viernes, 22 de abril de 2016

Viaje a Saint-Brieuc


Último día de viaje antes de empezar a caminar. 13 de junio de 2013.
En coche: Plougrescant-Plouguiel-Tréguier-Minihi Tréguier-Guingamp.
En tren: Guingamp-Saint Brieuc.
A pie: desde la estación de Saint Brieuc hasta el albergue juvenil de Les Villages.

Hoy tampoco cuenta como día de marcha, puesto que sólo caminaré de la Gare de Saint-Brieuc, hasta l’auberge de jeneusse que está en el barrio de Les Villages.


Último amanecer en Plougrescant.
A las seis me despierto y bajo a orinar, pero subo de nuevo y no me levanto hasta las siete. Hoy parece que no tiene intención de salir el sol y hace mucho viento. Me levanto, cago, me afeito y ducho. Consigo regular bien la temperatura y acabo con agua fría. Aireo la cama, abro una ventana y bajo para ojear una revista de arte, una de las tantas que tiene Annick. Trata de Monet, el impresionismo alemán y Arte Dogon. Ayer vi Munch y Arte provocador. Para las ocho ya estamos desayunando. Bien de leche con achicoria soluble Ricoré, pan, mantequilla, mermelada y croissant. Enseño a Annick lo que llevo de equipaje dentro de la mochila. Me dice que la capa la ponga arriba del todo, para que la tenga más a mano en caso de necesitarla pero, al volver a meter todo de nuevo dentro, se queda de nuevo abajo, en el fondo. Lo tendré en cuenta. Ella sale con su coche y yo cierro la puerta baja de la entrada. Pasamos por el centro de Plougrescant y, sin bajar para nada, seguimos hacia Plouguiel.


Plouguiel. Visita a Tabac.
Aparca frente a la iglesia y nos metemos en el Tabac. En la barra está el mismo del año pasado, el que me dijo que todos los deportistas españoles se drogan. Les habíamos eliminado en la Eurocopa en futbol, pero lo mismo decía de Nadal, Pau Gasol y Contador. No me fijo si continúa en el techo la bandera española. Como cuando llegamos está dando la mano a otros, yo también se la estrecho, como cualquier cliente habitual. Me he puesto a la cola y le digo: “¿Este año también se ha chutado Nadal?” y hago un gesto como que me pincho en vena del otro brazo. Él me vuelve a repetir el mismo discurso que el del año anterior. Pero esta vez no le acude a su mente el nombre de Pau Gasol y se lo tengo que chivar. Todavía recuerda la mesa en que escribía mi diario y parece que le ha hecho gracia mi aparición. Annick colabora como intermediaria. Como al barman le reclaman en la cocina, nos despedimos de él pesarosos. Parece que a él también le habría gustado seguir dándome cuerda. Pero el deber le obliga.



Tréguier. El Calvario de la Reparación.
Seguimos en coche hacia Tréguier. Primero paramos en Le Calvaire de Reparation. Fue construido en 1903 e inaugurado en 1904, y como desagravio de los católicos por el monumento y la consideración que se le había tributado al filósofo Ernest Renan. Este calvario se puede considerar un monumento a la intransigencia de los poseedores de la verdad absoluta. Su verdad es la única. Qué ignominia haber puesto una escultura de Renan en la plaza, junto a la catedral. “Estos cristianos…”, comenta Annick. Saco foto del calvario y de la leyenda que lo explica, en francés y en inglés. Como ya estuve dos veces en Tréguier la otra vez, nos abstenemos de volver a entrar en la ciudad y nos dirigimos hacia Minihy-Tréguier.




Minihy-Tréguier. Saint Yves.
Fue en la ciudad antigua donde nació Saint Yves. Visitamos la iglesia y su órgano, pero no vamos a ver la casa donde nació. En el cementerio que circunda la iglesia es tradición pasar por la piedra. Una gran piedra labrada en forma de altar, dispone en la parte alta de un agujero y, para seguir la ley y la costumbre, yo también hago malabarismos para introducirme por el hueco. Es Annick quien me saca dos fotos para el recuerdo. No sé cual es el sistema más eficaz para pasar por el aro, ni los beneficios que voy a obtener con este acto tan tradicional. En tiempos, la institución Iglesia y el Estado confesional, que habían impregnado nuestra cultura de tantas falsedades, nos hicieron pasar por el aro e imponer su visión del mundo.
 




Ahora, en estos tiempos en los que ya estoy liberado de tanta mentira, paso por el interior de este altar porque me da la real gana. Lo hago divirtiéndome y haciendo alarde de la potencia de mis brazos que, apoyándose en las palmas de mis manos, sostienen el peso de todo mi cuerpo.

















Entramos en la iglesia. Dentro de la iglesia, destacan las bonitas vidrieras. Saco la que está tras del altar mayor y luego lo que puedo de la que está junto al órgano. Sobre el sencillo ara del sacrificio hay un simple mantel con puntillas en su perímetro y un simple cestillo floral.
 

No estamos aquí mucho tiempo y nos vamos acercando a Guingamp, donde tenemos encargada la mesa para la comida. Como vamos con tiempo, Annick menciona algo que a mí me suena a “déchetterie”, planta de reciclaje, pero no tengo seguridad de que sea eso lo que ella busca.

Guingamp. Segunda visita.
Annick busca una zona de no pago para aparcar. Encontramos aparcamiento frente al ayuntamiento. Saco una foto. 
 
El edificio es noble, pero la puerta de entrada tiene todo el aspecto de ser una portada de iglesia. Algo que corrobora lo que digo son las tres hornacinas santificadas que se pueden apreciar a los lados de la puerta y en la cúspide. Parecen tres imágenes femeninas, pero no lo puedo asegurar. Por su aspecto, no son ni la justicia, ni la equidad, ni la igualdad, ni la fraternidad, figuras que no sé cómo habría que representar.
 

Tras sacar una foto a la Mairie, nos acercamos a la catedral, pasando por las murallas del castillo, que anteayer vimos de lejos.









La catedral es voluminosa y el campanario muy alto. La entrada principal es doble, con una columnilla que separa una puerta de la otra. Por alguna razón me trae al recuerdo el Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago de Compostela. Ésta también está muy decorada en los diversos arcos.
 

Hay un pequeño retablo policromado que, siendo muy distinto, me recuerda al flamenco de la iglesia parroquial de Errenteria. No tengo ni idea de si éste es flamenco o no, ni si sus figurillas están engarzadas o son desmontables. Tiro dos fotos para ver si alguna me sale presentable. Mi cámara no es muy buena para las fotos de interior. Una la he sacado en normal y la segunda en especial. Ya veremos el resultado.


Después nos acercamos al altar mayor y fotografío las vidrieras. Queda una foto oscura, que ya no puedo o no sé remediar.

Ya en la calle y camino del restaurante en que tenemos hecha la reserva, pasamos por un gran portón sobre cuyas columnillas decorativas, pues no cumplen una función de sostén de nada pesado que lo justifique.
Quizás el peso que soportan sea más espiritual, más simbólico que real. Se trata de dos grandes conchas, símbolo del camino Xacobeo de Bretaña, que pasa por Guingamp en dirección a Santiago de Compostela. No sé si es este portalón u otro próximo, el que corresponde a la vivienda de los amigos de Annick que conocí el verano pasado, con los que comí y fui a Tréguier.


No sé cómo las llaman aquí, pero en mi tierra se denomina vieira a estas conchas, aunque creo que en la realidad nunca alcanzarán tan desorbitado tamaño. Estas vieiras han sido esculpidas en lo alto para epatar. Quizás sea un buen reclamo, una forma de animar a caminantes de los Amigos bretones del Camino de Santiago.


Restaurante L’O.
Llegamos al restaurante cuando están sonando las campanadas de las doce en el reloj de la catedral. Nos dan la posibilidad de comer en la planta o en la entreplanta, y optamos por la de arriba, pues nos permite mejores vistas sobre el Trieux y el puente peatonal de madera. Hoy no están los patitos con mamá pata.



Saco foto desde el gran ventanal. Comemos sopa de melón, que es como un gazpacho, pero más dulce. También una salchicha con vegetales. Nos ofrecían lentejas, pero comimos ayer en ensalada en Saint Gildas y, las que quedaron, las cenaré esta noche. Con el café gourmande, que el mío es descafeinado, acompañan: pequeñas proporciones de crema catalana, isla flotante y browning. Hemos regado la comida con una garrafa de tinto de 50 centilitros.
 





Pago 46 € con Visa y no dejo propina. Pasamos por los retretes y, al salir, la camarera nos saca fotos de recuerdo del lugar. Nos saca dos, pero están a contraluz y nuestra felicidad es menos manifiesta. Retornamos hacia la plaza de la ciudad y pasamos por la guardería de Florence. Llegamos al coche. Vamos con tiempo suficiente para mi tren.

 


Despedida en la Gare de Saint-Brieuc.
Montamos y aparcamos en la frontal de la estación. Llegamos 8 minutos antes de la salida de mi tren para Saint-Brieuc. En el panel no vemos el andén por el que va a entrar mi tren, así que preguntamos. Nos dicen que hoy es día de huelga y el Jefe de servicio, me pone un sello en mi billete que me autoriza a ir en el TGV de las 14:41 horas. Así que iré en primera clase por el mismo precio. Agradezco a Annick por todo, y por el buen inicio de viaje que me ha propiciado, y nos despedimos con cuatro besos, que acabarán siendo ocho. Ella se queda en el andén para decirme adiós con la mano hasta que el tren arranca y desaparece.

TGV de Guingamp a Saint-Brieuc.
El billete ya lo llevaba comprado desde Hendaya. Me siento frente a una mujer que parece tener problemas auditivos, pero consigo hacerle entender mi discurso sobre la bondad de la gente. Algunos viajeros parece que ponen atención en lo que hablamos. Una mujer del otro lado del pasillo, asiente.
 

Y otra del siguiente grupo de asientos, me sonríe cuando me dispongo a bajar. Sólo ha sido una estación, puesto que la primera parada ya es mi destino. Viaje corto que me ha permitido lo que me podía dar de sí. Desde la plataforma y con la puerta cerrada, saco una foto del pasillo del TGV.

Saint-Brieuc, de nuevo.
Al tener la casa tan especial y en un sitio tan estratégico, pensé que había trabajado en alguna inmobiliaria y que había tenido la oportunidad de adquirirla. Ahora ya sé que Annick trabajó en esta ciudad como ginecóloga. Tiene muchos conocidos en la ciudad.









Camino hacia el albergue y me vuelvo para sacar foto de la estación, aunque el pasado año ya lo había hecho, pero desde otro ángulo. Voy andando por lugares conocidos y paso por el edificio singular, en forma de barco, de Recaudación Tributaria. Me equivoco y acabo en el Giant. Unos jardineros me orientan hasta que llego al indicador de Auberge de Jeneusse. Ahora ya estoy en el camino del último día, después de haber hecho la compra para la cena con Sabina, Felipe y Violeta.
Auberge de Jeneusse.
Cuando llego veo muchos coches aparcados y mucha gente dentro. Creo que no tendré problemas porque ya escribí a Gwendoline la fecha en que venía, pero hasta que no esté instalado, no las tengo todas conmigo. Me entero que la gente está porque ha venido a una reunión. Una pareja que viene con intención de pernoctar, espera leyendo. La chica de recepción me dice que ya no está trabajando allí Gwendoline, pero que ya tengo reservada la habitación. Me quedo más tranquilo, pero debo esperar hasta las cinco, hora en que vendrá Cloe. Mientras espero, hablo con Sara. Todo va bien. Ha tenido suerte y se ha librado de estar en el Consejo del Centro escolar. Julen, mañana acaba el deporte escolar y estuvo con Vera en el Principal, donde asistieron a una función de bersolarismo. Julen cantó algunos versos y dice que estuvo bien. Acabada la llamada, me pongo a hablar con el matrimonio. Son de la zona de los Alpes. Han llegado de Dinard por el mismo camino que yo empezaré mañana. Han caminado durante una semana y hoy lo dan por terminado. Tienen intención de continuarlo el próximo año hasta Perros-Guirec. No sé dónde he perdido el plástico que me iba a servir para salvaguardar los mapas. Hablamos de mi viaje y le cuento la caminata por las islas, que ha servido de preparación para este verano. También, y de forma crítica hacia los bretones, lo de la primera comunión de los caballos y lo del Calvario de la Reparation de los católicos contra el monumento a Renan. Dan muestras de ser poco o nada católicos. A las cinco, llega puntual Cloe. Primero entrega la llave a la pareja y luego me la da a mí. Esta vez me asigna la número 5, que está abajo, cuyo servicio ya había usado, depositando una gran cagada. La habitación es para tres. Cojo la cama solitaria y dejo la baja con litera para los que vengan atrás. Ni me molesto en cerrar la persiana. Me dicen que el desayuno es entre las 7:15 horas y las ocho. Un joven llega, besa a Cloe y se dedica a labores de jardinería, quitando hierbajos que han crecido en el pavimento. Otro, dentro de una zona para comer los empleados. 
 
El matrimonio me recomienda que salga de Saint-Brieuc por donde llegué el año pasado, bajar hasta el puerto de Légué, pero sin cruzar el puente que pasa a Plérin, y seguir por la costa de la bahía de Saint-Brieuc hacia el nordeste. Me da un programa de mareas, donde localizo alguna playa de las que tengo apuntadas. Por ejemplo la de Nantois, que está después de pasar Pléneuf-Val-André, pero temo que mañana no me dará tiempo de llegar hasta allí, puesto que está a más de 40 kilómetros.
 
No llegaré por tres o cuatro. Les comento que caminar siete días a mí me sabría a nada, que necesito una semana o diez días para perder al urbanita que llevo dentro y poder sentirme en el camino. Me responden que tienen ocho nietos y que los echan en falta. En ningún momento me dicen que los hijos necesitan que les ayuden. “Les echamos en falta” parece una necesidad más de ellos que de los niños o de sus padres. Saco la sensación de que yo soy un mal abuelo. A mí este camino me aporta energías para el resto del año y, sin por eso quererlos menos, ya veré al regreso a nietos, hijas y yernos.
 
Salgo del albergue para hacer unas fotos antes de que oscurezca. Saco dos. Una de la entrada, con el portón abierto, y otra de la panera, el horno para hacer el pan, la que dibujé el pasado año pero desde otra posición. Ahora, vista en primer término, parece más grande de lo que en realidad es. Escribo las siete postales. Luego el diario y, a las ocho voy a la cocina.

Cena frugal.
En la cocina no hay nadie. Tampoco en las mesas de la terraza. Bajo una silla que está con el culo sobre la mesa y ceno, entre rayos de sol, las lentejas que me ha preparado Annick, con tomate, huevo duro, aceite y vinagre balsámico, que les he echado esta mañana. Se me ha escapado algo del líquido a la bolsa, que recupero lo que puedo y el plástico lo tiro a la basura, a la “pubella”. Lo como acompañado del trozo de pan que ha sobrado de la comida. De postre, tres dátiles y unas 25 pipas de calabaza. Friego, seco lo usado y husmeo en el frigorífico. Menos mal que no está lo que olvidé el verano pasado. Sólo hay líquidos y unos cubitos. En uno pone aceitunas y en el otro ni me acuerdo. Parecen bombones, pero puede ser un concentrado de algo para dar sabor a las comidas. Cuando estoy tirando los restos a la basura, una especie de horno, con rejillas a propósito como para asar pollos, se pone solo en funcionamiento. Aviso al chico que antes ha besado a Cloe y quitaba hierbas del empedrado. Viene conmigo a la cocina y me dice que es normal, ya que al llegar a una temperatura, automáticamente se pone en marcha para refrigerar. Después se para él solo. Lo hace al llegar al 00. Son aparatos inteligentes. Me río de la inteligencia de los aparatos.

A dormir que mañana empieza la prueba de resistencia.
Cuando voy hacia la habitación, veo a Cloe. Le digo que la luz del WC no funciona y me dice que mientras la arreglan puedo ir a otro retrete que ella me indica, también en la planta baja. Bien, pues está más cerca de mi habitación. Llamo a Annick y hablo marcando el 0 y luego el número fijo. El viaje ha ido bien, a ella también. Gracias por todo y también por las lentejas que ya he cenado. Escribo hasta las nueve y me acuesto. He encontrado un plástico para proteger mi mapa y que se estropee menos. Para las 21:15 horas ya estoy desnudo y en la cama. Sobre la sábana pongo una manta ligera y da suficiente calor. Durante la noche, me levanto dos veces para orinar. No salgo de la habitación, dejo correr el grifo y lo hago en el lavabo. El pis va con el agua por el desagüe. La segunda vez ha sido a las 2:15 horas. 


Tenía código de puerta diferente al del año pasado, pero que tampoco he utilizado. Lo mismo ha ocurrido con el código para entrar en la cocina. Presento los códigos, aunque no puedo discernir ahora, después de tanto tiempo, cuál fue el del pasado año y cuál el de este. Como son cambiantes, no hay ningún problema. Nadie podrá entrar con ellos a dís de hoy. Mañana empezará la etapa primera de este verano. Finalizaré la costa francesa atlántica, primero Côtes d’Armor que el pasado año se quedó a medias, después Ille et Vilaine, luego vendrá Normandía, con sus tres provincias costeras: Manche, Calvados y Seine Maritime, a continuación la Côte Picarde de la Somme, finalizando con las costas de Pas de Calais y Nord. Cuando termine la costa francesa, me costará pocos días superar la costa belga, que no tendrá más de sesenta kilómetros. Tardaré algo más, por visitar Brujas. Una traducción que nada tiene que ver con el significado original de la ciudad. De Holanda recorreré toda la costa hasta Frisland. En Harlingen iniciaré el regreso en tren a Rotterdam.




FRANCIA II - BÉLGICA- HOLANDA

Cotes d’Armor (2ª parte)




Con este mapa, que utilicé en las últimas etapas del pasado verano, inicio el primer tramo de cuatro etapas de éste.

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