llegaré a Rotterdam. Como son las 13:30 horas pienso que puedo tratar de comer aquí.

Camping Sam-Sam.
Hace tiempo que he cerrado el paraguas y a esta hora del mediodía el sol casca de lo lindo. Ya a salvo de que la policía me llame la atención por ir por carretera inconveniente, pregunto a una señora que va con perro y que sabe alguna palabrita en castellano. Ella es la que me orienta hacia un camping. Se trata del Sam-Sam y está a 300 metros siguiendo la misma carretera. Llego a este lugar y como un bocadillo de jamón, queso, tomate, pepino, lechuga y huevo duro (5€), una cerveza Heineken (2€) y un cornetto (1€), todo por 8 €. El helado lo cogeré después. Me pongo a escribir después de comer. No me he sentado en la terraza, porque todo estaba impregnado de las gotas de la lluvia sobre mesas y sillas. No me queda más remedio que escuchar una música machacona, tan mala como la de nuestros lares. 
Son las 14:30 horas cuando ya voy hacia la siguiente isla. ¿Tendré oportunidad de darme un baño? Esta vez la unión entre islas no van a ser por esclusas.

Saliendo de Ellemeet.
Pasado este pequeño pueblo de Ellemeet, pronto me vuelvo a situar en la costa Norte de Schouwen-Duiveland. 
 
Enseguida la carretera costera me lleva a la zona de dunas y al siguiente dique que me sacará hacia la isla siguiente, la de Goeree. Es otro dique doble de más siete kilómetros. En el arranque se ofrece el dique inclinado que sirve de aparcamiento de vehículos. Me encapricho de un descapotable verde que parece empaquetado para regalo. 
 
Las dunas se acercan al mar y se ve un buen ambiente playero. Siguiendo el dique inclinado, llego a una zona que parece un camping de caravanas. No me parece un lugar idóneo para pasar sobre el asfalto las vacaciones de verano. A este lado está el mar abierto, pero hacia el otro lado del dique se ve el otro mar interior, el Grevelingenmeer, y sus islotes. 

Además de Ellemeet, otra dirección que ya no me interesa en la isla que voy dejando atrás es Scharendijke. Después veo otro espacio donde aparcan caravanas, con tumbonas sobre el asfalto.






Kabbelaarsbank.
Es como un islote en la parte central de la conexión entre las dos islas de hoy y me hace pensar que puedo encontrar allí la información, el mapa, que necesito. De lejos me parece población importante pero, nada más coger la desviación, una pareja me dice que allí no hay oficina de turismo. A Duddorp hay carretera por mar interior, pero también se podía acceder por el Norte. Está a 11 kilómetros. Pero la carretera va por un lado y el camino por otro.

La isla de Goeree-Overflakkee.
Como ayer ya fotografié varios diques, hoy me abstengo de hacerlo durante el recorrido y me limito a fotografiar la playa de la isla que figura con el nombre Goeree en mi mapa, el mapa que todavía no tengo y que compraré en Helleveetluis. De lejos parecía de arena, pero cuando me acerco veo que está plagada de pequeñas conchas trituradas. 
 
El lugar es familiar, con duna-dique al fondo y que va teniendo menos bañistas en la medida en que me voy acercando hacia el Norte. Nada más salir de la playa familiar, ya veo a una pareja desnuda en sus hamacas. A lo mejor llevan sólo una tira en el culo. También a lo lejos se empieza a ver un faro en zona llamada Visschershoek. 
 

Una vez recorrido por arena el Oeste de la isla, continúo por el Norte. Dudo si por la costa no daré más vuelta. 

 



Voy por encima del dique. Un cruce de carril bici con bicicletas aparcadas. 
 
Cuando llego a un poste indicador con el n.º 54 ya sé en qué dirección se me recomienda para seguir hacia Rotterdam. 

 


Ese carril bici lo mismo lo empleamos coches, ciclistas, que peatones. 

 
Llego a una torre que es atalaya de avistamiento y con escalera de caracol. Alguien baja de disfrutar de la vista, pero yo continúo adelante. 

 






El carril continúa y en el cielo surcan las rutas algunos aviones. 

 






Avanzo hacia zona de marismas y, a lo lejos, veo una población pero ando algo despistado y no sabría decir si se trata de Goedereede o de Stelledam.

Wim, nudista de toda una vida.
La parte final de la playa tiene pinta de permitir nudismo. Mucho espacio con con postes periódicos negros con cabeza roja que llevan numeración. Está en el fondo de arena seca de la duna. Yo paro y me desnudo cerca de la orilla, pero a su altura, aunque alejado de él. Me doy un refrescante baño y me seco paseando por la orilla. Pasearé aún otro rato. Wim parece que está buscando algo sobre la arena, pero sin acercarse a donde estoy yo. Pasará un rato hasta que Wim se acerque. Cuando alguien pasa de ciento en viento por la orilla, no me preocupa y me meto hacia la arena seca. En todo el tramo no he visto indicador alguno de Naakstrand, pero Wim me asegurará que él siempre ha estado allí desnudo sin ningún problema, aunque no sea de nudismo oficial. Somo de la misma edad, ambos separados, sin intención de volver a repetir experiencia de matrimonio. Wim nació el 10 de junio de 1945, un mes más joven que yo. No tenemos tripita barrica de cerveza y pesamos unos 65 kilos. Demasiadas cosas en común. Le cuento mi viaje de este año y el de los anteriores. El tercer baño nos lo damos a la vez y vemos una medusa en la arena, menos mal que en el agua no hemos visto ninguna. Wim tiene hijos jóvenes que todavía no le han hecho abuelo. Cuando yo me doy el cuarto baño, Wim se vuelve a su zona, me seco, me visto y al marchar le grito ¡Wim! Y nos saludamos de lejos agitando la mano.

Goedereede-Stellendam. Reserva Natural de Kwade Hoek. Lino.
Sigo andando por la orilla y ya me estoy cansando de caminar por zonas más pobladas de personal, pisando arena seca próxima a las dunas. Aquí la playa es ya muy ancha y me meto en vereda y asciendo al dique-duna, por donde vuelven a circular ciclistas. El suelo de la pista hacia Rotterdam cambia de ser de asfalto a ser de piedrecillas y tierra. Llego a una valla de madera que deja abierto el lado derecho. Allí aparece el indicador de Rotterdam a 45 kilómetros. Esto ya será para mañana. 
Desde lo alto de la duna veo la reserva natural de Kwade Hoek, a la que llegaría si me fuera por la playa hacia el mar, pero ya veo nuevas poblaciones lejanas que no puedo asegurar con certeza que sean Goedereede o Stellendam. Por tanto dudo si el terreno por el que paso pertenece a uno u otro municipio. Es así como llego a un espacio cultivado amarillento. Se trata de un campo de lino. Dudaba, porque los campos de lino que vi en Francia eran verdes cuando pasé por ellos, nunca los había visto en este estado de maduración. Me gustan así más como contraste, aunque también me gustaban sus florecillas azuladas.

Havenhoofd. Canales.
Cuando llego a este pueblo, próximo al mar y que ya está después de pasada la reserva natural, coincido con una barca que se dirige a un desembarcadero. En ella navega una familia con niños. Sigo adelante sin esperar a ver cómo la amarran al sencillo puerto. Después, en paralelo a mi camino y al canal, van madre e hijo. 

Aunque en la foto no se ve porque me lo oculta el camino, también llevan un perro atado a su correa. Coincidiendo en la curva del canal, una motora viene a buena velocidad, aunque el ruido de su motor no es excesivo. 
 
Pronto encuentro otro indicador de dirección en el que veo que Rotterdam ha pasado de 41 kilómetros a estar a 39. Lo peor del tema es que ya voy viendo claro que para ir a dicha ciudad y a tan importante puerto comercial, no tendré mejor opción que ir por el interior. 

Sigo por el carril bici, paralelo a la carretera, pero no acaba de aparecer el paso que me debe llevar a la siguiente isla de Voorne Putten, en cuya costa trataré de dormir esta noche. Llevo cierto cansancio y voy con ganas de llegar. 


Es así como llego a una zona industrial y portuaria, donde se va a producir la confluencia de carreteras, la que viene de Stellendam y la que traigo de Havenhoofd y que debo seguir en paralelo después para iniciar el paso a la siguiente isla. Un chico que acaba de meter a su perro en el coche, antes de arrancar, me informa de la dirección exacta que debo seguir. 
 
Pero yo le digo que voy a tratar de cenar primero en Stellendam. Aunque después cambio de opinión. 

 





Llego al punto de arranque del nuevo dique productor de energía eléctrica procedente del movimiento de las mareas. 
Ya me estoy acostumbrado a ellos y no me sorprenden. Voy por el lado derecho, que está preparado para ciclistas y peatones, sin delimitación pintada en la calzada, pues el otro lado es para vehículos. Saco foto de la estructura del dique y llego al extremo contrario, a la isla de Voorne Putten. Allí vuelvo a ver seis nuevas hélices en sus altas torres para la obtención de energía eólica. En el recorrido del dique, empieza a lloviznar. Es una lluvia suave, casi agradable. Pero temo que vaya a más. 

 
Compruebo que el dique ofrece unas barreras azules que están abiertas y que permitirían refugiarme en la estructura del dique. Aquí ya, definitivamente, tomo la decisión de dejar la costa que, aunque me ofrece una playa de dunas muy larga, reserva natural, me obligaría a dar un gran rodeo y me llevaría a zona industrial portuaria, hacia la bocana de salida al mar del puerto de Rotterdam. Cuando finaliza el dique, ya veo la playa donde voy a dormir esta noche. Ha habido un momento en que han caído gotas gruesas, pero los goterones en el asfalto se van secando.

Voorne Putten. Hellecat badstrand.
De lejos veo casetas y chiringuitos propios de playa que, en caso de lluvia nocturna, y si son como los de estas noches pasadas, me permitirán refugio. Hay grupos de playeros, pero sólo quedan ya tres. Uno, de chicos, cerca de la orilla, otro junto a las servicios y, un tercero, en terraza de un bar cerrado. Anoto el nombre de la playa: Hellecat Badstrand (Zuid) y que pertenece a la ciudad, todavía lejana de Helleveetsluis, a la que llegaré mañana. Compruebo que el chiringuito de la playa no me va a servir como refugio, salvo que no retiren las sombrillas rojas de Ola, que ahora están puestas y abiertas.

Adolescentes.
Cerca del bar, encuentro un lugar en que guardan algunos catamaranes a vela. También hay una mesa y es donde descargo mis mochilas. Me siento a pensar qué hacer y como dos barritas energéticas y unos dátiles, pues pienso que no voy a cenar a ningún sitio. Lo que como, me sabe a gloria, pero me doy cuenta de que apenas me queda ya agua y me acerco al grupo de jóvenes para que ayuden a conseguirla. Cuando pido agua al grupo de adolescentes, no reaccionan demasiado bien. Me dicen que la compre en un bar que está a unos trescientos metros. Otra, creo que Puck (se pronuncia Pec), me dice que la puedo coger en la toilette. También quiero saber cómo se llama el lugar donde estoy y me voy a buscar mi mapa y así contarles mi viaje. Rosanne dice que estoy loco, “crazzi”, dice. Luego me dice que sabe francés y cambio de idioma, pero mezclándolo con el inglés, al que me voy adaptando. Me dicen que desayune mañana en el bar, pero a las seis no estará abierto. Anoto sus nombres: Abigail, Daniëlle, Hugo, Puck y Rosanne, que es morenita y la más descarada. Hugo me suena a “hiphop” y se ríen de mi pronunciación. Se maravillan de que, pronunciándolos tan mal, sea capaz de escribir bien sus nombres. Se despiden del caminante loco y se van por detrás del seto, donde tienen sus bicis, motos o motocicletas, y se van cantando: “Vamos a la playa, oh, oh, oh, oh.” Temo que se queden a darme la vara, pero se van definitivamente.

Preparando la cama.
Me acerco a los barcos que están más cercanos y me decido por el catamarán que permite mayor espacio para dormir debajo. Además las gotas que han caído antes y que han resbalado de la cubierta, delimitan muy bien el espacio en que yo me puedo tumbar a cubierto de la lluvia probable nocturna. Además tiene una lona protectora, que me puede favorecer. Parece que está despejando, pero estoy cansado y no quiero cambios nocturnos y me curo en salud preparando la cama debajo de la embarcación. Mientras hago la operación, una pareja que pasea a su perro por la orilla, se queda mirando y permanecen un gran rato parados y atentos a lo que hago. ¿Pensarán que me voy a llevar el catamarán? Como no se van y siguen mirando, salgo de debajo con todo preparado para dormir. Me siento en la mesa donde he hecho mi frugal cena y sigo atento a la pareja. Él sigue volviendo la cara para controlarme. 
 
Va oscureciendo y, cuando están ya a unos doscientos metros, me vuelvo a meter debajo a dormir en mi improvisada cama. Ni me doy masaje de aloe-vera en los pies, aunque hoy me habría venido mejor que nunca. La uña del pie derecho, la primera que se me amorató, está sólo sujeta por el aura, a punto de caerse. Duermo bastante bien, apoyada la esterilla en una de las dos tablas de surf amarradas en el suelo. Sólo me levanto una vez a orinar en toda la noche. Entonces veo la luna. Está en cuarto menguante, algo menos que un balón de rugby.

Balance del día y mi primera noche en Voorne Putten.
He terminado la jornada con sensación de haber caminado mucho. Mucha playa con una en que he disfrutado de baños con Wim, otro abuelete de mi edad, aunque sin nietos. En Renesse, desacierto en la elección del desayuno, pero la bakkerij ha sido un buen lugar que he utilizado como despacho de oficina. Lo peor ha sido el rato de intensa lluvia, aunque me he mojado poco, y el rato por interior entre Renesse y Ellemeet. Los chavales que me he encontrado en la playa donde duermo, me podrían haber dado mejor juego. No lo he sabido hacer bien.

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