Etapa 14 (371). 27 de junio de 2013, jueves.
Cherbourg Octeville-Tourlaville-Bretteville en
Saire-Maupertus sur Mer-Anse du Brick
-Fermanville.
Como ayer anduve mucho hoy andaré poco. Después de comer iré
al cine y la tarde no da para mucho camino. Es mi etapa nº 80 por Francia.
Amanecer en el
albergue de Cherbourg.
Me despierto a las siete y me levanto a escribir. A las ocho
me afeito y lavo. Bajo a desayunar. Una mujer se encarga de que todo esté a
punto. Sobre la mesa, vajilla y cobertería necesarias, y el pan, con la jarra
de zumo artificial. Cojo una mantequilla y dos mermeladas. Cuando lo tengo todo
listo, voy por el café y la leche calientes. Llega un niño, saluda y se prepara
sus cereales. Luego baja su madre con su hermano menor y, al fin, aparece el
padre. Me dicen que la escuela termina el 5 de julio. Vuelvo al dormitorio,
deshago la cama y bajo toda la ropa para lavar y la echo al cesto de la ropa
sucia. Pregunto al encargado y me dice que yo mismo puedo poner en marcha el
ordenador. Es lo que hago, pero no encuentro icono en pantalla de Internet
Explorer. Le llamo y me lo saca de la manga y me lo pone en pantalla. Ahora ya
puedo empezar. Contesto dos encuestas y la larga la dejo para más adelante.
Digo a los de TNS que prefiero contestar el cuadernillo en casa y que me lo
manden en papel, como todos los años. Es una encuesta anual que ronda las cien
páginas. Todas las encuestas de TNS me dan trabajo y les tengo que dedicar
tiempo valioso, que tengo que restar de otras actividades, como este blog, pero
que me compensa con regalos para mí y toda la familia. Creo que soy uno de los
encuestados atípicos. Veo las fotos que me manda Jon, mi cuñado, con mi sobrino
Mikel, en Nueva York. Les respondo dónde estoy, muy cerca de Inglaterra. Ellos
viven en Londres con mi hermana. Sin terminar de ver todo el correo, se me
bloquea y lo abandono tras intentar recuperarlo tres veces.
Al salir, voy a dar
las gracias al recepcionista, pero ya se ha ido y su sustituta, Sandy, me ayuda
para darme información de la costa que viene a continuación y me señala las
playas de arena, buenas para dormir esta noche. También me cuenta cosas de
interés, que no sé si encontraré, relativas al doble desembarco. Sandy, como su
compañero, también es muy amable, y le cuento algo de mi viaje, pero tenemos
que terminar, porque si no no salgo nunca.
Los paraguas de
Cherburgo.
Son más de las diez y media cuando pido que me saquen una
foto con paraguas. No llueve, ni falta que hace que llueva, pero me apetece
emular la película de Jacques Demy. Estoy delante de la puerta de recepción del
Albergue Juvenil. La sombra en el asfalto es testigo de que hace sol, aunque no
pretendo que mi paraguas haga de sombrilla. Además, ni soy Catherine Deneuve,
ni Françoise d’Orleac, las actrices y hermanas del film de Demy.
Teatro del Arlequín.
Como sé que está cerca, voy hacia el Teatro. Me oriento mal
con el mapa y debo retroceder. Un niño que va en patinete, me acompaña hasta la
puerta. Cuando entro, no hay nadie por allí. Veo el escenario iuminado. Las
gradas para los espectadores tienen mesas y asientos. Da la impresión de ser un
café-teatro. El lugar resulta muy agradable.
Saco dos fotos de interior, con el
escenario iluminado en tonos rojizos. Una enfocada más a la escena y la otra,
sin dejar de tener la misma orientación, ilustra mejor el lugar en que ve la
obra el espectador que, probablemente, estará consumiendo alguna bebida. No creo que en cada sesión disfruten de la escena demasiados
espectadores. Me parece un aforo muy limitado.
Salgo al exterior y saco foto
del edificio. El espectáculo anunciado pudiera traducirse por el Calentador
pérfido pero, quizás sea una pérfida traducción. Al salir, una chica, que forma
parte del teatro, aunque no sé el rol que desempeña, me dice que en verano lo
utilizan los grupos escolares y que, el resto del año, tienen una programación
estable y variada. Luego me acompaña para encaminarme hacia el puerto. Allí, me
dice, han instalado una exposición de objetos marinos.
Mercadillo y
Reciclaje de papel.
Antes de llegar al puerto, paso por un mercadillo. Predomina
la ropa y prendas de interior, bragas, sujetadores, calcetines, calzoncillos,
faldas, blusas, camisas, vestidos, chaquetas… Todo de moda de aquí te pillo y
aquí te mato.
Los probadores son la propia calle. Tiene su encanto pueblerino.
Dentro del edificio acristalado, lo que se muestra es bien distinto. Se ve que
con el papel y el cartón reciclados que, aunque aparentemente sea algo que
parece poco resistente, se pueden construir muebles para toda la vida. Una
librería de color cartón natural con los nichos en rojo y negro, una Esfinge de
Gizzá, asientos, banquetas, sillones… Alguien, una mujer, diserta sobre el
sentido de lo expuesto y alaba a los que tienen la idea y los que han realizado
los nuevos productos.
Da la impresión de que hoy es la inauguración. Parece que
sea un trabajo escolarComo es lógico lo dicen en francés y yo no tengo nivel
suficiente, ni el interés necesario como para mantenerme de pie escuchando
mucho tiempo. Tras dar una vuelta por toda la exposición, salgo de ella y
continúo hacia el puerto.
El Puerto de
Cherbourg. La Cité
de la Mer.
Éste es un puerto importante y paso del puerto deportivo al
otro, al mercante y de pasajeros.
Tengo que pasar un puente levadizo, pues el
pabellón donde está enclavada la exposición se encuentra en el otro lado. Al
fondo está el pabellón llamado La
Cité de la Mer. Antes
de llegar a él, paso por una serie de auto-caravanas aparcadas. Al regreso veré
que una tiene matrícula española. Llego al gran pabellón y veo que la entrada
está al final.
En el hall de entrada, antes del lugar donde se sacan los
tickets, han colocado unos artilugios que es lo único que voy a ver, pues el tema
no me interesa tanto como para pagar nada por él.
Lo que veo es lo que han
colocado para atraer a los visitantes: Un Nautilus, un submarino, una batisfera
y una serie de cápsulas submarinas a las que no sabría qué nombre dar. Lo que
se expone es colorista, aunque no sean colores demasiado vivos, salvo el
amarillo. Amarillo el submarino es, amarillo, es, amarillo es…
Pero aquí el
submarino es principalmente marrón rojizo, aunque la parte que emerge en primer
lugar, la que está más arriba, sea amarilla. Lo marrón parece que siempre
permanece sumergido en el agua. La exposición, de pago, está en el edificio
colindante. Aunque no visito la exposión y me contento con lo que os ofrezco,
tengo la fortuna de encontrar el restaurante que está en el mismo pabellón de la Cité de la
Mer. Había ido al puerto con intención de
volver a comer a Le Commerce, pero…
Le Quai des Mers.
Se me ha echado la hora de comer y me acerco a ver qué menú
se ofrece en este restaurante. La fórmula de midí es atractiva y me buscan una
mesa individual. Pido una ensaladilla de lechuga, arroz, algún fruto de la mar
con un pequeño langostino, que rechupeteo y reservo la cola para el final.
La
brandada tiene más pescado que la primera que comí, es más grande y está más
rica. También la acompañan con ensalada. El postre es chocolate batido, como
una mousse, y helado. Saco una foto del comedor. En primer término mi mesa y lo
que fotografío es todo lo que tengo a mi espalda. Pago 17,90 € con Visa y voy
al retrete. Han sentado a una pareja a mi lado. Estoy en la creencia de que son
españoles, pero son galos. Me voy del Quai des Mer y quiero salir del pabellón
por una puerta. Un señor me dice que esa es la entrada a la Exposición, así que lo
tendré que hacer por otra, por la que he entrado.
Niños en el puerto.
A la salida del pabellón, hay muchos niños con sus maestras
en el pretil. Están terminando de comer. Se podría pensar que es una salida
educativa y que les han traído para ver la exposición. Saco una foto de
conjunto disperso. Me asomo a uno de los malecones del puerto, al más cercano a
los pabellones visitados.
Aquí hay más niños jugando. Son los que ya han
acabado su comida. Sus profesoras les vigilan. También hay una pareja con dos
hijos, ella saluda de una forma especial. Saliendo del espacio de juegos con
pretil al agua del puerto, algunos niños se acercan a preguntarme. Les digo de
dónde vengo y a dónde voy. También se interesa una de las profesoras. Seis
niños me persiguen cuando inicio la marcha. Se asoman al pretil y les
fotografío. Unos mástiles de veleros separan a los niños de las niñas. Los tres
niños se arraciman para posar, se sienten protagonistas; de las niñas, menos
motivadas, sólo una posa y las otras dos están a su bola. ¿Se estarán haciendo
las interesantes? Los seis están graciosos.
Adiós a la Cité de la Mer. Pescadores.
Voy abandonando la
Cité de la Mer,
el edificio de la exposición, y el restaurante Le Quai des Mers, donde he
comido. Me voy acercando al malecón de los pescadores. En el extremo, tres
barras en ángulo, de color verde, protegen un artilugio que parece puede ser de
amarre de embarcaciones, pero no puedo asegurar que esa sea su función.
Estos
pescadores son muy comodones, ni siquiera pescan con la caña en la mano o en un
soporte. La tienen tumbada en el suelo, esperando a que los peces piquen.
Supongo que estarán atentos a la punta de la caña para ver si se mueve, pero la
verdad es que mirando al horizonte difícilmente podran ver la caña y menos
siendo hombres, pues yo también tengo asumida la crítica femenina de que “no
sabemos hacer dos cosas a la vez”. Como veo a muchos pescadores, pregunto si se
trata de alguna competición de pesca, o un concurso. Me asguran que no.
Pregunto a otro si hay salida a la carretera sin tener que dar toda la vuelta,
deshaciendo el camino, y me dice que sí. Dejo atrás a los que pescan y me voy
marchando del puerto. Paso por el aparcamiento de caravanas, donde veo un coche
con caravana y matrícula española, pero no a sus propietarios. No hay nadie ni
dentro, ni fuera. Una ocasión menos para perder el tiempo charlando. He salido
hacia la una del comedor y son la una y veinte cuando estoy llegando a CGR
Cinemas.
Ne quelque part.
Veo Multicines y me acerco curioso a ver la programación. La
mayoría de carteles ofrece cine de acción. También alguna comedia graciosilla
francesa y poco más. Sólo me quedan dos posibles. Pero la otra no la echan,
sólo lo harán en las cuatro días de la Fiesta del Cine. Se acerca la Fiesta del Cine que se
celebrará del 30 de junio al 03 de julio a un precio de 3,50 €. Pero hoy sólo
estamos a 27 y, si quiero ver una película, la tendré que pagar a precio
normal. No suelo ir al cine cuando viajo, salvo raras excepciones. En Aveiro,
en Portugal, vi una del santo António (Lisboa-Padua), rodada por un director
italiano, con Jordi Moya de protagonista. A pesar de su gran metraje, la vi con
interés.
Cuando el pasado año pasé por La Rochelle, programaban algo del Festival, pero no
tenía tiempo de cenar y ver cine, así que opté por cenar. Además muchas de las
películas allí programadas, ya las había visto. Como sé que en Francia no
doblan las películas, me encantaría que pusieran alguna española, así me
evitaría tener que leer los subtítulos. Pero no hay ninguna y observo, como en
mi país, predominio del cine USA. ¡Cómo estamos de colonizados! Apabullados por
el poderío yanqui. Tampoco en la programación de La Fête du Cinéma, hay ninguna
película española. Como ya he decidio ver algo, elijo una francesa, ya que
estamos en la Galia
y me inclino por “Ne quelque part”, Nacido en cualquier parte. No renunciando a
mis orígines, tampoco entiendo a los que sienten orgullo por el lugar donde han
nacido. El lugar de pertenencia es consecuencia del azar y yo, aunque a muchos
pregunto de dónde proceden, en realidad lo que me cuestiono es su capacidad
para adaptarse a los cambios culturales. Aunque la realidad es que cada vez nos
parecemos más unos a otros y las consecuencias de la globalización las
padecemos tanto exógenos como autóctonos. Yo, y más en este viaje que estoy
haciendo, me siento cada día más ciudadano del mundo. Por esa razón, me atrae
un título que considera baladí el lugar en que alguien ha nacido. Pago 8,50 €. Son las 13:23 cuando saco la
entrada y la película empezará a las 13:45. Eso es lo que dice el programa,
pero la realidad va ser muy otra. Media hora o más de anuncios. No hay nadie
controlando la entrada, así que podría haber entrado sin control de entrada.
Pero ya la he pagado, así que no tengo ganas de enfurecer al controlador. No me
extraña que esté yo solo en la sala 8. Entro con la sala vacía y poco antes de
empezar la película entra otra chica que se sienta dos filas más atrás. Había dudado
en silenciar el móvil o dejarlo. Al entrar ella, lo silencio. Cuando ella entra
ya llevo más de un cuarto de hora de anuncios, con la sala en penumbra. Cansado
de anuncios, me vuelvo hacia la chica y me dice que es lo habitual. Pasados 25
minutos, oscurecen la sala y empieza la película. De todo lo que ocurre en
ella, lo más interesante es cuando el protagonista llega a Argelia, de donde
son sus progenitores. Él nació en Francia y va a Argelia para resolver un
problema de la vivienda de su padre que, por consecuencia de su enfermedad, ha
tenido que ir a hospitalizarse al continente. Se emociona al ver la casa de su
padre, la que ahora quieren demoler. Es como un sentimiento atávico de
recuperación de sus orígenes, que nunca había sentido. El actor es flojo, no da
la talla que necesita el personaje y la película es torpe, y echa mano de
muchos tópicos. Un pariente le roba la documentación y tiene que volver a
Francia, siendo francés, como si fuera clandestino. Poco menos que en patera. A
pesar de sus fallos, me ha interesado. Pregunto a la chica al salir si le ha
gustado. Me dice que sí. “¿Eres argelina?” le pregunto. “No, soy de la Polinesia”, y se va a
orinar. Yo también me voy del Multicines dejando atrás a Brad Pitt al encargo
de que anime con su Z World War a que se llenen las salas en la próxima fiesta
del cine, que a mí ya me pillará llegando a Calvados. No aprovecho la oferta de
McDonalds de bebida y menú.
Tourlaville.
Comienzo a caminar por la pista cyclable hacia Tourlaville,
pero no me meto hacia el centre ville. Veo una carretera que va más cercana al
mar, pero que anuncia Caen, Rennes, Mont-Saint-Michel… da la impresión de que
son direcciones que se ofrecen a los que vienen de los ferries que han atracado
en el Quai procedentes del Reino Unido. Hacia las tres y media, paso por una
escultura que me recuerda a un fuselaje que se hubiera deshilachado.
Está
dentro del recinto portuario. Voy paralelo a un puente de hierro, bajo el cual
pasa un río o un entrante de mar que indica que la marea está baja.
Como no hay
forma de que acabe el Centro Portuario, no voy feliz. Paso por un cubo de
muchos colores. No se trata de un Cubo de Rubic, pero se le parece. Éste, en
lugar de tres colores en cada lado, ofrece cinco. Sería mucho más complicado de
manipular para poder colocarlo según marcan los cánones. No sólo por su gran
tamaño.
Por fin ocurre. Llego a un camino con bicis y un caminante al que
pregunto. Me dice que siga el camino hasta llegar a un túnel y que, cuando lo
pase, ya estaré en la costa. Esdo es lo que ocurre. Cuando llego a la costa, ya
estoy retrocediendo unos cuantos años, estamos en 1890, se ve que el que acabo
de pasar era el Túnel del Tiempo. Este año parece indicar que los diques que se
construyeron a cada lado del puerto de Cherbourg y que ayer fotografié con el
frontal al pasar por la playa de las Salinas, se construyeron en dicha fecha.
Ya ha quedado Tourlaville atrás y ahora voy a pasar a la playa de
Bretteville-en-Saire. La carretera que pasaba por encima del túnel peatonal y
para los ciclistas, es la que se interponía entre la que yo traía y la costa.
Ahora ninguna carretera interfiere la vista al mar.
Bretteville-en-Saire.
Salgo a la playa. Poca gente en ella. Saco una foto donde, a
lo lejos, se ve ya el faro de Fermanville. Ese va a ser el lugar a donde pretendo
llegar.
La zona de playa más próxima al agua y que está más húmeda, está genial
para caminar. Entre la duna y la arena seca, hay zonas con guijarros. Como voy
combinando playa y paseo con dunas, paso junto a una carpa de circo que han
instalado. Esta es blanca, algo impropia para un circo que, normalmente, ofrece
imágenes mucho más coloristas. No es éste el caso, al menos en la techumbre.
Pasado el circo, me encuentro con una entrada de marisma. El mar penetra hacia
el interior. En el centro de una especie área lacustre, crecen plantas que
soportan bien el exceso de agua. De lejos veo que se trata de un gran y
frondoso arriate de calas. Su copa blanca y su pistilo amarillo de polen es lo
que más destaca.
Enseguida llego al puerto. No es muy ancho, ni muy largo, pero
están amarradas bastantes embarcaciones pequeñas. Sin pasar al otro lado, me
voy acercando a la bocana. Ya pasan de las cuatro y media. Pronto aparece señal
de 6 Km.
para llegar al faro de Fermanville. Paso por una salida de agua dulce que llega
al mar.
Maupertus-sur-Mer.
La costa es flojita, con zona de rocas y pequeñas
acumulaciones de arena intermedias, no en el acceso al agua. Ya me lo ha
advertido la chica de recepción. A ratos sigo el sentier litoral, pero me canso
de entrar y salir a carretera, así que dejo de lado el sendero y sigo
definitivamente por la route. Como va con bastante circulación, de vez en
cuando me tengo que meter en la hierba.
Así llego a Maupertus-sur-Mer donde, a
continuación, está el Anse de Brick. Primero paso por una playa que en esta marea, todavía tiene la arena muy húmeda
y que con la marea alta la deja sin nada de arena. La parte más próxima al
acantilado es un muro inclinado, que poco a poco se endereza y que, ya en el
otro lado, se asciende de la playa por rampa.
Las casas están protegidas por
recios muros contra el embate del mar. Son de una o dos plantas. Llego a un
lugar donde indican con cartel que estamos en el Val de Saire. La Saire es un valle formado
por un río del mismo nombre y que discurre por el interior. Voy por la
carretera y, tras el cartel, hay un monte rocoso que no me permite ver el mar
por un rato. Al fondo se aprecia muy bien el faro de Fermanville. Hasta que no
doble esta curva de la carretera no voy a poder ver el Anse de Brick, cuya
playa y poblado saco desde el lado de Maupertus-sur-Mer.
Anse de Brick.
En esta playa pasa algo parecido a lo que ocurría en la
anterior. La marea baja deja una playa profunda pero muy húmeda y con poca o
nada de arena seca en la zona alta. Brick es el nombre del barrio que queda al
otro lado. Ahí reconstruyen y agrandan una casa.
Este lado de Brick ya pertenece a Fermanville. Pasadas las seis ya estoy viendo el faro de Fermanville, así como piezas parceladas, donde no sé qué cultivan.
Con el faro a la vista, me hago a la idea de llegar a él y de buscar algún lugar adecuado para pasar allí la noche. No es fácil el acercamiento, que se vuelve más complicado según más me acerco a él, pues a ratos dejo de verlo y deja de ser mi guía. Todavía me queda un gran tramo para llegar a Fermanville Bourg. Sigo adelante porque así señala el indicador: Phare. Este camino me va llevando hacia las afueras del pueblo.
Veo un restaurante que ficho por si al regreso me conviene. Pero no va a ser eso lo que va a ocurrir. Entre las casas, descubro una brasserie y también me la anoto en el magín. Los indicadores van seleccionando: Chapelle de Lorette, Phare, Semaphore y Fort de Cap Lévi.
Este lado de Brick ya pertenece a Fermanville. Pasadas las seis ya estoy viendo el faro de Fermanville, así como piezas parceladas, donde no sé qué cultivan.
Con el faro a la vista, me hago a la idea de llegar a él y de buscar algún lugar adecuado para pasar allí la noche. No es fácil el acercamiento, que se vuelve más complicado según más me acerco a él, pues a ratos dejo de verlo y deja de ser mi guía. Todavía me queda un gran tramo para llegar a Fermanville Bourg. Sigo adelante porque así señala el indicador: Phare. Este camino me va llevando hacia las afueras del pueblo.
Veo un restaurante que ficho por si al regreso me conviene. Pero no va a ser eso lo que va a ocurrir. Entre las casas, descubro una brasserie y también me la anoto en el magín. Los indicadores van seleccionando: Chapelle de Lorette, Phare, Semaphore y Fort de Cap Lévi.
Chapelle de Lorette.
Veo la capilla y la fotografío por fuera. Es muy bonita y de
piedra vista, pero de un estilo que no podría definir. Un ave zancuda en el
campanario sin campana y un gallo de veleta disfrazado de ballena, hacen aún
más extraño el conjunto.
Visito la capilla, pero no es tal, sino que ofrece una gran exposición de bisutería y artesanía marroquí. No hay nadie dentro. Fuera hay un perro que me ladra, pero poco. Saco dos fotos del interior. Hay piezas de cerámica y vidrio muy pequeñas y que contrastan con el gran tamaño de algunas lámparas, todo de estilo árabe. En el lado derecho hay vajilla, platos decorados, fuentes y tinajas con mucha filigrana colorista. El conjunto es bonito y atractivo, pero yo no tengo intención de comprar nada, ni de llevármelo prestado.
Algún católico podría decir que han puesto toda esta quincallería de Alá para cubrir o encubrir al profeta Jesús en la cruz. Abandono este pequeño santuario convertido en cueva de ladrones, aunque ni he visto a Alí-Babá, ni a sus cuarenta. Dejo de lado el Fuerte del cabo Lévi, que al regreso del faro fotografiaré, y continúo hacia el semáforo, un edificio torreta que contiene antenas de control militar. No me atrae nada y ni siquiera lo fotografío. Continúo hacia el faro.
Visito la capilla, pero no es tal, sino que ofrece una gran exposición de bisutería y artesanía marroquí. No hay nadie dentro. Fuera hay un perro que me ladra, pero poco. Saco dos fotos del interior. Hay piezas de cerámica y vidrio muy pequeñas y que contrastan con el gran tamaño de algunas lámparas, todo de estilo árabe. En el lado derecho hay vajilla, platos decorados, fuentes y tinajas con mucha filigrana colorista. El conjunto es bonito y atractivo, pero yo no tengo intención de comprar nada, ni de llevármelo prestado.
Algún católico podría decir que han puesto toda esta quincallería de Alá para cubrir o encubrir al profeta Jesús en la cruz. Abandono este pequeño santuario convertido en cueva de ladrones, aunque ni he visto a Alí-Babá, ni a sus cuarenta. Dejo de lado el Fuerte del cabo Lévi, que al regreso del faro fotografiaré, y continúo hacia el semáforo, un edificio torreta que contiene antenas de control militar. No me atrae nada y ni siquiera lo fotografío. Continúo hacia el faro.
Phare de Fermanville.
Un lugar de acampada de autocaravanas y con posibilidad de
dormir a cubierto. El faro me gusta. Es esbelto, interesante. Lo fotografío
entre dos edificios bajos, que lo hacen parecer más alto to davía. Son dos
casas colocadas de forma irregular. He visto y veré otros con más simetría. La
foto la hago con zoom, a cierta distancia. Son ya las siete de la tarde y aún
no sé si encontraré el lugar adecuado para cenar o me quedaré sin cena. Al
retroceder hacia el pueblo, fotografío de lejos lo poco que veo del Fort del
Cap Lévi.
Dos mujeres vienen, les adelanto, mientras saco la foto, me pasan. Las vuelvo a alcanzar. Me dicen que la brasserie está bien de precio, que no es cara. Voy hacia allí. Pregunto en la boulangerie y la panadera me orienta. Pero cuando llego a la brasserie me dicen que allí sólo me prueden preparar un bocadillo, pero que a un kilómetro puedo cenar en un restaurante. Camino un rato más y lo encuentro.
Dos mujeres vienen, les adelanto, mientras saco la foto, me pasan. Las vuelvo a alcanzar. Me dicen que la brasserie está bien de precio, que no es cara. Voy hacia allí. Pregunto en la boulangerie y la panadera me orienta. Pero cuando llego a la brasserie me dicen que allí sólo me prueden preparar un bocadillo, pero que a un kilómetro puedo cenar en un restaurante. Camino un rato más y lo encuentro.
Vallée des Moulins. Le Grand Moulin.
Ya he llegado al valle de los molinos y veo unos edificios a
los que no sé por dónde se accede. Bajada a un patio y entro en el restaurante
Le Grand Moulin. El lugar tiene muy buen aspecto, el comedor resulta muy
agradable. Admiten Visa. Como sugerencias del chef: un paté con panes tostados
y chalota frita, muy rico y moules al vapor, con un pichet de 25 cl. de vino
blanco, pago 19,70 €. Voy al servicio a orinar y para llenar la botella de agua
para la noche. Cenan pizza un padre con dos hijas de unos ocho años. Se ve al
cocinero extender en sus manos la masa y levantar las tapas de los diversos
ingredientes que, supongo pues no veo, va expandiendo sobre ella. Cuando
pregunto a la señora si tienen camas para esta noche, me dicen que no funciona
como hotel.
Cuando salgo, está lloviendo y mi plan de seguir al
siguiente pueblo se tambalea. Me quedo mirando en la zona. Entro en un recinto
donde en este momento aparca una autocaravana que se queda con alguien dentro.
Veo una parada de autobús escolar que tiene suficiente espacio como para que
pueda montar mi cama, pero está demasiado próxima a la carretera y, aunque a
estas horas apenas hay circulación, no me apetece. Hay también una gran rueda
de molino bajo tejado y que está muy a propósito.
Si no encuentro nada que me parezca mejor, volveré a ella. Luego la fotofrafiaré, será la última foto del día. Me acerco a la iglesia, pero está cerrada. Fuera no tiene ningún voladizo, ningún alero, que cubra algo de la lluvia. El cementerio aledaño tampoco me sirve. Me resulta curioso que al lado del cementerio pase un arroyo claro, fuente serena, ¿quiente ha lavado el pañuelo?, saber quisiera…Un riachuelo para que los muertos laven sus paños mortuorios, sus sudarios. Veo unas toilettes. Entro en las dos, en la de mujeres y en la de caballeros. Me perece mejor la primera, limpia y más espaciosa.
Me acerco a unos que están en su auto-caravana y me dicen que no las van a usar, pues tienen la propia incorporada. Saco foto de la piedra de molino del valle de los Molinos. Me organizo y me cierro por dentro. Me doy aloe-vera y para las nueve ya estoy tumbado. A las 22:15 aporrean la puerta. No respondo y no insisten. Sigo durmiendo, aunque lo de dormir es un decir. Finalmente el cansacio es el que me derrota y duermo despreocupado. Durante la noche, me levanto dos veces a orinar. Hacia las seis oigo un ruidito, me levanto y me visto. Pienso que puede ser la persona que viene a hacer la limpieza y no quiero que se lleve otro susto como la mujer de Barneville. Pero cuando voy a salir por la puerta a las 6:15…
Si no encuentro nada que me parezca mejor, volveré a ella. Luego la fotofrafiaré, será la última foto del día. Me acerco a la iglesia, pero está cerrada. Fuera no tiene ningún voladizo, ningún alero, que cubra algo de la lluvia. El cementerio aledaño tampoco me sirve. Me resulta curioso que al lado del cementerio pase un arroyo claro, fuente serena, ¿quiente ha lavado el pañuelo?, saber quisiera…Un riachuelo para que los muertos laven sus paños mortuorios, sus sudarios. Veo unas toilettes. Entro en las dos, en la de mujeres y en la de caballeros. Me perece mejor la primera, limpia y más espaciosa.
Me acerco a unos que están en su auto-caravana y me dicen que no las van a usar, pues tienen la propia incorporada. Saco foto de la piedra de molino del valle de los Molinos. Me organizo y me cierro por dentro. Me doy aloe-vera y para las nueve ya estoy tumbado. A las 22:15 aporrean la puerta. No respondo y no insisten. Sigo durmiendo, aunque lo de dormir es un decir. Finalmente el cansacio es el que me derrota y duermo despreocupado. Durante la noche, me levanto dos veces a orinar. Hacia las seis oigo un ruidito, me levanto y me visto. Pienso que puede ser la persona que viene a hacer la limpieza y no quiero que se lleve otro susto como la mujer de Barneville. Pero cuando voy a salir por la puerta a las 6:15…
Balance de jornada
norteña.
Digo norteña, porque estoy lo más al Norte del mar de La Mancha. Ayer venía del Sur,
mañana iré hacia el Sur. El haber pasado la mañana disfrutando en Cherbourg y
haberme metido en el cine de la misma ciudad, ha supuesto muy poco avance, pero
ha sido una demostración de cariño hacia el cine francés, también me gusta el
cine español y cada vez menos el norteamericano USA. Incluso cuando tocan temas
interesantes, casi siempre la cagan. El paseo de la tarde no ha sido muy
brillante y llegar a Fermanville, a su faro, y cenar bien, no ha sido valadí.
No me puedo quejar de la jornada.
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