miércoles, 24 de mayo de 2017

Etapa 22 (379) Octeville sur Mer-Vaucottes


Etapa 22 (379) 05 de julio de 2013, viernes.
Octeville sur Mer-Heuqueville-Saint Jouin Bruneval-La Poterie/Cap d’Antifer-Le Tilleul-Etretat-Bénouville-Vattelot sur Mer-Vaucottes-Yport-Vaucottes.







Hoy será mi 88 etapa por la costa francesa y estaré en Côte d’Albâtre unos días.







 


Amanecer en el cementerio, 
pero vivo.
Me levanto a las seis, orino, me visto y, tras sacar una fotografía del lugar donde he dormido, entre el bordillo y los setos de arbustos, recojo todo y enseguida estoy en marcha. Vuelvo a salir por donde entré ayer noche. Tuve suerte de que, junto a la puerta, hubiera un hueco por tela metálica deteriorada. En otro caso, la altura de la puerta no me habría permitido superarla por arriba.

Continuando la carretera, paralela a la tapia del cementerio, llego a la puerta de entrada principal y, desde ese lugar, digo adiós al cementerio en el que he sido tan bien acogido por una noche por sus habitantes silenciosos. No ha sido noche de fuegos fatuos, sino bien tranquila. Tampoco ha salido infernal azufre. Encuentro a un hombre que me dice que hay panadería en el pueblo, pero que el café no abre hasta las ocho.


Me lo vuelvo a encontrar y me informa que Etretat está a 21 kilómetros. Dependerá de por qué carretera vaya uno, pero yo recorreré unos 19 para llegar allí. En mi nuevo mapa veo que la costa, que va ascendiendo hacia el Norte de manera bastante vertical, a partir de Etretat, sin dejar de seguir hacia el Norte, toma una dirección más hacia el Este.
 


Al otro lado del cementerio, hay un hermoso polideportivo, que también fotografío. Saliendo del pueblo, en la rotonda, encuentro a un anciano y a un joven, ambos en efigie, que acompañan al cartel en que agradecen mi visita. Tiestos floridos cuelgan de un entramado metálico.





Cauville-sur-Mer y Heuqueville. Patatales y lino.
La carretera tiene mucha circulación, sobre todo en el carril que va frontal a mí, los vehículos que circulan en dirección Le Havre. Llegando a Cauville, encuentro un camino que va paralelo a la carretera. Pero no hay suerte. Termina pronto. Con todo lo bien que he dormido, no me encuentro muy despierto. Anuncian un camino por la izquierda, hacia Heuqueville, y ni me entero. Debiera haberlo cogido. Corregiré el error en la tercera indicación. Paso por un gran patatal.



Las plantas están sanísimas y, a pesar de mi inexperiencia, sería capaz de vaticinar una magnífica cosecha. Todavía no les han salido las flores. Más me sorprenden otros terrenos que ofrecen plantas más finas y muy verticales. En la parte alta tienen unas bolitas que no sé si son capullos de flores, aún sin florecer, o el fruto de las mismas una vez caídos sus pétalos.
 

Más adelante las veré con sus florecillas azules y me dirán, en el bar donde desayunaré, que se trata de lino (lin), que es una de las fuentes de riqueza de la zona. En el segundo terreno, con el lino florecido en su azul lívido, compruebo que, junto al bordillo, a las plantas les acompañan otras muchas de cola de caballo, muy apreciadas por los herboristas y curanderos para paliar algunas enfermedades. Las consideran un buen depurativo. Una mujer va con su hijo a la escuela. El niño va contento, ya que hoy es su último día de clase. Me informa que en Heuqueville no hay café y que lo encontraré en Saint-Jouin-Bruneval. También me indica cual es la carretera que debo coger para evitar la principal.


Saint-Jouin-Bruneval.  Desayuno en Le Littoral.
Cuando paso por el segundo campo de lino, me temo que la carretera estrecha me devuelva a la vía principal Le Havre-Dieppe. No es cierto, ya que me vuelve a otra que me va a llevar hacia el centro del pueblo. El pueblo está en obras y no sacaré fotos hasta que desayune y encuentre retrete. Las obras han dejado sin agua a los sanitarios y están clausurados. Haré mi peregrinaje para evitar evacuar en la calle. En la boulangerie compro un caracol repleto de pasas (1,05 €). Y en Le Littotal, que es un Tabac, pido café con leche.

Buscando retrete.
Cuando me dicen que no puedo hacer uso del retrete, salgo a la calle para tratar de buscar alternativa. Dejo mi equipaje en Le Littoral. No puedo entrar al WC de las escuelas públicas, pues las están reconstruyendo. Dudo si pedir permiso al charcutero, pero me lo pienso mejor y decido que sea el ayuntamiento quien me resuelva el problema. En la Mairie planteo el tema y no me dan solución. Digo que tendré que hacer la caca en el jardín. Un hombre, que pudiera ser el alcalde, me acompaña al retrete que tienen para el personal. Está junto a la cafetera. Tras la deposición de dos chorizos, salgo rápido y agradezco. Hay tres mujeres a las que cuento un resumen de mis viajes de este año y del pasado. Me despido y retorno al bar. Ya tengo el café con leche sobre la mesa y no se ha enfriado. Pago 2 € por él, lo desayuno con el caracol y escribo.

Las obras y la iglesia.
En mi mapa, localizo la siguiente playa nudista en Yport. Tal como voy avanzando, calculo que llegaré allí después de comer. Pero, ¿hará buen tiempo? A última hora ha salido el sol, pero se ha vuelto a esconder.
 

Todo el pueblo de St-Jouin-Bruneval está en obras. No me extraña que hayan tenido que cortar el agua. Observo algo del trabajo que se está realizando. Cambio de tuberías del suministro de aguas y alcantarillado. Como en todas las obras son más los que miran que los que trabajan. En este momento es el que maneja la pala el único trabajador en activo.

Está depositando cascotes en la cama de un camión. Dos fotos dan idea de en qué consiste el trabajo. También se ven a las otras palas-grúa trabajando en otras zonas, lo que da idea de lo caótico que está todo en este pueblo. Y llego yo y no se me ocurre cosa mejor que me hayan entrado ganas de cagar.



Pocos ciudadanos andan por la calle y también son pocos los que entran al café-bar. Nadie me puede ayudar en la localización de la segunda playa. ¿Será una playa de interior, fluvial? Me han dado las 10:30 horas cuando acabo de escribir. Tras sacar las fotos de las obras, me acerco a la iglesia. Intento por todas y cada una de las cinco puertas, pero todas están cerradas a cal y canto. Dos banderas ondean: la francesa y la europea.
 

Un indicador dice que las playas de St-Jouin están a más de dos kilómetros. Me pongo en marcha hacia La Poterie. Una antena se erige alta en un descampado. No sé cuál será su función.



 


Sin terminar de salir del pueblo, llego a un espacio en el que aparece una hermosa iglesia y una mansión palaciega, pero no veo forma de penetrar. Me limitaré a fotografiarlo desde el exterior.


 
Hacia La Poterie-Cap-d’Antifer. Colza granada.
Saliendo hacia La Poterie, en uno de los cruces, veo una invitación a pasear por el acantilado. La otra opción es también peatonal, pero va paralela a la carretera. Prefiero la primera opción. Me acerco todo lo que puedo al borde del mar, pero el camino que recomiendan parece ser que es hacia el sur y yo quiero ir en sentido contrario. Cuando desisto y voy de regreso, veo otro camino, pero tampoco permite continuar hacia el Norte.
 

Así que, haciendo de tripas corazón, me voy por la vía peatonal aneja a la ruta, con los coches muy próximos. Me dicen que se puede seguir por la carreterita pero que el camino después se pierde. Lo voy a intentar. Llego hasta unas casas que no me dejan continuar y un camino que más parece un desaguadero o una alcantarilla. Aunque es probable que hubiera acertado cogiéndolo, acabo por desistir. Paso por un campo en que la colza ya está granada, aunque le queda aún bastante tiempo y mucho sol para que madure y esté lista para la recolección. Entro por otro camino privado y, hacia el final, veo una bajada bastante pronunciada y con muchas ortigas, pero ya se vislumbra abajo una carretera entre los árboles.

Por la arboleda y una carretera con muchas curvas, logro llegar al valle que llaman Bruneval. Finalmente la carretera desciende hasta la costa y llego a un puerto que cumple la función de auxiliar del de Le Havre.

 

Se ven depósitos y parece que también hubiera una depuradora. Hay coches aparcados y un pescador de caña. Me asomo al paseo marítimo y es desde allí de donde lo veo. No tengo opción de acercarme más, ni interés en hacerlo. La costa no ofrece arena y el lugar no me parece aceptable para darme un baño.

Así que, teniendo en cuenta que el día no es brillante, me limito a fotografiar el acantilado que tampoco recorreré por el borde, pues el camino me vuelve a llevar hacia el interior. El pescador me confirma que por el acantilado no se puede seguir. Me indica por donde debo seguir para conectar de nuevo con la carretera que va a Etretat (la “t” final no la pronuncian).
 





Poco más adelante paso junto a dos casas de piedra que me gustan y son muy distintas a las que Normandía ya me tiene acostumbrado.
 
Las fotografío. ¿Qué os parecen? Voy subiendo una cuesta.

 





Ya es la hora del mediodía cuando paso junto a una higuera. Tiene hermoso frutos. ¡Lástima que los higos no están maduros! Al menos los que alcanzan mi mano.

 

Habría que esperar a que llegue el otoño y yo no estoy dispuesto a hacerlo. Así que continúo, subiendo y subiendo, hacia La Poterie. Este lugar, cuando llego, tampoco me ofrece muchos alicientes y me limito a fotografiar la iglesia con su torre campanario.

Le Tilleul.
La carretera se pone horizontal y voy más descansado.

 
Pasa estrecha, aunque para mí suficiente, por grandes extensiones de trigales que todavía no están maduros. Las amapolas les dan unas notas de color. Cuando estoy entrando a Le Tilleul, dudo entre comer allí o continuar.

 

Una zona ajardinada me ofrece unas plantas de hojas granates muy interesantes, con unas flores vaporosas. Me agradan y las fotografío. Al fondo ya asoma la iglesia con su campanario.







Como todavía es la una menos veinte, tras fotografiarla con su reloj en hora, decido continuar a Etretat. Solo está a tres kilómetros de distancia. En menos de media hora estaré allí. Paso por otro campo de lino.

 


Etretat. Hotel New Windsor.
Para la una y cuarto ya estoy delante del hotel New Windsor, donde elijo la fórmula express por 13 €. Pido moules al vapor.


Los mejillones los presentan en perola, como ya es habitual, y los han condimentado con cebolla y perejil. De segundo pido una Tortiflette normanda. Consiste en patata, queso y tocineta horneada. Con la cerveza y el café asciende a 18.60 €, que pago con Visa. Me quedo escribiendo hasta las 14:20 horas.
 

Después de pasar por el retrete y descargar parte del contenido de mi intestino grueso, cojo agua y me voy a la playa. Deseo ver si es tan extraordinario el acantilado como la propaganda del lugar indica. En el comedor hay dos cuadros que son un adelanto de lo que la costa ofrece.



Etretat: Los acantilados más bellos que he visto en Francia.
Llego a la playa y la marea está alta. Saco una foto hacia la izquierda, el lado Sur, y puedo ver algo del extraordinario acantilado. Es una pena que la marea no esté baja. Me habría permitido acercarme más y disfrutarlo mejor. El golpe de las olas del mar ha conseguido hacer sus filigranas. También me fastidia no haber podido hacer el recorrido por el borde del acantilado por la mañana. Saco otra foto hacia el Nordeste, que también ofrece un túnel menor. La playa es muy urbana, aunque me escore hacia sus dos bellos extremos, y como ya sé que hacia Yport hay una playa nudista, decido no entretenerme más en Etretat y poder llegar a buena hora al siguiente destino que, según veo en el mapa, calculo que no tardaré mucho en llegar. 

En un quiosco de la playa compro 10 postales (3,60 €). Un hombre me indica por dónde debo coger la carretera. Paso por el sitio donde he comido. Como no puedo seguir por el acantilado, tampoco en esta ocasión, al meterme por el interior, paso por los edificios que conforman el Ayuntamiento.

Son las tres menos veinte y ondean sólo dos banderas, la europea y la tricolor. En el gobierno están los socialistas. ¿Será por eso que no esté a la vista la bandera normanda? Enseguida llego a una pequeña iglesia, con la portada de estilo románico. Entro en ella y la nave central es muy alta si la comparamos con las dos naves laterales.



Tanto los muros como las columnas son muy recios. Podrían soportar mucho más peso. Tanto por fuera como por dentro, esta iglesia me gusta, la veo muy equilibrada, austera, sin muestra de ostentación. Lo mismo ocurre con el altar mayor y el ábside característico del románico.


Hacia Bénouville.
Los puntos siguientes que me indica mi mapa son Bénouville y Vattetot-sur-Mer. Continúo por la carretera y en menos de una hora llego.







De una tacada saco foto del ayuntamiento y de la iglesia. También otra de la escuela que es muy austera y se dedica a los pequeños. Hoy es su último día de clase.
 

A esta hora de la tarde, ya no hay ni un alma con ganas de aprender nada. Ahora empieza mi tarde agropecuaria. Paso cerca de un prado con un gran rebaño de vacas de variopintos colores. Más tarde, sin abandonar todavía el rebaño, el estiércol atrae a las aves carroñeras de la zona.
 

Se dan cita, blancas y negros, gaviotas y cuervos, que parecen aptos para la convivencia. Avanzando un poco más, vuelvo a encontrar otro rebaño más uniformado de vacas blancas.


 

Comen hierba verde y la más próxima me mira con cara de no muy buenos amigos. Para no desentonar con el verde herbáceo, los paquetes de hierba recogida también son de una gama variada de verdes.



Con los juegos de luz y sombra, algunos parecen azulinos. No sé si la hierba cortada permanece verde dentro de los paquetes o si se seca, volviéndose amarronada, y se llena de moho al fermentar. Ni lo veré, ni oleré, ni saborearé… quizás algún día si me reencarno en vaca, como creen algunos crédulos.
 


Voy pasando por otras granjas y me encuentro con una mujer jinete a caballo. Cabalga en uno y lleva de las riendas a otro. Parece que le agrada hacer un posado para ilustrar mi camino. Enseguida voy a entrar en Vattettot. Con tanta “t”, que parecen cruces, el nombre de este pueblo me recuerda a un Vía Crucis. Veo a otro grupo de tres chicas con caballos, pero éstas no los montan, sino que los llevan de las riendas y van a pie.






Vattettot-sur-Mer.
En este pueblo me sorprende un gran edificio que alberga tanto a las escuelas como al ayuntamiento. Hay un coche aparcado en el recinto, pero aquí tampoco se ven niños. Esta escuela pertenece a la comuna, pero no sé a cuantos pueblos de la zona alcanza.




Pronto llego a la iglesia. Ya sé que estoy cerca de la playa nudista de Etigue, pero no sé por dónde debo salir a la costa. Es así como llego a Vaucottes. Fotografío una bonita casa.


 











Vaucottes. Plage d’Etigue.
Al llegar, veo dos alternativas. Una es un GR hacia Yport, pero no me arriesgo a cogerlo, por todas las pegas que me están surgiendo para poder ir por encima de estos preciosos acantilados. La otra opción es ir por carretera. Una desviación indica playa, pero tampoco me arriesgo, pues parece que sea un camino sin continuidad.  




Decido ir por carretera hacia Yport y cuando asciende, tomando altura, desde arriba veo el acantilado y la playa anunciada, que con esta marea, es toda de rocas. Voy sacando fotos desde la carretera. 
 

Se empieza a vislumbrar entre árboles, el acantilado que, sin ser tan bello como en Etretat, aquí también es majestuoso y abrupto. Cuando llego a la máxima altura, es cuando puedo completar la vista de una playa que, quizá en marea alta, sea más interesante que lo que es con baja.




 



En la parte más alejada del mar y de las rocas, se observan algunos espacios de arena, el resto es de guijarros, donde hay gente tomando el sol. Tras mi visita a Yport, regresaré con idea de pasar la noche en esta playa. Ha estado bien el que la haya visto desde lo alto, pues así puedo hacer estos planes. Planes que tampoco irán a puerto.

  


Yport.
Una vez llegado a la cima y sin ver ninguna posibilidad para ir por el acantilado, veo los tejados y la torre campanario de la iglesia de Yport. Acabo bajando al paseo marítimo, al dique y las casetas de baño. Al fondo la mole del acantilado. Me acerco a los socorristas y les pregunto. Si ella no tiene ni idea de playas nudistas, él menos.

 
Se limitan a remitirme a la Oficina de Turismo.

Oficina de Turismo de Yport.
Una joven, que habla castellano, me dice que el camping no está en la playa. Que el asterisco en verde quiere significar próximo a la playa. También me informa de que, en la playa de Vaucottes conviven textiles con nudistas.



Me dice que lo mismo ocurre en Eletot. Es buena información, puesto que allí llegaré mañana. Está un poco después de Fecamp. Me desaconseja que duerma en la playa, al norte de Yport. Correría un riesgo, ya que la marea sube hasta el muro del acantilado. Me recomienda, como mejor alternativa, que regrese para dormir en la playa de Vaucottes. Con ella hay otra mujer de más edad, que también colabora en darme información.
 
Me hablan de una playa que es nudista autorizada, que ya he pasado y ha quedado al sur. Como ya no tiene remedio, pues no pienso retroceder más, ni me molesto en apuntar el nombre y el lugar. Ahora me pesa no haberlo anotado, pues podría venir bien a otros. Me facilitan otro mapa que, con más detalle, me servirá para el recorrido de mañana: entre Vaucotte y Saint-Pierre-en-Port. El GR-21 está muy bien marcado y me servirá para pasado mañana hasta Les-Petites-Dalles. Me indican dónde está la siguiente playa nudista tolerada, un poco antes de llegar a Eletot. Me despido de ellas, pero mañana las volveré a visitar.

Retorno a Vaucottes.
Me despido de las informantes, pero no será para siempre. Mañana sabré que la joven se llama Eugenie. Retrocedo por camino conocido, no sin antes ver y fotografiar iglesia y campanario de Yport, que está situada en el casco urbano. Deshaciendo camino, llego al cruce y me fijo en la posición del GR para continuar mañana por allí. Cuando inicio la ascensión, saco foto de una casa de Yport que me gusta. Siendo de factura actual, tiene cierto sabor local.
 

Llego a ver de nuevo la playa de Vaucottes que, al pasar, había visto desde arriba, y ahora cojo el camino que antes he dejado de lado. Ahora ya sé hacia donde me lleva. En la playa hay menos gente que la que había y voy derecho hacia uno de los espacios de arena, el que me parece más apropiado y más cómodo para pasar la noche a la intemperie. Coloco las mochilas como telón-pantalla y me pongo a tomar el sol desnudo. Ni siquiera me acerco al agua, ya que tendría que hacer un recorrido poco grato por las rocas de superficie. Con otra foto del lado Norte, con el otro acantilado, que después dibujaré y será mi primer dibujo de este viaje, doy por finalizado el reportaje fotográfico de la jornada, aunque después me va a quedar mucho que contar de este día y lo que había previsto cambiará radicalmente.
 
En la playa hay un grupito de tres chicos y dos chicas. También otro de un adulto con perro y dos niños, juegan en una especie de piscina entre las rocas próximas al mar. Otras familias se van marchando. Un hombre y un joven llegan en bici. El joven se acerca a la orilla y pinta. Una mujer con una niña. Un hombre y una mujer. Dos chicos y dos chicas. Nadie desnudo, salvo yo. Nadie se pone el bañador siquiera. La pareja que está más próxima es la única que se desnuda. ¡Por fin no estoy tan solo! Aparte del mío, será el culo de él el que se va a ver en toda la playa. Mientras estoy dibujando, una pareja ha doblado el acantilado por abajo y se han sentado en las piedras a descansar y a charlar. Estarán así un rato, y tardarán en acercarse.

Sophie y Patrick. Amigos de la Naturaleza.
Se han quedado en zona de sombra, bajo el acantilado. El sol está bajando y da la impresión de que pronto va a quedar oculto por el farallón acantilado, pero se va escorando y permanece aportando los últimos rayos del atardecer. Seguirá calentando aún un rato más. Llegan dos familias.

Una, de tres miembros, montan una mesa en la zona previa de cemento encima de la playa y allí cenan. Otra baja con su mesita donde la pareja bañista, que ya se ha ido. El dibujo me está saliendo fatal. No me gusta. Debo dibujar más si quiero conseguir algún progreso. Mañana en el desayuno trataré de arreglarlo. Patrick y Sophie se están acercando, y me pongo el calzoncillo. Les pregunto si vienen del otro lado y si por allí hay alguna playa de arena. Me dicen que sí y que vienen de hacer una excursión. Mientras, he comido una barrita energética, un dátil y mis pipas de calabaza y preparado, en la arena lisa del fondo, la esterilla y el saco extendido con la cremallera cerrada, para evitar que coja humedad. Nos ponemos a hablar y les cuento mi viaje a grandes rasgos. También les enseño el lugar donde voy a pasar la noche. Ellos van a dormir en gite de A.N. (Amigos de la Naturaleza) y me dicen que, si estoy dispuesto a pagar 13 €, puedo ir con ellos. ¡Claro que sí! Acepto, recojo todo y les acompaño.

Amis de la Nature.
Al pasar la curva, vemos el lugar de donde parte el GR. Unas escaleras ascienden hacia la “falesia”, pero me da la impresión de que van a enlazar con la carretera que ya conozco y creo que mañana no retrocederé tanto para llegar al mismo sitio. Tardamos menos de veinte minutos caminando por un sendero que parte del que he traído al venir. Llegamos a un lugar con una “N” barrada en rojo, como señal de Albergue de Amigos de la Naturaleza. Al estar la “N” barrada en rojo, podría tener el significado contrario: Enemigos de la Naturaleza. No es el caso de este convencionalismo. Cuando llegamos, la puerta de entrada, es una especie de langa con apertura tradicional: Una “U” cae sobre el cuadradillo de arriba y une una puerta con la otra. Para entrar, basta con levantar el cuadradillo. Es fácil de penetrar y, sin ser alberguista, podría haber entrado y dormir a resguardo en lugar tan protegido. Y, además, sin pagar nada. Dentro del recinto, hay una rulot y un coche, que es el de Sophie.
 
Entramos con clave que ellos ya tienen. Sophie marca la clave y cae una llave enrollada en una cuerda, lo suficientemente larga como para llegar a la cerradura. Una vez abierta la puerta, vuelve a guardar la llave en su sitio. La volverá a necesitar mañana para dejar la “gite” cerrada, cuando se vayan. Ellos están de vacaciones, pero sólo han hecho marcha dos días. Hoy sólo han dado un pequeño paseo: Etretat-Voucottes. Una vez dentro, elijo la cama y pongo sobre ella mi mochila, pero Sophie me dice que la ponga bajo la cama, puesto que la sábana bajera no la cambian. Supongo que algún día las lavarán. Todos dormiremos con nuestros sacos y así se evitan gastos adicionales de limpieza. Sobre la cama hay un edredón. Lo quito y coloco en la litera de encima. Mañana lo recolocaré sobre la mía. En la habitación hay dos camas y dos literas, que configuran una habitación para cuatro personas. Ellos van a subir a la “ganbara”. No me dan opción a dormir en su zona. Mejor, así nos molestaremos menos unos a otros con nuestros ronquidos. Antes de hacer otra cosa, me dispongo a hacer el pago. Debo meter los 12,30 € en un sobre y todo, junto con mi nombre, va dentro de un cajón. Lo hago delante de ellos, para que vean que cumplo la parte de mi compromiso. Me dicen que ellos son buenos amigos, pero que no tienen relación de pareja. Viven cerca de Rouen. Patrick trabaja como educador en una empresa privada concertada y ella da clases de Francés y de Literatura Francesa, además de otras materias. Sophie pertenece a la red pública de educación. Hablamos de libros y cine. Los miserables, de Víctor Hugo y Le Havre de Kaurismaki. También de la experiencia con la película de Cherbourg. Ella también ha visto Né quelque parte y Welcome, pero no Las nieves del Kilimanjaro. Como Patrick no participa en los temas de cine y literatura, cambiamos de tema. Ellos se han duchado. Yo me ducharé después.

Cena con los amigos de la naturaleza.
Mientras, preparan unos espaguetis con salsa de tomate y atún y, además, me dan un yogur de frutas. Me he quedado sin ducha porque se enfriaban los espaguetis. No son expertos en pasta italiana y algunas varillas se han pegado entre sí. Probablemente se hayan pasado en el tiempo de cocción. Pero a caballo regalado… Les he dicho de colaborar con dinero, pero me lo han ofrecido como un “cadeau”, un regalo al viajero caminante. La cena ha complementado a la que había hecho ya en la playa: mi barrita energética, mi dátil y mis pipas de calabaza. Tras una pequeña sobremesa, cada cual nos vamos a nuestras camas.

A soñar con los angelitos.
Nos despedimos a las once, con la certeza de que mañana no nos veremos, puesto que ellos no tienen ninguna prisa para levantarse y yo me marcharé antes. Ya no me apetece la ducha. Cojo un folleto de recuerdo. En él puedo leer: Amis de la Nature du Val d’Orbey, aunque este valle no entra en mi itinerario. Supongo que habrá otros albergues en la zona, aunque hacia el interior. También debo tener en cuenta este sistema para mi viaje del próximo año, en la Francia mediterránea. Este año, para lo que me queda de Atlántico, ya no me merece la pena hacerme amigo de los amigos. Aunque, cuando los he visto por primera vez en la playa, se han parado en las rocas, en zona de sombra, Sophie tiene brazos y piernas colorados por el sol. No tenían intención de quedarse a ver la puesta de sol. Es lo que más pena me ha dado al cambiar el programa, quedarme sin verla. Una vez que me he despedido de ellos, me acuesto y me duermo enseguida. Ni siquiera me molesto en correr las cortinas. Prefiero que la claridad del amanecer me vaya despertando, poco a poco. De madrugada me levanto una sola vez a orinar y voy calzado. Tampoco he abierto la cremallera del saco y duermo muy bien hasta las siete. Acordándome del dibujo, el primero del viaje en la etapa 22, me ha venido la imagen de los niños que en Honfleur dibujaban la fachada de la iglesia-museo, en el puerto. Yo sólo les pude enseñar los dibujos que llevaba hechos del año anterior.

Balance de mi primera jornada completa en Seine-Maritime.
Después de dormir en el cementerio de Octeville-sur-Mer gratis, acabo el día durmiendo en albergue de Amigos de la Naturaleza de Vaucottes pagando, con invitación a la cena. El día ha ido bien, en general, pero me ha enfadado mucho no haber tenido oportunidad de hacer el recorrido por caminos sobre el acantilado más bonito de todos los que he visto en Francia. Y en Etretat no lo he podido apreciar de abajo por la marea alta. Me quedo con las fotos que he visto en el New Windsor de Etretat.

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